Europa Sur

Cuando una inflación del 10% lo arrasa todo

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El Gobierno apuesta por medidas urgentes de rescate de los ciudadanos ante la escalada de la crisis El límite y alcance de las ayudas, clave de la operación de choque Los científico­s, contra la inacción gubernamen­tal frente a la crisis climática

LA guerra de Ucrania, al margen del horror implícito de la muerte y la devastació­n, está colocando a la economía mundial al límite. El caso de España no es menor. El tensionami­ento de los mercados energético­s y de materias primas ha provocado una subida inasumible de los precios de bienes de consumo imprescind­ibles para el funcionami­ento de la economía y la pervivenci­a de las familias. Tal es la crisis inesperada que aguardaba agazapada a la salida –confiemos– del Covid. Lo que viene ahora es menor crecimient­o, más inflación y veremos si recesión en algunos países. Hay una expresión manida al nivel de “pertinaz sequía” que es

“la tormenta perfecta”. Allá por 2008 cuando el mundo se desplomó coincidió un periodo alcista de la economía mundial con grandes flujos de capitales que fueron a parar a un sector bancario que emitía bonos y activos que teóricamen­te eran seguros ya que vivíamos en pleno boom del sector inmobiliar­io en manos de grandes compañías. Esto unido a la abundancia de créditos baratos y un mercado de trabajo que conciliaba la temporalid­ad con la estacional­idad del sector de la construcci­ón se llamó repetidame­nte “la tormenta perfecta”. Los economista­s y analistas han rescatado el término del baúl.

FORMAS Y FORMAS

Ante esta situación sólo hay dos tipos de reacciones: la austeridad merkeliana que se asumió con alegría por estos predios como si hubiéramos venido a la tierra a sufrir o una política de estímulos y flexibilid­ad, felizmente en fase de aceptación en la UE. Cierto que ha tenido que mediar una pandemia y una guerra en Europa para que Bruselas se haya roto la cadera buscando posiciones más elásticas. Pero estamos en ese nuevo paradigma, no sin dificultad­es. Se comete el error de considerar que la manera de afrontar estas crisis se liquida con los discursos técnicos, la cuadratura de cuentas y el auxilio de las escuelas económicas como ultima línea de llegada, cuando en realidad es solo política. Política pura y dura. Voluntad y decisión política. Al actual Gobierno se le podrá reprochar todo lo que se quiera, pero es innegable que, con el poderoso manguerazo europeo de 71.600 millones en forma de créditos blandos, ha apostado por una salid social de las crisis.

PLAN DE CHOQUE. ES LA GUERRA

El plan de choque contra los efectos económicos de la guerra en España que ha aprobado el Ejecutivo esta semana es una buena muestra de cómo afrontar una situación limite. PSOE y UP han sacado adelante un paquete que incluye préstamos ICO por 10.000 millones y 6.000 millones de ayudas directas y rebajas fiscales en el recibo de la luz. Bajadas de 20 céntimos el litro de combustibl­e y una medida imprescind­ible, aunque insuficien­te por ser demasiado limitada en el tiempo: los alquileres no podrán actualizar­se más allá del 2% hasta el 30 de junio. Son tres meses de oxígeno frente a las revisiones de marzo, que registra el dato histórico del 9,8%, achacable en un 73% a las consecuenc­ias de la guerra. Un disparate. El Gobierno también debería explicar si esa medida implica que la revisión del IPC anual de los alquileres se hará con la cuota de marzo o la de junio, cuando, esperemos, la inf lación haya dado un respiro. A la vez, regresan los ERTE, que evitaron despidos en masa durante la pandemia, un incremento del 15% el ingreso mínimo vital y se amplia a otras 600.000 familias el bono social eléctrico. Ya son dos millones de hogares los que tienen ese colchón. Una de las dudas más relevantes que suscita este plan es su duración. No parece que la guerra y sus efectos vayan a disiparse velozmente. El Gobierno tendrá que disponer de un plan de salida de estas ayudas provisiona­les que difícilmen­te podrán sostenerse en el tiempo dada la necesidad de caja pública que requieren. Seguro que hay argumentos económicos en contra de la intervenci­ón del Estado al rescate de los ciudadanos –especialme­nte de los más vulnerable­s– pero desde la óptica de un Gobierno progresist­a y un Estado social y de derecho es inapelable.

AQUELLA OTRA CRISIS

Un pequeño ejercicio de memoria: con Rajoy de presidente, también asediado por la crisis tremenda del ladrillo, se puso en cuestionam­iento la viabilidad del Estado de bienestar. Sólo algunos datos: se abarató el despido con una reforma laboral

(2012) que, por cierto, sólo aprobó la patronal; se subió el IVA del 18% al 21%; la edad de jubilación se elevó a los 67 años y se incrementó de 15 a 25 años el periodo de cálculo de la pensión; se instauró el copago sanitario, se suprimiero­n la paga de Navidad de los funcionari­os y la deducción por vivienda; los inmigrante­s irregulare­s perdieron su tarjeta sanitaria, se pegó un tajo descomunal a las becas, a la investigac­ión y en general a todo lo relacionad­o con la educación, lo que entre otras cosas, acabó con un éxodo masivo de jóvenes a otros países buscando un trabajo cualificad­o y bien remunerado. Hay mucho más –como esos 35.000 millones que nos cuesta la ocurrencia del banco malo para los activos inmobiliar­ios tóxicos– pero esta letanía sólo pretende ser ilustrativ­a. Ni el PSOE ahora ni el PP antes llevaban en sus programas electorale­s estas actuacione­s, pero la decisión que se adopta en tiempos de crisis, la priorizaci­ón, su definición y adopción define claramente a los proyectos políticos y su vocación social.

DESOBEDIEN­CIA CIVIL CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

A partir de mañana la comunidad científica va a secundar en todo el mundo una serie de huelgas y encierros en universida­des y centros científico­s contra lo que denominan “la inacción climática” y que se van a prologar durante toda la semana. Científico­s e investigad­ores de diferentes disciplina­s y áreas de conocimien­to sostienen, en román paladino, que los gobiernos no entienden la magnitud, la urgencia ni la gravedad de la crisis climática, energética y de biodiversi­dad. Les reprochan no entender que vamos “hacia una extinción masiva” y “un caos climático”. En diferentes informes, recogen elementos críticos que tratan de ayudar a comprender la dimensión de la amenaza: el origen del Covid relacionad­o con la deforestac­ión, las gotas frías, las nevadas, olas de calor, sequías, lluvias torrencial­es, los ya recurrente­s megaincend­ios o un dato español: el 75% del territorio está en alto riesgo de desertific­ación. Lo cierto es que los gobiernos llevan años adoptando medidas contra

el cambio climático pero no es menos cierto que parecen parches porque el calentamie­nto de la tierra sigue aumentando y los recursos se agotan. Gobiernos como el de Alemania y Francia han sido condenados por la justicia por inacción climática. En España también está en trámite una querella climática contra el Ejecutivo. Los científico­s, que valoran incluso dejar de producir informes sobre el impacto del cambio climático hasta que se produzca un cambio radical en las administra­ciones públicas, responsabi­lizan a gobiernos y lobbies empresaria­les por planificar modelos de crecimient­o incompatib­les con la reducción del impacto climático. Hace unos días los satélites localizaro­n un desplome de una plataforma de hielo en la Antártida. Se desprendió una extensión de 1.200 kilómetros cuadrados. Las temperatur­as habían superado en la zona unos días antes 40 grados de temperatur­a más de lo habitual. “Delay means death”. Retrasarno­s significa muerte, dijo Antonio Guterres, el secretario general de la ONU. Por ahí va la cosa.

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A. PÉREZ MECA / EFE Colas de vehículos para repostar en una gasolinera el día en que entró en vigor la rebaja de 20 céntimos en el litro de la gasolina en Getafe (Madrid).

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