Doñana: secretos de un rincón único
● El Parque Nacional esconde en sus entrañas numerosos tesoros todavía inexplorados e historias que faltan por contar ● Una fauna singular reina en un espacio habitado desde hace milenios
Tartésicos, fenicios, romanos y árabes tienen algo en común, y es que estos pueblos con costumbres tan dispares y diferentes épocas de existencia, ocuparon el sureste de la Península Ibérica, en concreto, el actual Parque Nacional de Doñana. Huelva, Sevilla y Cádiz recogen este espacio donde Abel Gallango Molín, guía del Parque Nacional de Doñana, pasa los días enseñando sus maravillas naturales a los visitantes. Después de ocho años trabajando en uno de los paraísos más bonitos que ha construido la madre naturaleza, al guía se le ha ido haciendo el cuerpo y reconoce que “para mi es un privilegio poder pasear por el parque, conocer toda su historia y aprender cada día más”.
Hoy, Doñana es un lugar cambiante con cuatro ecosistemas ricos en fauna y f lora, y con diferencias sustanciales que hacen que este paraje tenga un valor incalculable. Curiosos de todos los puntos del planeta se acercan a este rinón de la península para poder contemplar el envidiable paisaje, sobre todo paisanos del norte de España, donde Doñana está muy bien valorado. Será el calor del sur y sus playas lo que atrae a estos visitantes. Según Gallango, “no sabemos lo que tenemos en nuestro país” y decidido a cambiarlo, con su carné de autobús, comenzó a enseñarle este paraíso natural al mundo.
Para contar la historia de Doñana se podría empezar por el Homo Neanderthalensis, la invasión romana o la dictadura de Franco, pero para entender por qué el parque tiene esa esencia hay que echar la mirada no muy atrás.
A finales de siglo XVII, Doña Ana de Silva y Mendoza, hija de los príncipes de Éboli y duques de Pastrana, se afincó en las tierras del actual Parque Nacional, dejando su nombre como legado. Junto a su marido, el VII duque de Medina Sidonia, vivieron en el Palacio de las Marismillas e hicieron de la zona un coto de caza privado para la familia, una de las más poderosas de las castellanas de la época. Sus títulos como duquesa de Medina Sidonia, marquesa de Cazaza, condesa de Niebla y señora de Sanlúcar se vieron ensombrecidos por los quehaceres de su marido que, como buen colaborador del rey, lideró la Armada Invencible con intención de invadir Inglaterra. La travesía acabó en tragedia con casi toda la flota hundida. El duque se resguardó avergonzado en su coto de caza y comenzó a organizar numerosas fiestas para recuperar la confianza del rey. La arrogancia del marido de Doña Ana hizo que tuvieran que vender su querida finca al duque de Tarifa, pero su huella ha quedado en la historia bautizando el parque con el nombre de la marquesa. Francisco Borja Barrera, doctor en Geografía Física por la Universidad de Sevilla, declara que “en nuestro país hay realmente territorios que encierran misterios en sí mismos, y Doñana es uno de ellos, donde cuesta mucho separar la historia del mito”.
Antes de ser Parque Nacional, Doñana fue coto de caza pero, si se vuelve miles de años atrás, también fue el hogar de los neandertales. Gracias a las condiciones climáticas del lugar, con reservas de agua dulce y abundante pasto, esta especie ya extinguida se afincó en la zona donde desapareció con el tiempo debido a su endogamia. Y aunque ahora solo podamos encontrar pequeños mamíferos, milenios atrás, habitaban allí elefantes de colmillos rectos, que vivieron en el sur de Europa continental, siendo la última especie de estos grandes paquidermos.
Un lugar con miles de sorpresas, donde las huellas de estos homínidos adultos y de crías de elefante han quedado fosilizadas y descubiertas en Matalascañas, donde la abundancia de recursos y el clima benigno, mientras media Europa se encontraba helada, hizo atractiva la zona de Doñana hasta para estas especies extinguidas. Si se piensa, tampoco es tan diferente a lo que pasa en la actualidad, del norte se viaja al sur, huyendo de climas gélidos y buscando las buenas temperaturas al lado del mar.
Joaquín Rodríguez Vidal, catedrático de Geodinámica y Geomorfología de la Universidad de Huelva cree que “es importante resaltar que nos encontramos ante un yacimiento en zona costera donde los neandertales no tenían más remedio que vivir al aire libre, dejando a un lado el abrigo rocoso en el que solían establecerse ”. Y es que a los neandertales les gustaba tanto el clima, que incluso se terminaron acostumbrando.
Aunque la huella de estos homínidos no se borrará jamás, son los ánsares los que ahora marcan las arenas de Doñana en busca de cobijo y alimento. Este ave migratoria se ve amenazada por los antepasados del parque, que fue empleado como coto de caza. Aún se puede encontrar mucho plomo de los cartuchos de las escopetas esparcidos por la arena, lo que pone en peligro la vida de este particular ave. Para poder abrir los frutos, cogen arena con el pico para tener más fuerza en su mandíbula, pero normalmente el plomo se cuela en su tracto digestivo y mueren intoxicados. “Este hecho impacta a todos los visitantes del parque cada vez que se lo menciono y son muchos los paisanos que se ofrecen a recoger el plomo de las arenas”, señala Abel.
A pesar de la amplia protección de la que goza, Doñana ha sufrido grandes catástrofes originadas por los cambios medioambientales y la mano del hombre. Sequías e incendios han arrasado miles de hectáreas de la zona, que aún, a día de hoy, están siendo rehabilitadas. “Todo ha sido penoso, las lagunas peridunares, una de las razones por las que Doñana se declaró reserva de la Biosfera, han cambiado su naturaleza. Y aquellas más cercanas a Matalascañas son ahora ecosistemas terrestres. Eso no se puede revertir, el desastre ya está hecho”, critica Laura Serrano, investigadora del departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Universidad de Sevilla.
Según Francisco de Borja, “el clima de la zona en la que está situado el Parque Nacional es mediterráneo, donde la sequía es un fenómeno recurrente, por lo que la fauna y la flora están adaptados a él, pero hay que tener en cuenta que el estrés hídrico puede repercutir en el funcionamiento del sistema natural”. En cambio, el doctor quiere destacar “la tendencia a la aridificación que provoca menos precipitaciones totales, temperaturas medias más elevadas, mayores niveles de evapotranspiración... afectarán con modificaciones a los diferentes ecosistemas”.