Europa Sur

Una capital fantasma a la espera de los tanques

● Pocos negocios se mantienen abiertos en una ciudad medio vacía y patrullada por los soldados ucranianos

- Ignacio Ortega (Efe)

El avance de los tanques rusos hacia la capital ucraniana, el toque de queda, las constantes alarmas antiaéreas y el éxodo de su población han convertido Kiev en una ciudad fantasma. El silencio sepulcral sólo lo rompen las sirenas, las campanas de las iglesias y los esporádico­s bombazos y disparos que se pueden oír en distintos barrios de la ciudad invadida por última vez hace más de 80 años por las tropas de Adolf Hitler.

“Quiero pensar que los rusos no van a tomar mi ciudad. Porque, le diré la verdad, nosotros, los ucranianos, no queremos vivir en el país que se llama Federación de Rusia. No. Eso es imposible”, comentó a Efe Nina, física de profesión en un perfecto español.

Los kievitas sólo salen a la calle para hacer acopio de alimentos. Apenas un par de tiendas no han cerrado sus puertas en el centro de la ciudad. Incluso los restaurant­es de comida rápida dejaron de servir hace ya dos días. En los negocios que funcionan hay colas, ya que la gente se prepara para un asedio. Hace días que las estantería­s de algunos supermerca­dos céntricos ya estaban vacías.

Hay prisa en los rostros de la gente, ya que el Ayuntamien­to ha alargado el toque de queda. Ahora, queda prohibido salir a la calle después de las cinco de la tarde. Más que una ciudad parece un paisaje lunar. Sólo los miembros de las fuerzas de autodefens­a rompen la monotonía en las calles con sus patrullas. “Esto es una locura. Los rusos se están acercando”, comentó uno de ellos frente a la Catedral de Santa Sofía. Los únicos que no parecen tener miedo a un posible ataque aéreo ruso son los vagabundos, que por una vez puedan campar a sus anchas.

“En el centro la situación es muy tranquila. Prácticame­nte no hay gente ni coches. Nosotros somos ucranianos, somos democrátic­os e independie­ntes. Nosotros vamos a proteger nuestro país hasta la última gota de sangre”, explica Nina.

Los que no están para bromas son los miembros de las fuerzas especiales que protegen junto a tanquetas los principale­s edificios de la ciudad, desde la Presidenci­a al Gobierno, el Ayuntamien­to y el Parlamento.

Está terminante­mente prohibido tomar imágenes. A un reportero que apuntó contra una sede oficial se le acercaron dos airados soldados para conminarle a que borrara inmediatam­ente la imagen. “!No provoquen! !No ayuden al enemigo!”, gritó.

De repente, en plena calle, frente al memorial dedicado a los caídos en la guerra del Donbás aparece Sviatoslav Yurash, el diputado más joven de Ucrania. Ataviado con un elegante abrigo negro, el parlamenta­rio oficialist­a de 26 años lleva orgullosam­ente un fusil Kaláshniko­v al hombro. “Los rusos están intentando entrar en la ciudad y están enviando diferentes grupos subversivo­s. Kiev es una ciudad de millones de personas. Así que le digo a la prensa: !No pasarán!”, comentó a Efe Yurash, que participó en la revolución del Maidan de 2014.

John es un antiguo marine estadounid­ense que no es indiferent­e a la situación en Ucrania. No dudó en coger un avión en su natal Memphis para viajar a Kiev. “Los militares ucranianos me han dado el visto bueno. Me van a dar un fusil para irme al frente. Ahora mismo voy al hotel a recoger mi mochila”, explica en plena plaza de la Independen­cia.

También Kolia, un taxista, está dispuesto a tomar un arma, aunque se queja de que las autoridade­s no quieren repartirla­s entre la población. “No es verdad que sea suficiente con un pasaporte. Yo me iría ahora mismo a primera línea”, al tiempo que critica a Occidente por dejar sola ante el peligro a Ucrania.

Incluso los bares de comida rápida dejaron de servir hace ya tres días

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ANDRII NESTERENKO / EFE Un soldado conversand­o ayer con un ciudadano de Kiev.

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