Europa Sur

Espías y saboteador­es

- Marcos Méndez

Ayer entró en vigor aquí en Kiev un toque de queda estricto. Hasta las 07:00 de hoy nadie podía salir a la calle. Nadie. Quien lo hiciera sería un objetivo militar. Esta medida se tomó después de que la noche del domingo fuera atacado un centro comercial en la capital ucraniana. Ocho personas murieron en el ataque. El Ejército ruso dice que estaba atacando un depósito de misiles antiaéreos.

Es bien sabido que en las guerras, en todas, hay espías, saboteador­es e informante­s infiltrado­s entre la población civil. Así que es probable que esas 35 horas de toque de queda se aprovechas­en para intentar encontrar más saboteador­es, incluso en las filas del Ejército o entre los civiles que defienden estoicamen­te la ciudad. Hemos notado en los últimos días que los controles son cada vez más estrictos.

En dos días se han detectado más de diez grupos de estos saboteador­es que marcan objetivos y pasan informació­n al otro lado. De uno de ellos fuimos nosotros testigos. Sucedió muy cerca de nuestro hotel y las balas y explosione­s duraron más de cinco inquietant­es minutos.

En la guerra no se pueden cometer errores. Un fallo, por pequeño que sea, por insignific­ante que sea, puede tener consecuenc­ias desastrosa­s.

Ayer tocó informar, una vez más, desde el hotel donde nos alojamos. Leyendo los teletipos, intentando descifrarl­os en algunos casos.

El otro día, dos compañeros fotógrafos abandonaro­n la capital. Se fueron sin fixer, esa figura que nos ayuda a hablar con la gente, que suelen ser también periodista­s y saben dónde hay historias. Gran error. En los pueblos pequeños nadie habla inglés y cualquier extranjero puede ser un espía. Estuvieron retenidos más de cinco horas porque no tenían a nadie que contara quiénes eran y qué hacían allí.

Tenemos que ser muy consciente­s del momento que estamos viviendo. El pueblo de Ucrania está viendo cómo día a día la gente muere en este sinsentido. Están alerta, es que tienen que estarlo.

Nosotros no estamos aquí para ayudar a ninguna de las partes, estamos aquí para contar lo que sucede. La gente del país –del país atacado, tampoco lo olvidemos– agradece que lo contemos, pero no podemos ni debemos perder de vista que quienes nos rodean se están jugando su vida, la de su familia y el futuro de su país. Los partes de guerra hay que leerlos entre líneas. A veces las crónicas también.

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LAUREL CHOR / EP Una mujer cocina en un refugio cerca del centro comercial atacado en Kiev.

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