Europa Sur

POR UNA ATENCIÓN MÁS HUMANA

- CARMEN PÉREZ

LO que han cambiado las cosas. Hace años, no tantos, en las calles de ciudades y pueblos españoles encontrába­mos sucursales bancarias en cada esquina. Al recorrerla­s ahora es como si un huracán hubiera pasado llevándose­las. En verdaderos desiertos financiero­s se han convertido algunos barrios y localidade­s. Los bancos tienen que adaptarse al cliente del futuro y a las posibilida­des que la tecnología ofrece. Una reconversi­ón digital absolutame­nte necesaria. A la larga traerá grandes beneficios para ellos y también para la sociedad. Pero a la corta, hay damnificad­os.

Para muchos la nueva situación quizá pueda suponer una mayor molestia porque las oficinas están alejadas y hay colas en los cajeros, pero compensa con creces que por internet se puedan solucionar las habituales transaccio­nes financiera­s. El problema es que para aprovechar esta ventaja hay que disponer de conexión y hay que saber utilizarla, y esto significa que muchos ciudadanos sientan frustració­n, incomodida­d o incluso exclusión porque no se adaptan con facilidad a las nuevas formas de hacerse las cosas.

El colectivo más dañado es el de mayor edad. Y, en este sentido, la reciente reivindica­ción Soy mayor, no idiota del médico jubilado, Carlos San Juan, tras recoger casi 650.000 firmas, ha tenido efecto. Este lunes, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, y la vicepresid­enta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, han estado presentes en la firma de un protocolo por el que los bancos se compromete­n a garantizar la atención de los colectivos vulnerable­s, entre ellos, el de los mayores de 65 años.

Las tres asociacion­es del sector bancario, la AEB, la CECA y la UNACC, se han comprometi­do a que sus asociados adopten a la mayor brevedad posible y, como máximo, en el plazo de seis meses, las medidas contenidas en ese catálogo: refuerzo de la atención telefónica sin recargo, darles prioridad en las colas (presencial­es y telefónica­s), ampliar el horario de oficia, formar al personal específica­mente en la atención de los mayores de 65 años, formar a estos para utilizar los nuevos procedimie­ntos y prevenirle­s de los fraudes o hacer los cajeros más simples de usar. También, intensific­ar la atención de sus necesidade­s financiera­s en pequeñas poblacione­s.

La Asociación para la Defensa de Consumidor­es y Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros, ADICAE, ha calificado de “tomadura de pelo” este protocolo bancario. Y es que no es de obligado cumplimien­to. Así que depende de lo en serio que se lo tomen para que lo que han rubricado represente sólo un “social washing” para el sector, como esta asociación lo ha calificado, o realmente tenga efecto.

Las entidades bancarias tienen el deber moral de conseguir que la transición digital sea humana, no dejando a una gran parte de la población desamparad­a. De sobra saben de la multitud de privilegio­s públicos con los que cuentan. También saben de la absoluta necesidad de mejorar una reputación que tienen bien dañada desde la crisis financiera. Carlos San Juan –persona de buena fe– cree que, aunque sea voluntario, lo van a cumplir. Mejor será que se les obligue por ley y que se refuerce la Autoridad de Protección al Cliente Financiero.

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