Europa Sur

NOSTALGIAS DEL DESIERTO

- LUIS CHACÓN elmaslargo­viaje.wordpress.com

NO soy experto en política exterior. No sabría explicar con solvencia cual ha sido la posición oficial de España respecto al Sahara, aquella colonia decimonóni­ca convertida en provincia en los últimos años del franquismo. Recuerdo las imágenes de la Marcha Verde en la televisión en blanco y negro de mi infancia. Y luego, algún Informe Semanal y un puñado de noticias espolvorea­das en la prensa durante cuarenta años que nombraban al Polisario, Marruecos, Mauritania, Argelia y poco más. Tampoco sería

capaz de explicarle­s cual es el cambio radical que el gobierno del señor Sánchez ha impulsado en nuestra política respecto a la vieja colonia. Más que nada porque no sé si ha existido alguna. Y es ese silencio de decenios el que me sorprende que se rompa ahora con una teatral defensa del derecho de los saharauis a decidir su destino y la reivindica­ción del luminoso pasado imperial de España.

La realidad es tan triste como cruda. Con los Acuerdos de Madrid de 1975, abdicamos de las obligacion­es que pudieran correspond­ernos como potencia colonial. Y desde entonces, nunca se ha hecho nada importante a favor de los saharauis a los que hoy tantos dicen defender, a izquierda y derecha del Gobierno. Me temo que más por pura acción política de desgaste que

por convicción, decencia o siquiera interés. Estoy seguro que más de un ardiente defensor del Sahara se explayó, también contra el Gobierno, cuando al líder del Polisario se le trató de Covid en plena pandemia. De los saharauis sólo se han preocupado en este medio siglo algunas institucio­nes privadas. Asociacion­es de Amigos del Pueblo Saharaui, Voluntario­s, Cooperante­s y diversas ONG. Por eso mismo no sé a qué viene tanto rasgarse las vestiduras por el giro político del señor Sánchez, si es que existe. Que lo dudo como lo he dudado siempre, fuera con gobiernos socialista­s o populares. Nunca se ha hecho nada y seguirá sin hacerse nada. La realidad no ha sido otra. Siempre ha dado igual. La política internacio­nal no sabe mucho de palabras dadas. Si es que se dieron alguna vez en este asunto.

La situación del Sahara me recuerda en cierto modo a la de Gibraltar, que se reduce a tres siglos ladrando –bajito– y ni un día mordiendo. Los gobiernos de España han aceptado una y otra realidad aún a disgusto en el caso de Gibraltar y con demasiado teatro y pose trágica en el del Sahara. Nunca hemos ido más allá de la mera proclama y el gesto ofendido.

Con los Acuerdos de Madrid de 1975, abdicamos de nuestras obligacion­es hacia el Sahara como potencia colonial

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