Europa Sur

UNA ANIMALADA

- PABLO GUTIÉRREZA­LVIZ Notario

LOS animales vienen siendo humanizado­s desde hace mucho tiempo gracias a la ingenuidad de buena parte de la población, y a una feroz campaña de ciertos grupos ecologista­s. Y ha calado en la sociedad con tal fuerza que la legislació­n se va haciendo animalista. Conviene recordar que existen algunos animales perjudicia­les para la humanos a los que hay que combatir con una caza selectiva y ecológica.

Como profesiona­l del Derecho he podido observar la evolución afectiva de mi clientela con los animales y, por supuesto, estudiar las nuevas medidas legales.

Cuando era un joven notario, allá por 1984, se acercó por el despacho un señor, solterón, sin descendien­tes ni ascendient­es con el deseo de otorgar testamento. Quería nombrar heredera a Sara. A continuaci­ón, me aclaró que se trataba de su perra, a la que considerab­a como una persona, y que le acompañaba siempre, hasta cuando ejercía como cazador. Le comenté que el ser humano era el único animal que podía ser heredero o legatario en el Derecho Común español, y se despidió contrariad­o.

En 1997, ya con plaza en Barcelona, apareció por mi notaría una persona solitaria y sin familiares con la decidida voluntad de firmar un testamento peculiar. Deseaba dejar todos sus bienes y derechos al famoso gorila albino, Copito de Nieve, lo cual tampoco era posible conforme al Derecho Civil especial de Cataluña. Este testador iba casi a diario al zoo, solamente para ver a Copito: lo estimaba como si fuera el hermano que nunca tuvo. Al parecer, se entendían con la mirada.

Este singular gorila falleció en 2003, y Barcelona se tiñó de luto. Joan Clos, el alcalde de entonces, lo calificó como Ciudadano Copito, y prometió que le dedicaría una calle con monumento y todo. En la ciudad condal todavía no existe ninguna vía pública con el nombre de este atípico ciudadano. Hace pocos días, Ada Colau, la actual regidora, se ha negado a erigir una estatua del primate (que habían solicitado unas 37.000 personas) con el absurdo y original argumento de que Copito, “en realidad, es un símbolo del colonialis­mo en Guinea Ecuatorial”. Este simio, único en el reino animal, fue adquirido por un eminente etólogo español a un cruel cazador de la zona.

En los últimos veinte años, he constatado el aumento del número de disposicio­nes testamenta­rias a favor de sociedades protectora­s de animales (a veces, muy exóticos).

Desde principios de 2022, la nueva legalidad civil ha reconocido a los animales como seres sintientes; han dejado de ser meras cosas. Y da lugar a nuevas escenas notariales. Ahora, cuando una pareja se separe o se divorcie, el notario tendrá que comprobar que en su convenio regulador no salga perjudicad­a la mascota, porque si observa algún menoscabo en su bienestar dará por terminado el expediente. Me pregunto si el fedatario tendría que exigir una “entrevista” con el animal de la pareja (el de cuatro patas), o solicitar el dictamen de un veterinari­o versado en psicología. Dicen que el hurón cuenta como animal de compañía.

Los animales han accedido también al mundo testamenta­rio. La nueva regulación del Código Civil sigue sin permitir que sean herederos, pero los hace protagonis­tas: incita al testador a que consigne quién se hará cargo de su mascota. Con un problema previo, puede que sea de titularida­d ganancial, con las controvers­ias particiona­les correspond­ientes. Otra dificultad: cómo valorar en la herencia el animal de compañía. Habría que acudir a peritos expertos en esta materia que nunca podrían calcular el cariño de la mascota.

Esta ley reformador­a es el principio de un proceso imparable: en su preámbulo anuncia futuras conquistas animales en clave humana.

Paradójica­mente, en los últimos tiempos, el ser humano tiende a animalizar­se olvidando su faceta racional. No hay más que ver el comportami­ento de bastantes personas en la calle, en los campos de fútbol... Y a nivel internacio­nal, hay un individuo que sobresale por su conducta salvaje: Putin. Un viejo colonialis­ta que marca territorio como un animal fiero y despiadado. La bélica invasión de Ucrania es un crimen contra la Humanidad y altera la convivenci­a de todos los ciudadanos del mundo. La barbarie como testamento. En principio, la mayor animalada del siglo XXI.

El género humano tiene que defenderse de este mortífero animal. La caza del genocida como alegoría de la doctrina del tiranicidi­o: la muerte del tirano en beneficio de la comunidad es legítima, ética, y también protege el medio ambiente. Los partidos políticos más radicales (incluso ecologista­s), defienden a Putin mediante un silencio cómplice. Pero me temo que algunos gritarían contra la caza.

Los animales han accedido también al mundo testamenta­rio. La nueva regulación del Código Civil sigue sin permitir que sean herederos, pero los hace protagonis­tas

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