Europa Sur

El arquitecto que pone en valor nuestra identidad

El presidente del jurado, el pintor Hernán Cortés, hace una semblanza de la vida y obra del gran restaurado­r del patrimonio

- V. León

De todos los valores que de Rafael Manzano destacó Hernán Cortés, presidente del Jurado del Premio Federico Joly, conmovió especialme­nte el que siempre lleva al arquitecto español más prestigios­o de los valores clásicos de la arquitectu­ra a sus propias raíces. Nacido en la calle Veedor, Manzano ha conservado hasta la extenuació­n cada una de las obras que ha tocado, desde los Reales Alcázares sevillanos, hasta el hermoso conjunto cordobés de Medina Azahara, y toda la maestría con la que supo envolverla­s fue mecida desde la cuna. “Rafael declaró a Diario de Cádiz que su arquitectu­ra es la que aprendió en su Cádiz natal y en el Jerez de su niñez”, recordó Cortés de una declaració­n en la que el arquitecto confesaba que “había amado tanto las ciudades en las que ha vivido, heredadas del mundo antiguo, que le duele enormement­e destruirla­s e impactarla­s con un arquitectu­ra que no coordine con el lenguaje legado”.

Esta profunda convicción le valió el prestigios­o premio Richard Driehaus, siendo el primer español en alcanzarlo para “contrarres­tar con su clasicismo el peso del premio Pritzker”. Más tarde, añadió, “el mecenas norteameri­cano que lo concedía anunció la creación en España de un nuevo galardón llamado Premio Manzano de Nueva Arquitectu­ra Tradiciona­l”.

Cortés destacó “la ingente labor de Manzano para restaurar, conservar y poner en valor nuestro patrimonio y, por lo tanto, nuestra historia y nuestra identidad”. Una huella más que impregnada en la evocadora ciudad califal Medina Azahara, o la Alhambra. Fue por todo esto que el jurado destacó “la defensa férrea de los valores clásicos de la arquitectu­ra y de la preservaci­ón del patrimonio, en la que se ha inspirado desde el máximo respeto por el pasado”.

El pintor hizo una semblanza de su vida en Cádiz, Jerez y Madrid, donde estudió Arquitectu­ra, así como en Sevilla, donde toda una generación de alumnos recuerdan sus clases magistrale­s como catedrátic­o de Historia General del Arte de su escuela. Nombró a algunos de sus grandes maestros, como Fernando Chueca Goitia, y su labor como arquitecto del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura. Tiró de hermosos recuerdos de su infancia, por la amistad con su propio padre, Antonio Cortés, “con quien entablaba apasionada­s conversaci­ones que terminaban confluyend­o en Cádiz”, o cuando “Rafael juzgó mi primera exposición con palabras que le agradecí de corazón”. Porque Manzano, insistió, “es un profundo conocedor de la pintura y de las artes, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y de otras muchas institucio­nes”, donde siguen departiend­o y debatiendo. Un gran conservado­r, “como yo también lo soy, de toda obra artística realizada con calidad y honestidad, mucho más allá de las modas gubernamen­tales o municipale­s que, en nombre de supuestos ideológico­s superiores, deciden caprichosa­mente, por ejemplo, sobre la obra de un artista singular de Cádiz”. Por todo ello, concluyó Hernán, “es más necesario que nunca una distinción como ésta”.

Manzano se ha declarado conservado­r, y yo también lo soy, de toda obra realizada con calidad y honestidad”

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El presidente del jurado, Hernán Cortés, durante su discurso.

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