Honor y presente en el cante jondo
● Manuela Carrasco y David Lagos ocupan desde ahora un lugar destacado al ser los primeros premiados en el certamen impulsado por Grupo Joly y Turismo Andaluz
“Todos los reconocimientos para el flamenco son pocos”, con estas palabras inició Eva Yerbabuena su discurso en el I Premio Andaluz del Flamenco, el certamen impulsado por Grupo Joly y Turismo Andaluz para poner en valor el papel que supone esta disciplina y potenciar su talento más allá de Despeñaperros. El escenario escogido para dar el pistoletazo de salida a estas distinciones no podía ser más acorde: el Teatro Municipal de la Chumbera, en Granada –que este año celebra el centenario del Concurso de Cante Jondo– con unas vistas espectaculares de otro de los monumentos (parafraseando a Yerbabuena) que llevan a Andalucía por todo el mundo, la Alhambra.
La coreógrafa ejerció como madrina de este nuevo galardón y de sus dos ahijados, la bailaora sevillana Manuela Carrasco y el cantaor jerezano David Lagos, que ya ocupan un lugar en la historia del certamen al ser los primeros en alzarse con esta distinción.
Como bien corresponde a una madrina, Eva Yerbabuena se deshizo en elogios hacia los dos premiados, comenzando por Manuela Carrasco, Premio Honorífico Andaluz del Flamenco, a la que calificó como “maestra de maestros, personalidad y f lamencura”.
La sevillana, hija del bailaor José Carrasco El Sordo y de Cipriana Salazar Heredia, comenzó en el mundo del baile como autodidacta, cuando, como señala Tamara García, “no existe otra manera de aprendizaje”. Apenas había cumplido Carrasco los diez años cuando ya estaba sobre un escenario –concretamente El Jaleo de Torremolinos– empezando a escribir una historia que le ha llevado a tablaos de todo el mundo.
Una historia que, también, la ha convertido en referente para las nuevas generaciones, incluida la propia Yerbabuena, que reconoció sobre el escenario de La
Chumbera que la ha admirado desde que empezó, reconociendo que deseaba “vestir y andar como ella”, al tiempo que admitió que “no existe ninguna artista que no la admire”.
Ya con el premio en la mano, y tras una cerrada ovación del respetable, la propia Carrasco admitió que era “un honor y un placer” este reconocimiento y le devolvió los cumplidos a Yerbabuena, a la que reconoció su humildad y su lucha como artista, pero especialmente “como persona”.
Durante su discurso, la sevillana también tuvo tiempo para repasar su carrera profesional, recordando que comenzó a bailar “por fatiga y por hambre”, pero que ahora lo hace “porque no puedo vivir sin el arte”, dijo antes de que su voz se cortase a causa del llanto, momento que aprovechó el publico para arropar con sus aplausos a la ganadora del Premio Honorífico Andaluz del Flamenco.
Y del baile, al cante. Tras Carrasco fue el turno de David Lagos, Premio Andaluz al Flamenco de Hoy, al que la madrina calificó como “luchador”, pues según Yerbabuena “no le da miedo cantar atrás para bailar”, pero tampoco “cantar delante, solo, grabar sus discos”. Pero, casi como una rabieta infantil, el jerezano contradijo a Yerbabuena, pues, ya con el galardón entre sus manos y colocado en el atril ante su público, sufrió de miedo escénico y fue incapaz de articular un discurso de agradecimiento.
Lagos reconoció que lo suyo es “expresarse cantando” y se marchó entre bastidores amenazando con regresar para “hablar desde la silla”. Tras unos minutos de descanso para entrenar la voz –dando así tiempo para el resto de discursos institucionales–, el cantaor regresó al escenario, esta vez acompañado de Alfredo Lagos, su hermano y compañero de fatigas (musicales).
Se arrancó David con Pregón del
miedo, proyectando su potente voz a todo el auditorio, que permaneció en un silencio sepulcral.
“Miedo / Nos venden miedo / Mucho miedo”, reza el pregón del jerezano, una letra que en estos días cobra un nuevo significado a la luz del conflicto bélico de Ucrania. Una situación que el artista no quiso eludir, al afirmar tajantemente que era inaudito que “tras el tiempo que hemos pasado encerrados por la pandemia, ahora comencemos una guerra”, al tiempo que criticó la falta de humanidad de la sociedad actual frente a la humanidad que caracteriza, según él, al arte del flamenco. Tras este alegato pacifista, el público se puso en pie por enésima vez, casi como si estuviese programado para ello, para arropar al artista con un sonoro aplauso.
Una vez había “echado fuera la música”, Lagos perdió ese miedo escénico del primer momento y, acompañado por el punteo de guitarra de su hermano, dedicó su premio: “A todos los que han caminado siempre a mi lado y a todos los artistas de los que he bebido”, entre los que se encuentra la propia Manuela Carrasco. Lagos la calificó como “referente” y reconoció que era “un orgullo” escribir su nombre junto al de la sevillana en la historia de estos premios de f lamenco.
Poco a poco, canción a canción, el jerezano, que se calificó a sí mismo como “un artista luchador, trabajador y enamorado del arte”, fue soltándose en eso de la oratoria y, en su particular discurso, dio la gracias a Grupo Joly y Turismo Andaluz por la puesta en marcha de estos galardones que permiten “a los guitarristas, a los cantaores, que estamos en esto porque lo amamos, sentir ilusión”.
Durante algo más de veinte minutos David Lagos mostró sus credenciales al Premio Andaluz del Flamenco y demostró, precisamente, que es el presente del flamenco, del mismo modo que Carrasco es la guardiana de la esencia del arte. Pero ambos, cada uno a su manera y en su área, son el vivo ejemplo de que aquel cante jondo que Lorca y sus amigos se propusieron sacar de las tabernas y llevarlo por todo el mundo, está más vivo que nunca cien años después.
David Lagos Cantaor
El flamenco habla de la humanidad, que es lo que estamos perdiendo estos días”
Manuela Carrasco Bailaora
Bailé por fatiga y por hambre, pero ahora lo hago porque no puedo vivir sin el arte”