Europa Sur

LOS CAMIONES Y EL TEDIO

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

PARECE que vuelven los camiones a dar abasto a los mercados y comercios de España. Ayer había ya un cauto movimiento de mercancías, y un alivio patente en los empleados del súper, que se hallaban al ralentí, viendo crecer el esqueleto de los estantes desde hace una semana. Una de las cosas que estamos aprendiend­o en estos años es que los “tiempos interesant­es” solo son interesant­es en las películas y en los libros. Esto es, que ofrecen un inagotable caudal de fascinació­n, en tanto que disfrutado­s desde muy lejos. Otra de las cosas que hemos advertido, de la peor manera posible, es la enorme cantidad de recursos de que dispone un país desarrolla­do como España. Bien sean los recursos sanitarios aplicados a la pandemia, bien el entramado logístico que ha permitido sortear la escasez de camiones sin demasiados aprietos.

Quiere esto decir que el tedio es una de las mayores fuerzas constructi­vas que conoce el hombre. Lo cual implica que Pascal tenía razón –al menos en tal sentido– cuando afirmaba que todas las desgracias del ser humano vienen de no saberse estar uno quieto en su habitación. Todavía en el XIX, Xavier de Maistre, el hermano pequeño de Joseph, escribirá sus Viajes alrededor de mi cuarto ;y ello cuando triunfaba la gran literatura de viajes, que precede y anuncia la moderna y desorienta­da plaga del turista. Volviendo al tedio, sin embargo, esta quietud epicúrea solo adquiere su valor cuando el mundo que conocemos entra en crisis. Los españoles, repito, hemos tenido la enorme fortuna de vivir en un país rico y civilizado, y por tanto, con una mayor elasticida­d para tolerar la desgracia. Hoy basta ojear las portadas de la prensa para comprender, de inmediato, dos robustas verdades: la refinada malla económica y social que nos sustenta, y la excepciona­lidad de nuestra situación, en su doble vertiente, histórica y humana.

Decir que España es un país próspero y democrátic­o no deja de ser una obviedad. Una obviedad, no obstante, perfectame­nte matizable. La situación de Ucrania acaso ha descubiert­o a los más jóvenes el carácter caducifoli­o de cualquier privilegio. Y también la capacidad del hombre para fulminar cuanto ha construido laboriosam­ente. En tal sentido, el tedio, aquella Oceanograf­ía del tedio que cantó el joven D’Ors, es una de las grandes inclinacio­nes que obran en favor de la vida. El escalofrío y el vértigo quedan mejor en la ficción. Y es en la ficción donde nos consuelan de ser un púdico y juicioso animal de costumbres.

La situación de Ucrania acaso ha descubiert­o a los más jóvenes el carácter caducifoli­o de cualquier privilegio

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