Liderazgos de cartón piedra: de las primarias a la mesa camilla
● Pablo Casado fenece políticamente entre el hierro y el cinismo ● Las primarias: de la democratización a la ineficacia ● Sistema electoral, el otro debate pendiente
PABLO Casado era un líder que hace dos semanas se solazaba del resultado en Castilla León sin que nadie supiera bien por qué: salió debilitado y obligado a cambiar de socio, Cs por Vox. Era un joven líder que proclamaba el comienzo del nuevo ciclo político en España y le señalaba a Vox sus límites y principios mientras los barones tocaban las palmas y muchos medios lo consideraban el campeón de invierno. Hoy es un triste administrador vicario de un partido que espera, desde hace tiempo, a un líder de verdad. Se lo han ventilado entre los barones, el grupo parlamentario, los poderes económicos y sus propios medios. Sólo les ha faltado cazarlo a lazo y apiolárselo como a una ternera. Como escribe Moisés Naím, hoy el poder es “más fácil de obtener, más difícil de ejercer y más fácil de perder”. También el poder orgánico.
PRIMARIAS, ¿DEMOCRÁTICAS PERO INEFICACES?
Pero paremos el reloj de la semana. Las elecciones primarias en los partidos han demostrado dos cosas: que sirvieron como revulsivo para los militantes y simpatizantes democratizando la elección de sus líderes y, a la vez, que no siempre sirven para elegir a los líderes más capacitados. Además, el voto suele movilizarse frente a quienes controlan la organización, como si fuera el día de la venganza del militante.
Fueron un éxito de público y crítica en 1997 cuando el PSOE las implantó para elegir a su candidato a la presidencia del Gobierno. Josep Borrell le ganó a Joaquín Almunia, quien tenía el amparo del aparato del partido. Borrell, un año después, dimitió por un escándalo relacionado con dos ex asesores y Almunia, que ocupó su plaza, fracasó en las elecciones y también dimitió. Ciclo fallido. También Pedro Sánchez venció en las primarias frente a Susana Díaz, que estaba apoyada por la dirigencia histórica del partido y por poderes exógenos mediáticos y económicos. Y si echamos la vista atrás: Zapatero ganó su congreso porque sumó muchos apoyos que eran de Matilde Fernández para que no ganara José Bono. Y ganó Zapatero por nueve exiguos votos. Renglones torcidos.
Al PSOE, tras el fiasco de Almunia, quien por cierto después creció políticamente como comisario europeo, al PSOE no le salieron mal las primarias: tanto Zapatero como Sánchez alcanzaron la Presidencia del Gobierno. Y, por cierto, les fue peor en 2014 con Rubalcaba, quien tras la debacle de las europeas convocó un congreso extraordinario que resultó ser un artefacto de laboratorio mitad congreso mitad primarias orgánicas, con una consulta previa a los militantes pese a que las primarias abiertas estaban aprobadas por un Congreso, una conferencia política y habían sido convocadas en un comité federal. Le ganó a Carme Chacón por 21 votos. Pues les fue mal. Rubalcaba no llegó a la Presidencia del Gobierno y ya en 2011 obtuvo el peor resultado del PSOE hasta entonces (110 escaños) con la izquierda aún sin fragmentar salvo el pírrico tramo de IU, que sólo obtuvo 11 diputados.
COSPEDAL VS SÁENZ DE SANTAMARÍA
El caso del PP no difiere. Esta semana hemos visto cómo han empujado a Pablo Casado fuera de la carretera en una ceremonia cruenta (a hierro) y cínica (con aplausos). En realidad sólo han necesitado una coartada –y la insondable ineptitud de la gestión del caso de Ayuso por Casado y García Egea– para quitar de la presidencia a alguien en quien no creían. A la vez han sacado ya el palio para que Núñez Feijóo baje desde Galicia tan deseado como ungido. Es una rectificación del Congreso que perdió Soraya Sáenz de Santamaría. Ha sido así de fácil. A la vez, la presidenta de Madrid sale blindada y con un expediente tramitado y cerrado por su partido con el sello de “todo en orden” respecto a los negocios familiares. El viernes ya admitieron desde la Comunidad de Madrid que el hermano de Ayuso se embolsó 283.000 euros, aunque lo redujeron al nivel de “argumentario para tertulianos”. Tal es el nivel. Y aunque la Fiscalía difícilmente va a convertir su investigación en reproche penal alguno, Ayuso también lleva sus cicatrices. Aunque sea en el capítulo de la ejemplaridad que mencionó su ya ex líder y ex amigo. En eso acertó Casado y le convenía no haberlo dicho.
Pero los hechos son que Pablo Casado sólo pudo ganar el congreso pos Rajoy gracias a la disputa enconada entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, que había traspasado lo político para instalarse en el rencor personal. Cospedal, eliminada en la primera manga, dio sus apoyos a Casado –que ganó por casi 500 votos– para evitar el triunfo final de la ex vicepresidenta. Casado venció además con un discurso más a la derecha. Prometió regresar a la Ley del aborto de 1985 y endurecer las leyes penales contra los independentistas. En definitiva, salvo excepciones, esas alianzas a la contra proporcionan satisfacción a quienes las promueven al ver a sus enemigos morder el polvo pero no alumbran liderazgos fuertes. Las primarias son el cauce más legitimo y democrático ¿pero es el más eficaz para designar al líder de los partidos?
EL IMPOSIBLE REGRESO DE LAS MESAS CAMILLA
Con los tiempos que vivimos es casi imposible que un partido vuelva al sistema de la mesa camilla o las cooptaciones y la fontanería de aparato para elegir a su líder. Pagaría caras las consecuencias. Justo cuando el desprestigio de la política galopa, cualquier medida involucionista respecto a la participación de la militancia y de los ciudadanos sonara a herejía. Pero también digamos que en puridad es el sistema democrático más acreditado e indiscutible respecto a su procedimiento y significado. No respecto a sus resultados.
Los partidos también se rigen por sus propios códigos no escritos ¿por qué ha manejado Feijóo la crisis del PP sin que nadie le mire sus galones ni le pida certificados? Se llama autoridad moral. La que le da haber ganado cuatro veces con mayoría absoluta, la de haber exhibido durante mucho tiempo una trayectoria razonablemente coherente y sobre todo la de haber sido el deseado con mayor unanimidad tras la salida de Rajoy. No quiso, y ahora va a tener que ser quiera o no quiera. Su zona de confort gallega se le agota, justo cuando al PP gallego le va a tocar combatir el ciclo alcista de Vox. De él se espera más sentido de Estado: ya viene de
vuelta y con poco que demostrar. Se la jugará también con su posición respecto al partido de Santiago Abascal. En todo caso, podía haberle ahorrado muchos minutos basura a su partido.
Y EL SISTEMA ELECTORAL
El otro asunto crucial en la organización de la vida institucional y política es el sistema electoral, que si bien favorece a los partidos mayoritarios (PSOE y PP) también lo hace con aquellos que concentran mucho el voto, como es el caso de los partidos nacionalistas en el País Vasco y en menor medida en Cataluña. Ya en la Ley para la reforma política (1977), el texto que dinamitaba las estructuras del franquismo, se estableció un sistema proporcional derivado de la Ley D´Hondt para el Congreso que hace que los votos no valgan igual en cada provincia.
Posiblemente cuando se aprobó la Loreg (1985) con buena voluntad se pensaba que la mejor forma de acercar a los nacionalistas a la construcción de un Estado moderno era acercarlos y procurar que se sintieran concernidos por los retos comunes del país. El problema es que, con los años, el nacionalismo catalán pasó de cooperar con la gobernabilidad de España –con el PSOE y PP– siempre a cambio de sustanciosas contrapartidas, eso sí, a devenir en independentismo y traicionar cualquier proyecto común con el resto de españoles. El nacionalismo vasco, siempre más centrado e institucional y sin perder el foco de sus intereses, ha sido digamos más fiable, con la excepción de las épocas de Arzalluz e Ibarretxe, que parecían estar en otra alineación. Pero en general, con Urkullu, Ortúzar y Aitor Esteban (siempre que no se les discuta ni el concierto ni el cupo, claro) se puede contar con ellos razonablemente.
SÓLO DOS PREGUNTAS
Dos preguntas. Una es si España se puede permitir fotos como la de la reforma laboral: salió adelante con el voto favorable de diez partidos, la participación estelar de dos tránsfugas y el error telemático de un diputado. La segunda pregunta que se formulan especialistas y observadores de todo pelaje es si deben continuar teniendo representación en el Congreso (en el Senado, sí) partidos regionalistas, nacionalistas e independentistas que sólo representan los intereses de una parte del territorio cuando se supone que en la Cámara baja cada partido representa a toda la nación. La imposición de la idea del territorio sobre la de ciudadanía es una mala noticia. Malos tiempos para debates importantes que exigen decisiones importantes y, por lo tanto, líderes importantes.