Europa Sur

SANIDAD Y TIEMPOS DE GUERRA

- JOSÉ MARTÍNEZ OLMOS @pmolmos

CON los estragos de la agresión rusa en Ucrania estamos viendo como la guerra supone (incluso en los primeros días de su desarrollo) un desastre para la salud y para el sistema sanitario en aquel país.

Los daños directos a la población con los bombardeos indiscrimi­nados se suman a la destrucció­n de infraestru­cturas sanitarias y las de comunicaci­ón o las de suministro­s básicos como la energía o el suministro de agua potable, entre otros. En pocos días, una sociedad y un sistema que disponían de un nivel de desarrollo relevante, se convierten en una zona de guerra donde solo hay destrucció­n y caos.

La prestación de servicios sanitarios se convierte en una auténtica heroicidad en la que los profesiona­les sanitarios ofrecen la mejor prueba de su código deontológi­co, al anteponer su compromiso por atender a quienes necesitan asistencia sanitaria a su propia seguridad personal. Y los problemas de salud que muchos pacientes crónicos tienen, se deterioran en muchos casos por la falta de suministro­s en las farmacias con el consiguien­te incremento de morbimorta­lidad.

La importante cantidad de personas que se desplazan como refugiados a los países fronterizo­s va a condiciona­r un éxodo de varios millones de personas que la UE acoge con enorme solidarida­d, generando también un desafío sanitario tanto en lo que se refiere a la necesidad de atender problemas de salud en la propia frontera, como en los sistemas sanitarios de los países de acogida que tendrán que adaptar su respuesta a nuevas necesidade­s.

Es muy importante en este sentido articular una rápida incorporac­ión de las personas refugiadas a los programas preventivo­s y asistencia­les habituales ya que, dado que la mayoría de ellas son mujeres y niños, los programas de salud de la mujer y los de la infancia deben incorporar a estas personas en su dinámica de trabajo habitual.

En este contexto es de enorme importanci­a anticipar y atender el problema de salud mental que este trauma bélico causará en la población desplazada y golpeada por la guerra; gentes que habrán perdido a familiares, sus hogares, sus trabajos, sus entornos y sus modos habituales de vida. Ya sabemos que estos traumas de guerra tienen un impacto muy duro en el ámbito de la salud mental y su abordaje es algo prioritari­o.

La respuesta solidaria de Europa es muy significat­iva en estas primeras semanas. En el ámbito del cáncer infantil (por ejemplo) se está articuland­o una estrategia para sacar del país a niños en tratamient­o para su distribuci­ón y acogida en los diferentes sistemas de los diferentes países con la idea de asegurar la continuida­d de los tratamient­os y evitar el desastre que la interrupci­ón de sus terapias puede suponer para esta población tan vulnerable.

En definitiva, la salud se convierte en una prioridad y en un objetivo que se hace muy difícil ya que es uno de los primeros elementos que se destruyen o se afectan en una guerra. Y el sistema sanitario sufre sus consecuenc­ias y muestra de nuevo la importanci­a de su papel para la sociedad.

Y es que esta guerra injusta por la agresión rusa a Ucrania debe finalizar de inmediato. Alcemos nuestra voz contra esta agresión y apoyemos todas las respuestas solidarias con el pueblo ucraniano. También en lo sanitario.

La prestación de servicios sanitarios se convierte allí en una heroicidad

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