UNIDAD EN TORNO AL PUERTO DE ALGECIRAS
UNO de los grandes puntales de la economía del Campo de Gibraltar, el Puerto de Algeciras, afronta este 2022 una situación muy compleja cuya resolución positiva requerirá de decisiones tan meditadas como audaces y de la complicidad de muchos actores, empezando por eso que venimos a llamar el tejido político, empresarial, sindical y social de la comarca. A grandes rasgos, el Puerto tiene ante sí el problema de la entrada en vigor gradual, a partir de 2023 y hasta 2026, del sistema europeo que controlará y gravará las emisiones de CO2 en el transporte marítimo. Será a través del Emissions Trading System (ETS), un mecanismo al que se sumará en 2025 el Fuel UE para el uso de combustibles más eficientes y la reducción de las emisiones de dióxido de carbono. Las cuentas de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Algeciras (APBA) indican que la puesta en marcha de ambas iniciativas sin más contemplaciones provocaría una pérdida del 60% de las mercancías en transbordo; muy probablemente irían a parar a Tánger-Med, que en 2021 alcanzó los 7 millones de contenedores (frente a los 5 de Algeciras) y que tiene capacidad para llegar a 11. La supresión paulatina de las fuentes contaminantes es un reto al que la UE no debe dar la espalda para contribuir a revertir el cambio climático. Sin embargo, los 27 tienen que ser conscientes de que esta batalla en favor del medio ambiente, planteada en solitario ante países del Mediterráneo sur como Marruecos, Egipto o Turquía, puede ser no solo inútil a efectos ambientales, puesto que los buques con mercancías en transbordo seguirán lanzando al aire sus emisiones, sin frontera alguna que impida que las respiremos, sino que puede suponer también la ruina de los puertos europeos. El de Algeciras calcula la pérdida de 1.600 puestos de trabajo directos, hasta 4.200 en un ámbito territorial más amplio, y de 300 millones de euros anuales. Hay un factor más a tener en cuenta, bien traído y puesto sobre la mesa por el presidente de la APBA, Gerardo Landaluce: la pérdida de peso del Puerto de Algeciras en la cadena logística (el peligro es igual para los muelles de Valencia o Barcelona) conllevaría un desplazamiento a terceros países del control sobre las mercancías, con el riesgo que eso supondría a la larga para las exportaciones e importaciones españolas. Por si no bastase, en la Bahía de Algeciras no existe, ni a corto, ni a medio o largo plazo, una alternativa viable de suministro no contaminante para la propulsión de los buques. Hasta hace bien poco la gran esperanza era el gas natural licuado (GNL), hasta el punto de que estaba prevista la instalación en Palmones de una planta para abastecer a los grandes barcos y de que también se pensó en otra similar en Isla Verde, en Algeciras. De hecho, para 2022, una cuarta parte de los barcos que se botasen iban a usar GNL, pero la zozobra normativa en torno al uso de los combustibles de origen fósil y, ahora, la amenaza rusa sobre el suministro de gas al resto de Europa hace que esos planes estén en el aire. Sobre el papel, el mundo se moverá en un futuro gracias al hidrógeno verde, si bien casi todo está por construir en ese ámbito. Es necesario actuar y movilizarse en todos los frentes para que la Comisión Europea flexibilice los plazos marcados para activar el ETS, al menos, hasta que las alternativas al transporte marítimo actual no sean una realidad. De las obras del tren y del Puerto hablaremos, de nuevo, otro día.
El Puerto de Algeciras calcula la pérdida de 1.600 puestos de trabajo directos y de 4.200 en un marco más amplio