Espías y saboteadores
Ayer entró en vigor aquí en Kiev un toque de queda estricto. Hasta las 07:00 de hoy nadie podía salir a la calle. Nadie. Quien lo hiciera sería un objetivo militar. Esta medida se tomó después de que la noche del domingo fuera atacado un centro comercial en la capital ucraniana. Ocho personas murieron en el ataque. El Ejército ruso dice que estaba atacando un depósito de misiles antiaéreos.
Es bien sabido que en las guerras, en todas, hay espías, saboteadores e informantes infiltrados entre la población civil. Así que es probable que esas 35 horas de toque de queda se aprovechasen para intentar encontrar más saboteadores, incluso en las filas del Ejército o entre los civiles que defienden estoicamente la ciudad. Hemos notado en los últimos días que los controles son cada vez más estrictos.
En dos días se han detectado más de diez grupos de estos saboteadores que marcan objetivos y pasan información al otro lado. De uno de ellos fuimos nosotros testigos. Sucedió muy cerca de nuestro hotel y las balas y explosiones duraron más de cinco inquietantes minutos.
En la guerra no se pueden cometer errores. Un fallo, por pequeño que sea, por insignificante que sea, puede tener consecuencias desastrosas.
Ayer tocó informar, una vez más, desde el hotel donde nos alojamos. Leyendo los teletipos, intentando descifrarlos en algunos casos.
El otro día, dos compañeros fotógrafos abandonaron la capital. Se fueron sin fixer, esa figura que nos ayuda a hablar con la gente, que suelen ser también periodistas y saben dónde hay historias. Gran error. En los pueblos pequeños nadie habla inglés y cualquier extranjero puede ser un espía. Estuvieron retenidos más de cinco horas porque no tenían a nadie que contara quiénes eran y qué hacían allí.
Tenemos que ser muy conscientes del momento que estamos viviendo. El pueblo de Ucrania está viendo cómo día a día la gente muere en este sinsentido. Están alerta, es que tienen que estarlo.
Nosotros no estamos aquí para ayudar a ninguna de las partes, estamos aquí para contar lo que sucede. La gente del país –del país atacado, tampoco lo olvidemos– agradece que lo contemos, pero no podemos ni debemos perder de vista que quienes nos rodean se están jugando su vida, la de su familia y el futuro de su país. Los partes de guerra hay que leerlos entre líneas. A veces las crónicas también.