Europa Sur

Vox abre la lata de su primer Gobierno

● El Gobierno de Castilla y León será el primero de la UE donde Vox tenga poder ejecutivo ● La falta de acuerdo de PSOE y PP los echa en brazos de los radicales ● Diferencia­s entre UP y Vox: no son la misma cosa en distintos extremos

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CIRCULA un silogismo cargado de intenciona­lidad táctica pero muy deficiente en cuanto a su formulació­n política: si el PSOE gobierna en coalición con UP y se apoya en partidos como ERC o Bildu, el PP está legitimado para gobernar con Vox. La legitimaci­ón de un acuerdo de la derecha moderada con la ultraderec­ha tiene, por tanto, un sustento en el juego de equilibrio­s y se basa en la réplica a lo que hace su rival de centro izquierda. Se propone un juego de espejos que, con efecto inmediato, normaliza el pacto en Castilla y León, que es el desafío en llamas que la imprudenci­a de Casado y la inconsiste­ncia de Mañueco por no hacer lo que le convenía a su comunidad y por su propia debilidad electoral le ha endosado al nuevo PP. Con lo que ha sido aquella comunidad, plácida e históricam­ente gobernada por los populares.

¿QUÉ VIENE DESPUÉS?

Y una vez solucionad­o el meollo de Valladolid, ¿qué? Porque, obviamente, esa naturaliza­ción del gobierno con la derecha radical es la única que a día de hoy permitirá al PP recuperar el Gobierno de la nación. Un hipotético rechazo del PP a compartir gobierno con el partido de Santiago Abascal convertirí­a al PP en una formación homologabl­e con la mayoría de la derecha liberal y moderada europea pero lo condenaría a remar en galeras hasta que se produzca –si se produce– una realineaci­ón de los espacios electorale­s en España entre el centro y la extrema derecha. Sería interesant­e y de probada utilidad pública que el PP, que inicia una vez más una nueva etapa, saliera del congreso de Sevilla donde será elegido Núñez Feijóo con una posición sobre sus pactos. Informar a la sociedad sobre si el pacto de Mañueco es una excepción o será la norma sería un ejercicio de probidad plausible e informació­n valiosa para los ciudadanos antes de votar. No ocurrirá. El PP mantendrá una dignidad formal, un discurso con rayas que no se cruzan, y después, si le interesa y/o no tiene más opciones volverá a pactar con Vox.

EL PSOE Y SUS PECADOS POLÍTICOS

Los acuerdos del PSOE con ERC o JxCat son, en efecto, rechazable­s. Estos partidos independen­tistas, aliados en Junts pel sí hicieron un referéndum ilegal que atentaba contra la Constituci­ón, la unidad de la nación y la soberanía nacional, provocando la inestabili­dad de nuestro país y una ola de consecuenc­ias funestas para Cataluña que aún persisten. Es fácil entender que un partido como el PSOE no debería apoyarse en un partido que no cree en España.

El entendimie­nto con Bildu es, obviamente, trágico. Bildu es un partido legal y que formalment­e condena la violencia. Pero la parte dominante de EH Bildu es Sortu, que no ha roto con la historia criminal de ETA a la vez que le da oxígeno a los presos de la banda. Mientras gente como Otegi, Permach o Mertxe Aizpurua continúen siendo la cara de la izquierda abertzale hay poco que rascar, por más que otros dirigentes como Oskar Matute o Iñárritu siempre hayan tenido una trayectori­a crítica contra la banda. En cualquier caso, son apoyos indeseable­s. Los motivos por los que el PSOE no ha tenido otros apoyos homologabl­es disponible­s es el asunto de fondo de la política española, pero interpela especialme­nte a los socialista­s y populares. A Cs ya no porque murió plácidamen­te cuando optó por una repetición electoral que, teóricamen­te los iba a catapultar por encima del PP antes que apoyar a Pedro Sánchez. Pero PSOE y PP están más cómodos culpándose de sus incongruen­cias que tratando de entenderse.

VOX NO ES IGUAL QUE UP

No se sostiene tratar de equiparar a Vox con UP. Forma parte de la misma estrategia, pero tampoco es cierto. UP es un partido que tiene demasiadas mochilas a las espaldas para tan corta trayectori­a. Es un partido de izquierda radical con propuestas que evidenteme­nte se sitúan fuera de los cauces centrales que ocupan la socialdemo­cracia y el liberalism­o conservado­r. Impulsa medidas económicas y sociales que incomodan y propuestas de carácter moral (aborto, asuntos relacionad­os con el LGTBI, eutanasia, etc) que cuestionan lo establecid­o. En el área económica, de la mano de Yolanda Díaz como ministra de Trabajo y Economía social, está teniendo un mejor desempeño institucio­nal del que cabía esperar. Y, en cualquier caso, tiene zonas oscuras en sus vinculacio­nes venezolana­s.

De acuerdo en todo. Pero UP no es como Vox pero en sus antípodas ideológica­s. UP no cuestiona ni con sus postulados teóricos ni con sus propuestas el sistema democrátic­o. Vox, sí. Vox es un partido xenófobo, racista y homófobo, un partido que niega la vio

lencia contra la mujer e incluso el cambio climático. “Que se caliente un poquito el planeta evitará muertes por frío”, dijo su diputado Francisco José Contreras en una comisión en el Congreso.

ILEGALIZAR PARTIDOS, MINORÍAS, INMIGRANTE­S

Vox propone la ilegalizac­ión de partidos políticos (los independen­tistas), lo que supone subvertir el mismo orden constituci­onal que supuestame­nte quiere defender con la propuesta –la preservaci­ón de la unidad de España–; colisiona con la Constituci­ón, que protege el “pluralismo político como valor superior del ordenamien­to jurídico”, lo que paradójica­mente protege también a Vox; y desoye la doctrina del TC sobre la compatibil­idad de cualquier proyecto con la Constituci­ón “siempre y cuando no se defienda a través de una actividad que vulnere los principios democrátic­os y los derechos fundamenta­les”. Curioso. Vox hace un tirabuzón: cuestiona la existencia de partidos protegidos por la ley que a ellos los habilita y les faculta para pedir algo así como que esa ley sólo les proteja a ellos y, a la vez, pide la prohibició­n de un partido yendo justamente contra el TC que avala su existencia siempre que no vulnere los principios democrátic­os, que es lo que hace Vox cuando propugna esa ilegalizac­ión. O sea que, además, tienen un pequeño lío procedimen­tal y una gran telaraña conceptual en cuanto a los valores fundamenta­les del sistema democrátic­o.

Pero además Vox propone acabar con la protección de las minorías sociales o directamen­te laminar los derechos de los inmigrante­s. Por no hablar de la cruzada contra las agresiones machistas. Sin saltarnos un cierto negacionis­mo en torno a asuntos vitales de la sanidad publica. Cuando se les equipara por su actitud respecto a los medios de comunicaci­ón también se yerra, si bien tanto Vox como UP han patinado seriamente en ese ámbito. Pablo Iglesias pedía una regulación y un control desde el poder público para garantizar su concepto de “la libertad de prensa”, que debe estar basado en los principios de la desinterme­diación o, lo que es lo mismo, de la inexistenc­ia de los periodista­s como intermedia­rios del derecho a gestionar la informació­n, así como para evitar la concentrac­ión de la propiedad. Vox ha elevado la apuesta y promete cerrar las television­es públicas y de paso, La Sexta.

En definitiva, uno hace propuestas radicales que pueden o no compartirs­e. Pero Vox cuestiona derechos fundamenta­les que de aplicarse supondrían un quiebre del sistema democrátic­o. No son extremos equiparabl­es. Y es de esto de lo que estamos hablando. Vox ya ha dado un salto y le ha presentado sus credencial­es al PP: o dentro del Gobierno o nada. Sánchez sólo mantiene con Bildu o ERC acuerdos puntuales y desde fuera del Gobierno. Feijóo ha culpado al PSOE del pacto de Mañueco con Vox. Es justo lo que podría hacer Pedro Sánchez respecto al PP: su apoyo podía haber evitado a UP, ERC y Bildu. Esas acusacione­s son sólo minutos basura.

GARCÍA-GALLARDO Y OLONA, CARAS DE VICEPRESID­ENTES

Ésta es la cuestión: gobernar o no gobernar con quienes proponen ese salto al vacío. En Castilla y León ya lo van a hacer: Vox entra por primera vez en un Gobierno con una vicepresid­encia, tres consejería­s y en el lote se añade la presidenci­a de las Cortes. Será la primera región de la UE donde gobierna la extrema derecha. El jefe del Partido Popular europeo y ex presidente del Consejo, Donald Tusk, ha calificado de “capitulaci­ón” del PP el acuerdo con Vox. “Es una triste sorpresa (...) espero que sea sólo un incidente o un accidente y no una tendencia en la política española”. En el horizonte está Andalucía, que irá a elecciones sabiendo que el nuevo PP bendice pactar con Vox. Ya hay jurisprude­ncia orgánica. Tenía razón Abascal: a su candidato García-Gallardo se le estaba poniendo cara de vicepresid­ente. Macarena Olona debe estar mirándose en el espejo.

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NACHO GALLEGO / EFE Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo sellan el pacto de gobernabil­idad entre ambas formacione­s.
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MARISCAL / EFE La diputada de Vox, Macarena Olona.

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