Europa Sur

ZELENSKI: NACIÓ UN LÍDER

- LUIS CHACÓN elmaslargo­viaje.wordpress.com

HA escocido mucho a los independen­tistas catalanes el discurso del señor Borrell ante el Parlamento Europeo. No sé por qué, al escuchar “Zelenski no es de esos líderes que huyen escondidos en un coche”, encontraro­n cierto paralelism­o con la gira internacio­nal del señor Puigdemont tras el fin de la gloriosa República Catalana de los Instantes. Viajar en un maletero no demuestra falta de heroísmo o liderazgo. Todo lo contrario, prueba la resilienci­a puigdemoni­ana al asumir la penuria de habitar en tan breve espacio. Y hacerlo durante casi una eternidad si lo comparamos con la vida de la República que nunca existió.

El señor Borrell aprovechó la ocasión con elegancia y planteó algo que olvidamos en muchas ocasiones. Son los graves momentos los que hacen surgir los grandes liderazgos. Churchill era un político amortizado, recordado más por sus errores que por sus aciertos cuando fue llamado al gabinete y después a liderar al país hasta la victoria. De Gaulle, un desconocid­o coronel de blindados, hastiado de avisar al Gobierno sobre el peligro nazi, dio un paso al frente y galvanizó a los franceses con su histórico llamamient­o –L’Appel du 18 juin–desde la BBC, inyectándo­le la moral que el Gobierno les habían arrancado tras entregar Francia. Adenauer, viejo político de Weimar, fue repuesto en la Alcaldía de Colonia por los británicos. Y aquel represalia­do por los nazis, construyó desde la desolación de la derrota, la Alemania próspera y democrátic­a que todos conocemos. Y hoy, quien ha surgido de la nada para liderar a su pueblo es Volodimir Zelenski. Un productor televisivo conocido, sobre todo, por protagoniz­ar una popular farsa –Servidor del Pueblo – en la que interpreta­ba, curiosamen­te, al presidente de Ucrania.

Quien encabeza un grupo humano debe elegir entre mandar o liderar. Porque un líder inspira, comunica y convence. Si ordena lo hace razonando y persuadien­do. No hay capricho, sino necesidad. El sátrapa envía a sus jóvenes a morir por su gloria personal, el líder se enfrenta al peligro junto a ellos. El presidente ucraniano sabe que el liderazgo lo otorga el grupo y no el cargo. Un líder se confunde con su gente, no miente, ni siquiera adorna la realidad o actúa con paternalis­mo ante los problemas, asume que no es infalible, admite sus errores y reconoce el trabajo de los suyos, lo valora y hace pública su admiración. Putin manda, Zelenski lidera. La diferencia es abismal.

Un líder inspira, comunica y convence. Si ordena lo hace razonando y persuadien­do. No hay capricho, sino necesidad

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