“El pregón se inspira en María y su soledad el Sábado Santo”
El Teatro Municipal Florida acoge este domingo el pregón oficial de la Semana Santa de Algeciras, pórtico de la Pasión en la ciudad
–¿Cuánto nos ha cambiado la vida desde su nombramiento, en 2019, hasta que se suba este domingo al atril del Florida?
–Hemos sufrido un cambio de vida a nivel mundial. Nos ha afectado a todos, inclusive a la visión terrenal del hombre, que cada día intenta hacerse dueño del mundo, y una vez más nos demuestra que la naturaleza tiene la última palabra, de pronto un pequeño virus pone en jaque a todo un planeta. Pienso que el cambio debería haber sido mayor pero desgraciadamente contemplamos a diario ejemplos que demuestran lo contrario, como esta guerra de Rusia y Ucrania. Hemos sufrido experiencias muy críticas, ver como tantas personas morían solas, abandonadas en una habitación. En calidad de sacerdote me tocó vivir momentos muy duros.
–Hemos salido mejores, como tanto se decía?
–En general sí pero no olvidemos el refrán que dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Aunque tenemos la cualidad de convertir en virtud el defecto. Vamos olvidando lo malo, desterrando lo negativo, y debemos mirar al frente. Pese a que esta pandemia haya afectado relativamente a nuestras relaciones sociales o personales, nuestra misión es aprender, madurar y caminar desde esa herida para sanarla.
–¿Qué puede sacar de bueno un cristiano en todo lo que hemos vivido?
–He tenido dos frases muy presentes durante esta pandemia. “El señor es mi pastor, nada me falta” y “El señor es mi luz y salvación a quién temeré”. Dos salmos que rezaba a diario porque me daban fuerza y confianza. Como decía San Pablo: “sé de quién me he fiado”. Ello me ayudaba en momentos duros, como cuando quisieron suspender la eucaristía. Precisamente en ése momento el pueblo necesitaba tener a Dios más cerca que nunca. Todas esas experiencias nos han servido para madurar en la fe y tener confianza en el Señor. Deberíamos tenerlo presente.
–Ya ocurrió durante la pandemia y ahora con la Guerra de Ucrania, la Iglesia sigue estando al pie del cañón con su ayuda social y humanitaria en momentos críticos y necesarios.
–La Iglesia desde que es Iglesia aprendió a “nunca bajarse de la cruz”, al igual que Jesucristo y es nuestro deber mantener ese ideal. No ha habido ningún sacerdote católico, ni ninguna congregación religiosa, que se haya marchado de Ucrania, todos están colaborando en lo necesario y en la oración que es su prioridad. Gracias a estas instituciones, como Cáritas, estamos presentes de una manera muy directa. En este caso en concreto, no hemos pedido nada material, sólo ayuda económica para que puedan adquirir medicinas o víveres. Es nuestra obligación.
–Vamos al turrón, ¿cómo encara el pregón este domingo?
–Tengo ilusión, ganas y miedo, por supuesto [ríe]. En primer lugar porque es un pregón que se espera desde hace dos años y tengo respeto porque la gente tiene unas expectativas marcadas con el regreso del pregón. Lógicamente he tenido que hacer cambios porque han ocurrido muchas cosas pero mantengo la estructura y la idea inicial. Se inspira en la imagen de la virgen
María, en su soledad del Sábado Santo. Durante esta pandemia muchas personas sentían esa soledad.
–¿Veremos un texto que invite a la oración? Hemos descubierto en estos dos años una Semana Santa diferente, íntima e interior.
–Hay un refrán que dice no hay mal que por bien no venga. Esta pandemia nos ha ayudado a ver una Semana Santa diferente, más íntima. Habitualmente, durante los días de salida procesional es cuando más alboroto y ‘ruido’ hay en el entorno cofrade, quizás momentos en los que no estás pendiente de estar en oración, se está pendiente de mil detalles ligados con el desfile. Con esto de la pandemia, estos nervios no estaban. Es como si hubieses ido quitando capas que no te dejaban contemplar realmente lo importante: la pasión y la muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Hemos tenido dos oportunidades en esta pandemia de postrarnos de tú a tú con el Señor. Sin jaleos, ni barullos. Una cosa es rezar y otra es orar. Orar es dejar que él sea el que hable y que penetre en ti, que él sea quién te instruya.
–Pero que los pasos vuelvan a la calle es gloria bendita, ya me entiende.
–Bendito sea Dios. Por supuesto, es un sentir nuestro, es nuestro folclore y fe, una transmisión de cultura y religión. Lo que vives ahora, en un futuro se lo vas a enseñar a tus niños o mejor aún, disfrutas algo que heredaste de tus padres. Las hermandades en la calle despiertan unos sentimientos únicos, personas emocionadas, el ambiente y ese olor. Además, no seamos ingenuos; económicamente es un gran atractivo para la ciudad, incentiva al turismo, da servicio a oficios artesanales que viven de eso. Somos depositarios de la fe que nos han inculcado y debemos cuidar nuestras tradiciones.