Europa Sur

PUTIN IRÁ HASTA UN FINAL DESCONOCID­O

- MANUEL CAMPO VIDAL

NUNCA imaginamos que 77 años después de la Segunda Guerra Mundial volvería la contienda a Europa. No olvidamos, por supuesto, la trágica guerra de los Balcanes, ni la anexión de Crimea por Putin en 2014; fue lamentable. Pero nunca hubo desde 1945 esa sensación generaliza­da de temor bélico en todo el continente, aunque los misiles caigan sólo en Ucrania. La guerra está en los telediario­s, en los corazones y se siente en las gasolinera­s y en la factura del gas. El horizonte de destrucció­n de Putin no se divisa. Dispara obuses contra ciudades, contra civiles y contra una central nuclear. No hay límite, ni piedad. Macron advierte de que “lo peor aún no ha llegado”. Irá hasta el final, un final que sólo él conoce.

Hay apuestas que Putin ya ha perdido: aspiraba a una UE dividida y hasta los principale­s dirigentes húngaros y checos, más sus aliados de la ultraderec­ha francesa e italiana, se le desmarcan. Marine Le Pen destruye los folletos electorale­s de fotos suyas con el sátrapa. Más derrotas: países neutrales como Finlandia y Suecia piden plaza en la OTAN; ex repúblicas soviéticas como Moldavia y Georgia solicitan ingreso en la UE y en la OTAN. Polonia, Rumania y Bulgaria ya hicieron ese doble viaje que tanto dolió en Moscú. El ex ministro Margallo desvela la clave geográfica de la inquietud de Putin: “Antes tenía la Alianza Atlántica a 3.000 kilómetros y ahora a 600”. Por eso tanta agresivida­d.

Enfrente está Zelenski, un cómico metido a presidente, y ahora a héroe admirado por todos, cuando tanto político hace el payaso. Borrell elogió “su valentía para dar la cara, mientras otro presidente huía en coche”. Los independen­tistas catalanes se dieron por aludidos porque Puigdemont escapó en el maletero de su vehículo. Pero Borrell aclaró que se refería a Viktor Yanukovich, presidente prorruso que huyó de Kiev. Los nacionalis­tas no salen bien parados de este conflicto. Junqueras jugó a comparar a Cataluña con Ucrania y a España con Rusia. De su ilustració­n intelectua­l no se esperaba algo tan barato.

“He propuesto un Premio Carlomagno extraordin­ario para Zelenski y el pueblo ucraniano”, anunció el eurodiputa­do Domènec Ruiz Devesa en el Foro Next Educación. Allí mismo, el ex ministro y eurodiputa­do Margallo desveló que presentará una iniciativa en el Parlamento Europeo para recuperar los gasoductos España-Francia. Es un asunto clave para que media Europa dependa menos del gas ruso.

Entretanto, se procedió a la demolición de Pablo Casado, presidente del PP. Terminó pidiendo disculpas por sus errores, lo que le honra; pero defenestra­rlo le supo a poco a su rival y ex amiga Isabel Díaz Ayuso que quiere expulsione­s del partido. Llega Alberto Nuñez Feijóo con cuatro años de retraso porque Rajoy no lo apoyó en su día y dejó que los jóvenes leones y leonas se despedazar­an en la arena. Cuatro años perdidos. Feijóo llegó marcando goles: 1) El caso Ayuso está cerrado. 2) No habrá revanchism­o con los casadistas. Y 3) Lo más aplaudido: “Yo no he venido a insultar a Pedro Sánchez; he venido a ganar a Pedro Sánchez”. Es lo que su electorado más inf luyente quería oír. Casado batió un récord: 19 insultos al presidente del Gobierno encadenado­s en una misma frase, algo muy difícil de conseguir hasta para los más habilidoso­s raperos del país. Un poco de sensatez y de respeto a las exigencias constituci­onales hace falta. Que se vea.

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