Europa Sur

LLEGAR Y BESAR EL SANTO

- Juan de la Huerga

–The New York Times y The Guardian han publicado críticas muy elogiosas de su libro, La señora March (Lumen), pero ¿es consciente de que una mala palabra de la prensa regional andaluza acabará con su carrera?

–Sí, por eso voy a colgar...

–Ya me lo hizo Miguel Bosé.

–Sería más ofensivo que no le hubiese colgado, ¿no? Vivo aterrada por lo que digo en prensa. Las críticas del libro me afectan menos y The New York Times y The Guardian no han sido de mí, sino de la obra, lo llevo mejor.

–Empecemos con hondura: ¿por qué lleva el pelo corto?

–Por practicida­d, es la única manera de aparentar volumen porque es muy fino y lacio. Tengo la suerte de que a mi novio le gustan las mujeres con el pelo corto.

–De talentosa publicista a prometedor­a novelista. ¿Está en sus cabales?

–No, soy la persona más inestable mentalment­e que conozco. Estoy fatal de la olla.

–A ver si es tan obsesiva: ¿cuántas entrevista­s lleva en cuatro meses?

–No lo sé, mi terapeuta me enseñó que eso no hay que hacerlo para ser feliz. Soy obsesiva compulsiva, pero no contando cosas. Si fueron 23, las he podido repetir 186 veces en mi cabeza.

–Ha dicho: “Es una angustia permanente vivir en mi cabeza”. No quiero imaginar vivir en la de Putin.

–Putin tiene pinta de estar muy tranquilo; precisamen­te ése es su problema. Ojalá viviese un poco más angustiado, diría yo.

–Las apariencia­s engañan.

–Verdad, igual llora en posición fetal en su baño todas las noches, no deberíamos juzgar. Igual él debería preocupars­e más y yo menos. Pensaré en Putin en el futuro para sentirme un poco mejor y priorizar...

Ya no es la hija de José Luis Feito, economista y ex embajador de España ante la OCDE en París, sino la novelista que ha llegado y besado el santo con su primera novela,

(Lumen), en Estados Unidos que en enero llegó a las librerías españolas. A Virginia Feito (Madrid, 1988) le iba de perlas en una agencia de publicidad, pero su pasión por los libros la llevó a dejar atrás los anuncios y embarcarse en la escritura. Estudió en Londres y ha viajado mucho a Nueva York. Por su psicológic­io ha sido comparada nada menos que con Patricia Highsmith.

–No molesta, es un honor y también mucha presión.

–Tras el pelotazo, ¿cuántos párrafos lleva borrados del segundo libro?

–Joé, el segundo me está costando. Va a ser una novela corta, pero ya llevo el doble de tiempo que con la primera. Está siendo una tortura, escribiend­o miguita a miguita y luego borrando. Fatal, muy mal.

–En el confinamie­nto todos hacíamos videollama­das con la familia, no con Elisabeth Moss... ¿En qué le pareció una estrella y en qué una mujer normal?

–Es una estrella porque se maneja muy bien en cualquier ambiente, con productore­s, conmigo... Se nota, como dicen los americanos, que no es su primer rodeo. Y es normal en el resto, haciendo bromas, hablando de Harry Potter, de cine.

–¿Y de Don Draper, el personaje que encarna Jon Hamm en Mad Men?

–No, pero tengo una lista de preguntas pendientes y Jon Hamm será la primera, aunque es una señora y hablará bien. No me contará chicha salvo que la emborrache.

–Gracias a la posición de su padre conoció ambientes selectos de Nueva York, París, Londres... ¿Se apunta un día a una juerga por tascas de serrín en el suelo?

–Claro, me hace feliz comer. Durante la carrera en Londres, me di cuenta de lo desgraciad­os que son gastronómi­camente hablando, y volví a España con el rabo entre las piernas. Aquí comes lo que sea y está increíble. Voy a una tasca igual de contenta que al Palace, lo juro. Pero la fiesta no me gusta, soy bastante rancia. Si está la música muy alta y hay que socializar durante muchas horas, me canso. Soy una princesita.

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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

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