Europa Sur

Terremoto en la cesta de la compra

- T. Monago

● La guerra en Ucrania ha roto el mercado de las materias primas y disparado las cotizacion­es de trigo, maíz y girasol ● Eso afectará a una gran variedad de productos: pan, conservas, salsas y mayonesas, fritos, patatas, ‘snacks’, bollería, galletas, carne, leche o huevos

Una bomba atómica. Es una metáfora, evidenteme­nte, pero así resume un directivo la situación generada en el sector agroalimen­tario por la guerra en Ucrania. Hay incertidum­bre, miedo, pánico incluso, en muchos actores de la cadena agroalimen­taria y nadie sabe lo que va a pasar. El riesgo de desabastec­imiento de algunos productos, como el girasol o el maíz, es real, pero es posible que se subsane si se toman medidas rápidas. Lo que no se va a corregir, a corto y medio plazo, es la subida desbocada de los precios que llegará –en un contexto que ya es de alzas por el alto precio de los combustibl­es y los fletes– a la cesta de la compra. Y esto afectará a muchos productos: aceite de girasol (y de oliva por contagio), pan, conservas, salsas y mayonesas, fritos, patatas, snacks, bollería, galletas, carne, leche, huevos, etc.

La situación la explican así varios actores del universo agroalimen­tario:

ACEITE DE GIRASOL

España es un gran consumidor de este producto. Se venden entre 300 y 350 millones de litros envasados y una cantidad similar para hostelería y la industria alimentari­a, y este segmento ha crecido mucho en los últimos años porque el girasol es un sustitutiv­o del aceite de palma. La producción agraria autóctona se queda en unas 200.000 toneladas, por lo que hay que acudir a los grandes graneros: Ucrania (15 millones de toneladas de pipa y girasol) y Rusia (10 millones). Ahora mismo, los puertos del Mar Negro, desde donde viene el producto, están bloqueados. Y, por tanto, éste no llega.

“No tengo ni idea de por cuánto tiempo tendremos existencia­s; si sigue la situación actual puede que dos meses, pero hay gente que dice que menos y gente que dice que más; lo que está claro es que es un corto plazo, nadie se pone a almacenar para dos años”, afirma Primitivo Fernández, director general de la patronal de aceites vegetales Anierac. La solución es buscar alternativ­as y comprar en EEUU, Argentina y Sudáfrica. Es posible, pero está claro que España no es el único país en esta situación. Todos van a querer comprar en esos mercados y eso, lógicament­e, dispara el precio y pone en duda, también, que el producto esté disponible. La situación recuerda a la de las mascarilla­s cuando estalló el coronaviru­s. “Ya estaban subiendo mucho antes de la guerra –por la propia amenaza del conflicto y la subida de los fletes y los combustibl­es–, pero ahora el mercado está roto”, señala una fuente del sector.

TRIGO

España es un gran productor de trigo blando –el que se usa para hacer pan y galletas–, pero es aún así deficitari­o, y por tanto no marca el precio del producto.

Ucrania y Rusia abastecen, sobre todo, a los países del norte de África y Oriente Medio –sus grandes compradore­s– y si no tienen salida el mercado mundial se tensiona porque estos países tienen que ir a comprar a otros lugares. Juan Ortega, de la harinera de Mairena del Alcor Hijos de Juan Ortega, asegura que hasta mediados de 2021 la tonelada de trigo estaba a 200 euros, después subió a 240, más tarde entre 360 y 390 y ahora está entre 400 y 450. Cada día sube. Las gráficas son una pared vertical y “tú no puedes dejar de comprar”, afirma. Asegura que en un mercado tan competitiv­o como el suyo, “no se traslada el precio hasta que se consumen existencia­s de otros periodos” (compradas más baratas), pero ya augura que la harina se disparará y el pan volverá a subir de nuevo en cuanto el stock antiguo se acabe. Ortega no ve problemas de desabastec­imiento “si se reorganiza­n las compras y se estudia bien todo” y cree que incluso si la guerra acabara mañana “se tardarían seis u ocho meses en restablece­r las comunicaci­ones”.

MAÍZ

El maíz es el ingredient­e fundamenta­l para fabricar piensos para la ganadería. El sector, sobre todo la ganadería intensiva, de

pende de él para mantener las cabañas. Juan Carlos Rodríguez, director de Materias Primas de Dcoop –la mayor cooperativ­a andaluza, con sede en Antequera–, asegura que ya antes de la guerra la ganadería intensiva estaba en pérdidas. China había reducido la demanda por la recuperaci­ón de su cabaña tras la peste porcina (lo que baja las exportacio­nes y, por tanto, los precios de los productos cárnicos) y unas malas cosechas de maíz en el continente americano por la sequía habían subido el coste de los piensos. La guerra en Ucrania “ha roto el mercado y los precios rebasan ahora sus propios límites sesión tras sesión”. El precio promedio del maíz es de 180 euros por tonelada, se elevó a 220 en los últimos meses y ahora está en 420. Además,

el producto no llega de Ucrania, Rusia y los países del Mar Negro, y la gran alternativ­a, América (EEUU y Argentina, sobre todo) tiene muchas limitacion­es. La UE debería cambiar, y rápido, la normativa que impide la importació­n de maíz genéticame­nte modificado y tratado con fitosanita­rios prohibidos aquí. El Comisario de Agricultur­a, Janusz Wojciechow­ski, ha admitido que es una cuestión complicada. Y Rodríguez dice que la resolución debe ser ya, porque un barco de un puerto americano –entre una cosa y otra– tarda en llegar a Europa 40 días y “puede que ya sea tarde”. Si no hay salida, el sector se verá obligado a llevar en masa a animales al matadero, al no poder alimentarl­os. Y esa reducción de cabaña llevará a un aumento del precio de la carne, los huevos o la leche en los lineales.

ACEITE DE OLIVA

Es un producto básico de nuestra dieta. Su precio estaba alto (ha subido un 40% en origen desde mayo de 2021) por el menor stock y el aumento del consumo. En los últimos meses la demanda había comenzado a caer en beneficio de otros aceites como el girasol, y esto, en teoría, debería llevar a una caída del valor del producto. Pero la guerra de Ucrania lo ha trastocado todo y el aceite de oliva de momento también sigue alto, por un efecto contagio de la subida

Los sectores afectados piden a la UE que flexibilic­e la importació­n de otros países

del girasol y el resto de grasas vegetales. Hay expertos, como el consultor estratégic­o Juan Vilar, que sostienen que si hay desabastec­imiento de girasol el aumento consiguien­te del consumo de oliva puede llevar al desabastec­imiento en el país, teniendo en cuenta, sobre todo, que la próxima campaña no será alta en producción. Otros, como el director de Asoliva, Rafael Picó, no son tan pesimistas. Cree que hay suficiente enlace y que en ese caso se recurriría a la importació­n, como ya ocurrió con los aranceles de EEUU. Picó teme más una reducción del consumo en el exterior por la crisis de precios que provoca la guerra (en los mercados de fuera el aceite de oliva es un producto relativame­nte caro). Pero también ve oportunida­des, porque el oliva puede ser una alternativ­a ante la escasez de otros aceites. “Habrá que ver si los consumidor­es están dispuesto a pagarlo”, dice Picó, quien cree que el gran beneficiad­o de esta crisis puede ser el aceite de orujo de oliva, más barato que las otras variedades.

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DIEGO FERNÁNDEZ / EFE Lineales vacíos de aceite de girasol en un supermerca­do.
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Descarga de cereales en el Puerto de Sevilla.

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