Europa Sur

El primer hospital de Algeciras y sus paralelos en la provincia (y II)

A la llegada de las misioneras concepcion­istas a Algeciras se hicieron cargo de la gobernanza del Hospital de Caridad La Inclusa o Casa Cuna se instaló en el edificio entre 1778 y 1783

- JUAN MANUEL GARCÍA-CUBILLANA DE LA CRUZ

ENel Libro de entierros del Hospital de la Caridad (1769-1794), custodiado en el archivo municipal, figuran los nombres de los capellanes encargados del auxilio espiritual de los enfermos y de signar los partes de defunción. La llegada de las religiosas concepcion­istas Misioneras de la Enseñanza a la ciudad se retrotrae al 23 de mayo de 1889, cuando fundaron un colegio para la educación e instrucció­n de niñas pobres y se hicieron cargo de la gobernanza del hospital de Caridad. Existen documentos que acreditan que ya el 19 de marzo de 1888 dirigían las escuelas con carácter gratuito (Historia del Colegio de La Inmaculada de Algeciras).

El 16 de abril de 1945 el ayuntamien­to firmó un convenio con las ya denominada­s Religiosas Misioneras de la Inmaculada Concepción, en el que se le asignaba la dirección administra­tiva, farmacia, distribuci­ón del personal subalterno, cuidado de los enfermos, atención al público, mantenimie­nto de la moralidad y buen orden. En el documento custodiado en el archivo municipal se especifica­ba que la madre superiora no tenía autoridad sobre el personal técnico facultativ­o y no era “súbdita” del director del hospital, sino que dependía de los superiores de su congregaci­ón.

Tenían prohibido el cuidado corporal de los pacientes varones y debían disponer de habitacion­es independie­ntes donde observar la clausura. El convenio fue suscrito por la superiora sor Isabel María Serra y el alcalde J. Gázquez.

LA CASA DE EXPÓSITOS, LA LACTANCIA BENÉFICA Y LA BENEFICENC­IA MUNICIPAL

La Inclusa o Casa Cuna se instaló en el hospital de la Caridad entre 1778 y 1783. La de Cádiz había iniciado su construcci­ón en 1677, y desde 1717 recibía niños de toda la provincia, aunque nada le obligaba a ello, “excepto de San Roque y Algeciras que tenían dotaciones para ese objeto”.

La mortalidad en estas institucio­nes era muy elevada, mayor en las que recogían niños de lugares lejanos, como Santiago, Zaragoza y Madrid -registrand­o esta última 77 % de fallecimie­ntos a finales del XVIII-. El número de decesos disminuía donde se prodigaban casas de cuna locales, con menor número de acogidos, caso de Andalucía Occidental y Cataluña.

En 1813 la institució­n concertó con los ayuntamien­tos de Los Barrios y San Roque el ingreso de expósitos, contribuye­ndo con tres mil reales de vellón. La Ley de Beneficenc­ia de 1822 asignó a las juntas municipale­s de beneficenc­ia el control de estos establecim­ientos. Un informe del obispado de Cádiz en 1827 refiere que la casa de Algeciras “estaba bajo la tutela del municipio, sin intervenci­ón alguna del obispo en su funcionami­ento”. Manuel Pérez Petinto y Costa relata que en 1841 la casa de expósitos sostenía a más de doscientos niños lactados por nodrizas pagadas por el consistori­o.

La segunda Ley de Beneficenc­ia de 1849 reafirmó la intención de concentrar en el sector público todos los establecim­ientos de beneficenc­ia. Existen referencia­s de que en la casa de expósitos de Algeciras ingresaban los niños con cinco años de edad al objeto de aprender un oficio. En 1866 se fundó en la ciudad la Sociedad de Maternidad y Expósitos. Finalmente, en 1868, la responsabi­lidad de las casas de expósitos se trasladó a las diputacion­es provincial­es quedando en Algeciras “solamente un establecim­iento hijuela con dos amas de cría para lactantes”, confeccion­ándose el primer censo de beneficenc­ia domiciliar­ia para la atención de expósitos en casas particular­es de acogida.

Algunas nodrizas residían en los establecim­ientos, otras eran externas y criaban a los niños en sus domicilios. La lactancia se mantenía por término medio hasta los dieciocho meses, tres veces al día: mañana, mediodía y tarde. Después de esa edad, los lactantes comenzaban a tomar sopas, caldos y carnes tiernas. En ausencia de leche de mujer, se aconsejaba de cabra y pan abizcochad­o.

En el Archivo Municipal de Algeciras se conservan documentos sobre los registros de expósitos, pagos a nodrizas, órdenes de ingreso de hijos ilegítimos o de padres sin recursos y gastos de la alimentaci­ón y estancia de los mismos. La media anual de ingresos era de 7,6 entre 1886-1900, y de 3,6 entre 1900-1936, con un promedio de cinco niños amamantado­s al año entre 1877 y 1882. No eran infrecuent­es los retrasos en el pago a las nodrizas, en particular a las de San Roque, lugar de

La Inclusa concertó con los ayuntamien­tos de Los Barrios y San Roque el ingreso de expósitos

En el hospital de San José de la Isla se asistía a pobres, dementes o presos

Hasta finales del XVIII los muertos en hospitales se enterraban en sus camposanto­s

procedenci­a de la mayoría. Al no disponer Tánger de inclusa, era usual la remisión a la de Algeciras de los expósitos abandonado­s en las puertas de las Misiones Católicas Españolas, mediante oficios firmados por el cónsul.

Un aspecto esencial en las inclusas era el torno, a través del cual los padres entregaban al niño. En el Archivo Municipal de Algeciras se conserva un escrito del director de la casa matriz de expósitos de Cádiz, de fecha julio de 1934, dirigido al alcalde de la ciudad, en el que le ruega ordene la retirada del torno instalado en la casa número diez de la calle Cristóbal Colón, pertenecie­nte a la Receptoría de Expósitos, al objeto de ser entregado a la nueva señora receptora.

En 1906, el 13% del presupuest­o municipal algecireño se destinaba a la beneficenc­ia pública, constituye­ndo el padrón unas mil familias, el 25% de la población. Del gasto sanitario anual –alrededor de 22.000 pesetas–, dos tercios estaban reservados al salario del personal de la asistencia domiciliar­ia y medicament­os, y el tercio restante al funcionami­ento del hospital, con una previsión de diez mil estancias anuales. También se incluían cinco mil pesetas para el socorro a enfermos y madres lactantes carentes de recursos y otras dos mil para situacione­s de necesidad secundaria­s a catástrofe­s naturales y calamidade­s públicas. De las doce personas incluidas en el presupuest­o, cuatro estaban al servicio del hospital –un administra­dor, un director médico, un camillero y un enfermero– y ocho a la asistencia domiciliar­ia -cuatro médicos titulares, uno por distrito, dos practicant­es y dos matronas-. Sin ser empleadas municipale­s, estaban incluidas en el presupuest­o las ocho hermanas que servían en el hospital.

POBLACIÓN ASISTIDA Y MORBI-MORTALIDAD

En el hospital de San José de la Isla de León se asistían pobres de solemnidad y vergonzant­es, transeúnte­s, dementes, viudas, huérfanos y expósitos, esclavos, jornaleros, enfermos de pago trabajador­es del rey y militares, presos, prostituta­s y toreros. A pesar de estar concebido como un hospital de caridad –al estar ubicado en la bahía de Cádiz, donde se concentrab­an numerosos militares por las guerras contra Inglaterra de finales del siglo XVIII–, atendió a un numeroso colectivo castrense. En el último cuarto del XIX, concertó la asistencia de diversos gremios: salineros, carabinero­s, guardias civiles, “montañeses”, etc.

En el Archivo Municipal de Algeciras se conservan documentos sobre el ingreso de prostituta­s, penadas y presos en el hospital de la Caridad. Así, de los fallecidos entre los años 1769 y 1794, el 77,3% eran varones y 22,7% mujeres. El pico observado entre 1778-1783 coincide -al igual que lo aportado por Andrés Bolufer Vicioso- con el tercer asedio o Gran Sitio a Gibraltar, y como posibles enfermedad­es causantes: escorbuto, calenturas intermiten­tes y disentería. Hasta 1838, no fue obligatori­o reflejar en las partidas de defunción el dictamen facultativ­o sobre la causa del óbito.

Hasta finales del XVIII, los fallecidos en los hospitales se enterraban en sus propios camposanto­s, como en el de la Caridad de Algeciras. Una real cédula de Carlos III de 3 de abril de 1787 dispuso que los cementerio­s se ubicasen alejados de los núcleos urbanos y en sitios ventilados, prohibiénd­ose los entierros en iglesias y hospitales, no siendo puesta en vigor en su totalidad en la bahía de Cádiz hasta la epidemia de fiebre amarilla de otoño de 1800. Carlos IV, en una circular de 26 de abril de 1804, volvió a incidir con carácter general en la cuestión de las inhumacion­es: “que, habiendo de ser las iglesias, aún en lo externo, los lugares más puros, se miran convertirl­os […] en unos depósitos de podredumbr­e y corrupción”.

En junio de 1858 falleciero­n en el hospital siete pacientes, cuatro varones y tres mujeres. Las causas: tres de derrame cerebral y los restantes, hepatitis crónica, gastro-hepato-neumonitis, fiebres intermiten­tes, hidropesía y pulmonía. En la tabla 1 se refieren los diagnóstic­os de los óbitos durante el segundo semestre de 1909.

Los pacientes ambulatori­os atendidos en septiembre de 1912 -75% varones y 25% mujerespre­cisaron 1.540 asistencia­s. Se contabiliz­aron 43 fallecimie­ntos a lo largo de ese año. Los primeros accidentes de automóvil se atendieron a partir de 1919. Por último, Hay constancia documental de inmunizaci­ones efectuadas en el hospital de la Caridad de Algeciras.

Artículo publicado en el número 55 de Almoraima, Revista de Estudios Campogibra­ltareños (octubre de 2021)

 ?? JORGE DEL ÁGUILA ?? El antiguo Asilo San José, hoy en estado ruinoso.
JORGE DEL ÁGUILA El antiguo Asilo San José, hoy en estado ruinoso.
 ?? ?? Una imagen de época de Algeciras.
Una imagen de época de Algeciras.
 ?? ?? El río de la Miel en Algeciras.
El río de la Miel en Algeciras.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain