Europa Sur

Fin de un lastre para la Corona

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LA carta dirigida por Juan Carlos I a su hijo, en la que expresa su voluntad de continuar residiendo en Abu Dabi y de viajar con frecuencia a España, pone fin a una situación de excepciona­lidad que afectaba a la Corona desde que se produjo la abdicación en 2014 y que se agudizó con su salida del país en agosto de 2020. Despejado el horizonte judicial de don Juan Carlos con el archivo acordado por la Fiscalía General del Estado de las investigac­iones de que era objeto, había llegado el momento de normalizar su situación y de que ésta dejara de ser un problema y un lastre para el desenvolvi­miento de la actividad del jefe del Estado. A partir de ahora queda claro ante la opinión pública que si el Rey emérito reside en el extranjero es por su propia voluntad y por razones que sólo a él competen, y que cuando viaje a España lo hará como ciudadano privado y sin utilizar ni medios ni residencia­s del Estado. Y que si en algún momento decidiera fijar su residencia en España lo haría bajo las mismas premisas de privacidad. Aclarado estos extremos, en absoluto menores, la carta de don Juan Carlos incluye dos aspectos que no pueden pasar desapercib­ido. El primero es la asunción, implícita, del relato que sobre sus actividade­s hacía la Fiscalía y el segundo, su propia reivindica­ción del papel fundamenta­l que jugó en la devolución de las libertades a los españoles. Sobre la primera de las cuestiones, el Rey emérito “lamenta” los “acontecimi­entos pasados de mi vida privada” que trascendie­ron a la opinión pública. Es lo más cercano a una disculpa que ha expresado y como tal debe ser asumida por la ciudadanía y la clase política, una vez que ha quedado manifiesta la falta de responsabi­lidad penal. Sobre su papel en la Transición no cabe ninguna duda y es lógico que don Juan Carlos lo ponga de relieve en estos momentos. Cuando la Historia tenga que hacer un juicio de su actuación, quedará claro que pesa mucho más lo que hizo por la convivenci­a de los españoles que los errores e irregulari­dades que han salpicado la última etapa de su vida.

Despejado el horizonte judicial de don Juan Carlos, era necesario poner fin a una situación que suponía un problema para el normal desenvolvi­miento del Rey

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