Charo López, de musa erótica a icono de feminismo
Ganadora de un Goya y arquetipo de mujer valiente, presenta un documental sobre su vida y su trayectoria
Su intensa y enigmática belleza y el cine del destape la convirtieron en mito erótico de la Transición pero Charo López supo reinventarse a partir de los 80 para convertirse en icono de mujer libre, valiente y pasional. Así lo cuenta ella misma en el documental Me cuesta hablar de mí, dirigido por Chema de la Peña, un repaso a su trayectoria vital y profesional que se estrenará mañana en algunas salas de cine y el domingo en el programa Imprescindibles de La 2.
En un coloquio en la Academia de Cine la noche del lunes, la actriz aseguró que ésta ha sido una de las contadas ocasiones en las que se ha sentido cómoda hablando de su vida; eso sí, le marcó tres líneas rojas a De la Peña: nada de hombres, de Almodóvar, ni de sus desavenencias con Interviú. “Lo de Almodóvar no lo voy a contar nunca, le tengo un enorme respeto”, sostiene Charo López. El manchego la ofreció en su día protagonizar Matador (1986) pero ella lo rechazó, aunque años después aceptó un papel en Kika (1993).
Aunque hizo sus pinitos en el teatro universitario, su primera experiencia profesional llegó de un modo casual cuando, a través de su primer marido, conoció a Gonzalo Suárez y éste la quiso para la que también era su primera película, Ditirambo (1969). Por aquel entonces trabajaba como maestra y tras sus estudios de Filosofía y Letras –en una época en la que era raro que las mujeres entraran en la Universidad– se había traslado a Madrid para casarse con el crítico de cine Jesús García Dueñas. Esa primera toma de contacto con un cine libre y diferente le inocularon las ganas de más y se matriculó en la Escuela de Cine.
Su carrera se desinfla en los 70, rueda algún spaghetti western y se refugia en la televisión, donde se curte en Estudio 1. Llega el cine del destape y Charo López se convierte en el nuevo mito erótico de la Transición tras saltar a las portadas de todas las revistas. Representa un arquetipo de belleza misteriosa, inteligente y en cierto modo inalcanzable. Algunos la ven como la Ava Gardner española.
Pero la actriz se siente frustrada y a los 36 años se plantea dejarlo todo y volver a la enseñanza. “He dicho que no a grandes directores por el tema de los desnudos, es algo que siempre me ha producido horror”, asegura.
Fue la televisión lo que cambió su destino. Mario Camus la convirtió en Mauricia la Dura en su adaptación de Fortunata y Jacinta lo que hizo que le llegaran más papeles de mujeres liberadas, descaradas, rebeldes. Los gozos y las sombras (1982) fue su mayor éxito y su consolidación como actriz. “Fue algo definitivo para mi, la popularidad es lo mejor del mundo”, dice.