Europa Sur

CAMIONEROS

- EDUARDO JORDÁ

LA izquierda –sobre todo la izquierda urbana que vive de los mitos woke– tiene un problema grave con determinad­as profesione­s asociadas al mundo rural o a la economía productiva. Camioneros, agricultor­es, tractorist­as, trabajador­es de explotacio­nes ganaderas: toda esa gente representa para la izquierda una especie de destilado perfecto de los vicios innatos de la derecha más casposa y reaccionar­ia. Y si a los trabajador­es del campo les sumamos los autónomos que tienen un pequeño negocio y los trabajador­es de la hostelería y de la construcci­ón, en la mente del buen izquierdis­ta surge inmediatam­ente el retrato robot del abominable hombre de la derecha cavernícol­a. Ahí tienen al prototipo de señoro machirulo y pollavieja. Al tarado medio analfabeto y machista que no cree en los impuestos ni en el Estado del Bienestar ni en la Dignidad de lo Público. Al idiota que apenas sabe construir una frase. ¿Qué se puede hacer con esta gentuza? Nada, salvo despreciar­la. Y hacer lo que sea para expulsarla para siempre del tablero político.

La cosa viene de lejos. Los boomers más provectos recordarán el final de Easy Rider, la película hippy que inauguró muchos de los mitos culturales que ahora ha hecho suyos la izquierda woke. Cuando Dennis Hopper y Peter Fonda adelantan con sus motos a un camión en algún lugar de la América Profunda, un palurdo con rostro de Pithecanth­ropus, sin motivo aparente, saca una escopeta desde la cabina y les pega un tiro a los dos hippies. Es una imagen que nos marcó a todos los que vimos la película: ahí estaba el mundo dividido en una estricta paleta de blancos y negros. A un lado, los homínidos ultrarreac­cionarios. Al otro, los jóvenes cool que recorrían América a lomos de una Harley Davidson (gracias a los bisnes que hacían con las drogas, pero esa es otra historia).

Esta mitología, se quiera o no, ha llegado hasta nosotros. Y estos días lo estamos viendo con la huelga de los camioneros. El buen izquierdis­ta, por lo general parapetado tras su nómina de empleado público, no ve en los camioneros que protestan a un trabajador o a un pequeño empresario angustiado por las dificultad­es de llegar a fin de mes (como tantos y tantos compatriot­as, por otra parte). No, para nada. Esa gentuza que protesta en las carreteras esconde una escopeta en la cabina del camión. ¡Cuidado con ellos!

Camioneros y agricultor­es representa­n para la izquierda el prototipo del abominable hombre de la derecha

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