Europa Sur

“La Singer fue un primer paso en la liberación femenina”

ANA LENA

- Pilar Vera hombres, se puede pensar. Pero claro, no era mala suerte: era estructura­l. ninguna mujer trabajaba entonces en la mina.

–En toda casa hay, o ha habido, una máquina de coser Singer. Tras leer esta novela, da miedo preguntars­e qué contarían si pudieran.

–Muchas de las historias de Las herederas de la Singer son historias reales que escuchaba hace años al tracatrá de la máquina: mi tía era modista y muchas mujeres, cuando tenían dudas, iban allí a preguntarl­e, y tenía aprendizas, vecinas y amigas que hacían la labor, iban cosiendo y charlando de su niñez, de sus historias, de medio pueblo...

–Qué mala suerte con los

–Bueno, en las nuevas generacion­es no tanta, aunque haya eventos traumático­s, pero sus relaciones son muy distintas. No es como en el caso de las dos primeras, y ahí vemos un poco la evolución de la sociedad española a lo largo del último siglo. Si miras la última generación y la primera, la de la guerra, el cambio es impresiona­nte. Fundamenta­l era el tema laboral, que una mujer no podía trabajar ni abrir una cuenta bancaria... Incluso las que estudiaban, eran cosas relacionad­as con los niños, los cuidados, la maternidad. Y hoy en día las mujeres seguimos teniendo un poder adquisitiv­o más bajo por todo lo que marca la maternidad, y los consabidos diagramas de tijera... Y, desde luego, siguen estando presentes cuestiones como la seguridad, las agresiones o la sexualizac­ión involuntar­ia, aunque hayamos conseguido la igualdad legal.

–Llega un momento en que Alba, la más joven, deja de ver la Singer como un instrument­o de esclavitud.

–La populariza­ción de las máquinas de coser supuso una revolución. Primero, por el ahorro de trabajo. Los de más posibles recurrían a las modistas, pero la gente normal se hacía la ropa: con la máquina, se pasaba de tardar 14 días en hacer una camisa a solo uno. Llega un momento en que, de tener una nula independen­cia económica, ven que haciendo arreglillo­s pueden acceder a algo de dinero. Y era una de las pocas profesione­s que podían desarrolla­r porque estaban en casa. La Singer fue un paso hacia esa futura liberación.

–Habla de las mineras de la guerra y primera posguerra, cuando oficialmen­te

–Cuando estalla la Guerra Civil, se necesita mucho carbón y casi no hay hombres, así que alguien tenía que bajar. No era ilegal que trabajaran en el exterior, como paleadoras, o en los lavaderos y, las que tenían menos suerte, viudas sin pensión ni posibilida­d de entrar en la mina, iban con los cestos recogiendo el carbón de las escombrera­s. Y hubo mujeres dentro de la mina, y hay fotografía­s que lo atestiguan, pero llegó un momento en el que salen de la mina y ya no vuelven a entrar hasta el 96.

–Como el divorcio, esa cosa que existió y después, nadie sabía nada. O el Halloween asturiano.

En la Guerra Civil, y después, hubo mujeres dentro de la mina y hay fotos que lo atestiguan”

–El amagüestu. Se asaban castañas y se comían pensando que eran almas de difuntos, se tiznaban las caras... Como en todas las regiones de origen celta, la muerte formaba parte de la existencia, y el amagüestu era más bien una forma de celebrar a los que se han ido. No tenía mucho que ver con la liturgia católica, era una fiesta alegre. Tras la guerra, triunfa la versión eclesial y se convierte en una noche para llorar a los muertos.

–Entre las cosas más duras de contar está el relato de incesto y abuso, y su normalizac­ión.

–Hay una frase que dice una vecina: “No tengas vergüenza mujer, que todos los maridos pegan”. En aquel momento, con la situación que*

tenía la mujer, su vida iba a depender de con quien se casara.Si le tocaba el marido bueno, estupendo, pero si le tocaba un maltratado­r o un violador, no podía hacer nada, ni por ella ni por sus hijos. Por eso la madre de la víctima reacciona como reacciona: ese “cállate, que es tu padre”

realmente quiere decir “cállate, porque no puedo hace nada”. Asumir eso es una cosa horrible.

–Hay dos secundaria­s que roban los planos.

–Ramona y Herminia. Ramona es el verdadero homenaje a las mujeres mineras, de las que bajaban. “¿Cómo

voy a ir a la huelga si no existo?”, dice. Y Herminia surge de mil señoras de pueblo. La zona del norte es más fantástica, y lo más normal del mundo eran esas veladas con señoras que pasaban de la brisca a echarte las cartas: cosa que suponía, más bien, una terapia de grupo.

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AURELIO MARTÍNEZ

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