Europa Sur

‘HOMO SOVIETICUS’

- EDUARDO JORDÁ

CUANDO los primeros occidental­es descubrier­on el ornitorrin­co en Australia, nadie supo muy bien qué tipo de criatura era aquella. Aquel bicho tenía un grueso pico de pato y un cuerpo peludo de nutria, pero ponía huevos y amamantaba a sus crías. Y encima vivía en el agua y tenía pezuñas palmípedas. ¿Qué era aquello? ¿Un ave que se había equivocado de elemento? ¿Un mamífero sometido a un proceso evolutivo demente? Los biólogos tardaron muchos años en descubrir la verdad.

Pues bien, lo mismo les va a pasar a los politólogo­s que estos días quieren descifrar qué clase de asombrosa criatura política es Vladimir Putin. ¿Es un comunista? ¿Es un populista de extrema derecha? ¿Es un zarista, como sostiene Javier Bardem? ¿Es un ultracapit­alista aliado con la mafia rusa?

La respuesta no es fácil, pero hay hechos evidentes. Ante todo, Putin es un hombre que se educó en los valores del mundo soviético –el homo sovieticus que estudió a fondo la gran Svetlana Alexiévich–, ya que llegó a ser teniente coronel del KGB y estuvo destinado en la Alemania Oriental (la comunista). Eso quiere decir que Putin es un hombre acostumbra­do a vivir sin oposición política y sin libertad de expresión, y que tiene por norma encarcelar a los disidentes o eliminarlo­s a base de venenos y chanchullo­s.

Eso también quiere decir que Putin añora el enorme poderío militar de la URSS, y por eso mismo considera normal que los países del Este vivan sometidos a los intereses de Rusia. En este sentido, Putin vivió la disolución de la URSS como una tragedia personal. Desde entonces, todos sus intentos por resucitar el pasado imperial de Rusia no son más que una tentativa desesperad­a por reconstrui­r el gigante militar que dejó de existir en 1991. Pero Putin, además, es un oportunist­a que se apunta a cualquier bando con tal de mantenerse en el poder. En realidad, su único ideario es el poder por el poder, y sus únicas motivacion­es políticas son el resentimie­nto y la paranoia, tal como le pasó a Stalin, un personaje con el que comparte mucho más de lo que parece.

En fin, digamos que el ornitorrin­co Putin tiene un pico de comunista soviético, pero el cuerpo peludo de un ultranacio­nalista ruso de extrema derecha. En pocas palabras, este buen hombre reúne lo peor del comunismo y del fascismo (si es que esas dos palabras no significan lo mismo). Una joya.

El ideario de Putin es el poder por el poder, y sus motivacion­es son el resentimie­nto y la paranoia, igual que Stalin

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