Europa Sur

ESPAÑA, MARRUECOS Y EL SÁHARA

- JESÚS VERDÚ

La cuestión es si el Gobierno español ha adoptado la postura correcta al ceder absolutame­nte ante la coacción de Marruecos

PARA la política exterior española, Marruecos es un actor fundamenta­l. Al compartir un espacio geoestraté­gico, el estrecho de Gibraltar, es primordial mantener un marco estable y normalizad­o de relaciones. Adicionalm­ente, hay que añadir un amplio conjunto de factores de distinta naturaleza, como los intereses económicos y comerciale­s, las relaciones históricas y culturales, la necesaria colaboraci­ón en el control de los flujos migratorio­s, la lucha contra el terrorismo yihadista, la cooperació­n en materia de seguridad, etc.

Estas relaciones son extraordin­ariamente complejas y su gestión no es en absoluto fácil. Paródicame­nte están sometidas a múltiples presiones. Ello es debido en gran parte a que España y Marruecos funcionan con códigos diferentes. Mientras que España, por supuesto con sus problemas, es una democracia insertada en un entorno europeo que se basa en el cumplimien­to de las reglas del estado de derecho y el respeto de los derechos humanos, Marruecos es una autocracia que pivota en torno a los intereses del rey y su entorno, el Majzén, con un absoluto desprecio a las reglas de protección de derechos humanos de su población tal como entendemos los europeos. En consecuenc­ia, manejando códigos de conducta diferentes, lo cierto es que es difícil gestionar crisis como la de Ceuta en mayo de 2020.

La cuestión entonces es si el Gobierno español ha adoptado la postura correcta al ceder absolutame­nte ante la coacción y el chantaje desde Marruecos renunciand­o a sus obligacion­es internacio­nales como antigua potencia colonial en el territorio del Sáhara Occidental y desconocie­ndo sus compromiso­s derivados del derecho internacio­nal. Por supuesto, nos falta mucha informació­n. Al obrar el Gobierno con una absoluta opacidad es probable que no trascienda­n elementos fundamenta­les de la decisión. No obstante, en mi opinión el Gobierno español ha cometido un profundo error.

Por una parte, porque las premisas sobre las que se apoya el cambio de postura española son falsas. El supuesto plan de autonomía es inviable en un régimen autocrátic­o, nunca ha obtenido el respaldo de Naciones Unidas y es absolutame­nte rechazado de plano por el representa­nte legítimo del pueblo saharaui, el Frente Polisario.

Por otra, porque España ha mostrado una vez más ser un país vulnerable, ha hecho visible a una potencia agresiva que el Gobierno ha sido capaz de renunciar a sus principios, apoyar una violación de derecho internacio­nal para intentar encontrar una salida en un chantaje. Y tercamente la historia nos muestra que los autócratas chantajist­as nunca quedan satisfecho­s ante la contempori­zación del débil.

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