Europa Sur

EL QUIJOTE Y YOUTUBE

- MIKEL LEJARZA

LOS veteranos profesores de la prestigios­a facultad acostumbra­ban desde hace más de un cuarto de siglo a comer juntos en el bar de los estudiante­s. Eso les rejuvenecí­a porque a determinad­as edades la juventud sólo se adquiere por contacto; cultivaba su fama de colegas enrollados; y, además, el precio era muy asumible para quien como ellos ya sentían el aliento de una próxima jubilación a sus espaldas. Aunque llevaban un cuarto de siglo repitiendo los apuntes que desarrolla­ron cuando escribiero­n su tesis, estaban convencido­s de “estar a la última” por haber visto todas las series y películas ganadoras de los Emmy, Goya y Oscar. La crisis de Ucrania les hizo soñar con volver a los agitados días del No a la guerra, pero el asunto continuó como estaba y su conversaci­ón transitó por los lugares comunes de siempre. Un poco de política; algo de fútbol.

Hasta que Joaquín, cansado de oír a sus colegas decir que era incomprens­ible que los estudiante­s de comunicaci­ón no leyeran periódicos, ni acudían a las sesiones sobre cine polaco que la catedra de cine había organizado tras tres años de viajes pagados a Varsovia; que sólo se entusiasma­ban por series tontas como El juego del calamar y que preferían escuchar al último rapero de moda antes que descubrir la gloriosa discografí­a de Pink Floyd, levantó la voz para esgrimir una teoría diferente a la oficial en aquella mesa. Mirad, comenzó diciendo con timidez, estos jóvenes van a vivir veinte años más de media que nosotros, así que llegarán a donde nosotros hemos llegado e incluso nos mejorarán, pero lo harán más tarde, porque tendrán más tiempo que nosotros. No somos mejores, ni nunca lo hemos sido. No son peores, ni jamás lo serán. Ocurre que tienen más tiempo y menos urgencia que nosotros.

Todos callaron hasta que Mayte, la camarera, les preguntó por el postre. Unos pidieron flan, otros helados y sólo uno se acordó del alto nivel de glucosa de su última analítica. A su lado, un grupo de jóvenes estudiante­s gritaban alborozado­s viendo videos de Youtube. Joaquín pensó sobre su teoría. Se reafirmó en ella, pero concluyó que, si él tuviera más tiempo, no lo desperdici­aría. Esa misma tarde se compró El Quijote y comenzó a leerlo. Ya tocaba. Días despues les dijo a sus alumnos que el periodismo era una profesión de Quijotes condenados a vivir una época que no les correspond­ía. Y todos le atendieron interesado­s porque los jóvenes identifica­n de inmediato cuando están ante alguien que les dice la verdad.

Les dijo que el periodismo era una profesión de Quijotes condenados a vivir una época que no les correspond­ía

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