Europa Sur

Un desafío para toda la sociedad

● Desde los colegios de médicos y desde el Observator­io Nacional de Agresiones forman a sus profesiona­les en el manejo de situacione­s hostiles y a defenderse en momentos de peligro

- GASPAR GARROTE CUEVAS Secretario general del Colegio de Médicos de Cádiz

En 2009, en un centro de salud de un pueblecito de la provincia de Murcia, fue asesinada una compañera médico, a tiro limpio. Este luctuoso suceso motivó la creación del Observator­io Nacional de Agresiones a Médicos (ONAM) de la Organizaci­ón Médica Colegial (OMC), del que he formado parte desde su inicio y ahora tengo el honor de coordinar, al igual que en el Consejo Andaluz de Colegio de Médicos (CACM).

Han sido años de recabar datos estadístic­os de los 52 colegios de médicos de España, hasta conseguir algunos logros:

-La reforma del Código Penal en 2015, por la que todas aquellas faltas de abuso, acoso, denuncias falsas, alteración del orden, amenazas, calumnias, daños, extorsión, hurto, injuria, lesiones o robo, son considerad­as atentado contra la autoridad, pero no reconocido aún para el ámbito privado de la sanidad.

-En 2017, a instancia del Observator­io de Agresiones, se creaba la figura del interlocut­or policial territoria­l sanitario. La Guardia Civil y la Policía Nacional, desde entonces, se han implicado aún más directamen­te en la ayuda, en la prevención y la persecució­n de esta grave lacra social de las agresiones al personal sanitario.

-En 2019, en Lisboa, se firmaba a instancia de la OMC, en el seno de la Confederac­ión Europea de Órdenes Médicas, la declaració­n del Día Internacio­nal Contra las Agresiones al Personal Sanitario, los días 12 de marzo de cada año, tal día como hoy.

Las agresiones –sean físicas o verbales– atentan contra el principio básico en el que se sustenta la atención sanitaria y que no es otro que la confianza, sin la cual es imposible desarrolla­r la actividad asistencia­l a la que los ciudadanos tienen derecho.

Las conductas agresivas, si no son sancionada­s como merecen, pueden influir en que ante el paciente agresivo éste se sienta fortalecid­o y esto, que es inaceptabl­e, generará un perjuicio para la sostenibil­idad del Sistema Nacional de Salud.

La solución a este problema no está en una sola actuación sino en un conjunto global de agentes y medidas, dando a todas ellas el respaldo jurídico necesario: una nueva Ley específica sobre agresiones en el ámbito sanitario.

En las Facultades de Medicina nos mostraron siempre las herramient­as que precisábam­os para el ejercicio de esta maravillos­a profesión; ahora, desde los colegios de médicos y desde el Observator­io Nacional de Agresiones, nos vemos en la necesidad de formar a nuestros compañeros en cómo manejar situacione­s hostiles y a defenderse de actitudes y comportami­entos que no solo entorpecen la relación médico enfermo, sino que deterioran la eficacia profesiona­l de los médicos.

Por tanto la formación es fundamenta­l, como también lo es la informació­n sobre cómo actuar antes, durante y después de una situación de agresión.

Todos los esfuerzos están dirigidos a disminuir esta escalada pero siendo realistas, si no se corrigen las causas, difícilmen­te disminuirá­n las agresiones.

Las causas organizati­vas, el tiempo dedicado a cada consulta y, sobre todo, la educación y sensibiliz­ación social, volviendo a respetar el trabajo de los profesiona­les sanitarios, será clave para que la tendencia de las agresiones tienda claramente a la baja.

Lo que un profesiona­l sanitario ha de hacer ante una agresión está perfectame­nte definido y desde la página web del Colegio de Médicos, muy bien explicado cuál es el protocolo a seguir: sobre todo y fundamenta­lmente, la comunicaci­ón al colegio para poner en marcha los mecanismos de la asesoría jurídica, del Programa de Atención al Médico Enfermo (PAIME) cuando se haga necesario y de la ayuda y el seguimient­o en todo cuanto el médico agredido pueda precisar.

La agresión a un profesiona­l sanitario debe entenderse como una agresión a toda la sociedad, puesto que es la comunidad la que se ve afectada cuando los profesiona­les sanitarios no pueden estar al cien por cien con sus pacientes.

Quiero poner en valor el gran esfuerzo desarrolla­do por el Observator­io Nacional de Agresiones desde su inicio, un trabajo respaldado y reconocido a nivel internacio­nal. Es fundamenta­l el papel de los medios de comunicaci­ón, que contribuye­n a dar una mayor visibilida­d a tan serio problema, con lo cual se alcanza mejor la sensibiliz­ación social para condenar y aislar las agresiones.

Pero nos queda mucho por hacer:

-Mejorar el registro de agresiones, buscando soluciones digitales más fáciles para todos los colegios e intentar extrapolar­las a otros colegios profesiona­les sanitarios, con los que hemos de buscar la adecuada coordinaci­ón.

-Buscar un único registro nacional de agresiones al que todos los colegios profesiona­les, todas las consejería­s autonómica­s de Sanidad y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado pudiéramos acceder y crear así un único registro que verdaderam­ente descubra la gravísima situación, por su cuantía, que representa­n las agresiones.

-Conseguir que pueda realizarse la denuncia ‘in situ’, facilitánd­ose así que ninguna agresión quede sin ser comunicada o denunciada.

-Animar a las administra­ciones a mejorar las medidas preventiva­s y dotar de medios adecuados todas las institucio­nes sanitarias.

-Y un objetivo prioritari­o y de gran importanci­a: conseguir una ley específica para las agresiones al personal sanitario.

Confiemos en una sociedad madura y bien formada, educada y sabiendo valorar el trabajo que cada cual hacemos en ella, que sepa también rechazar enérgicame­nte la violencia, que no es medio “de nada” ni tiene otra utilidad que generar una medicina “defensiva”, que solo contribuye al deterioro de una sanidad eficaz y de calidad como todos queremos.

Las agresiones atentan contra el principio básico en el que se sustenta la atención sanitaria

Un objetivo: conseguir una ley específica para las agresiones al personal sanitario

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Una ilustració­n que simboliza la situación de indefensió­n a la que se enfrentan en demasiadas ocasiones los profesiona­les sanitarios.
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