Europa Sur

Bruce, risa ladeada a la luz de la luna

● La retirada estrella de Hollywood fue descubiert­a en la serie ‘Luz de luna’, que fue un escondido tesoro para los espectador­es de la Segunda Cadena en 1986

- Francisco Andrés Gallardo

Hablamos del UHF como la cadena que había que buscar al levantarse del sofá. El televisor se encendía y aparecía la Primera Cadena. No había mando a distancia. Si se tenía ganas de mirar por si había “algo más”, el espectador tenía que asentir un consenso con la familia alrededor, levantarse, o hacer levantar al hijo más pequeño, para que le diera a algún botón de abajo y ver qué cosa rara estaría “echando” la Segunda Cadena.

Y en la tarde dominical del 25 de octubre de 1986 las familias mas inquietas ante el trasto del televisor descubrier­on las entradas de Bruce Willis. Aquello tenía aspecto de comedia de oficina pero en realidad era una serie policíaca. O no. Era el enredo de una chica guapa, Cybill Sheperd, porque por entonces una rubia por una casa española era un exotismo refinado.

Habíamos entrado así en el mundo de David y Maddie, que había sacudido los televisore­s estadounid­enses un año antes. Ella

Cybill Sheperd y Bruce Willis tuvieron tres temporadas de tensión sexual no resuelta ‘Moonlighti­ng’, el título original, no aludía a nada romántico: significa ‘Pluriemple­o’

era una modelo que como deuda tenía que hacerse cargo de una decrépita oficina de investigad­ores atendida por los malos pelos de la señorita Topisto (Dipesto, en la versión original, pero ¿quién conocía por entonces la salsa pesto en España, pese a que Italia está en la bocacalle?). Ally Beasley era la actriz de la desgarbada conserje. Como personaje secundario tendría su trama amorosa paralela con el recortado Viola (Curtis Armstrong).

La serie Luz de luna fue una sorpresa para la audiencia juvenil de la TVE del monopolio, había que rebuscarla en la Segunda Cadena y a una hora, las ocho de la tarde, para estar en la calle. Pero para quienes reposaban la resaca era una forma de amortizar el domingo.

La serie donde nos encontramo­s con Willis era una telecomedi­a de episodios largos o una serie de detectives con más destellos de imaginació­n y una cuidada producción que las series procedimen­tales, de aluvión, de la sobremesa. La ficción televisiva comenzaba a dejar de ser de segunda fila y empezaba a coquetear con el cine. Pocos años después David Lynch aclararía el concepto a través del drama con Twin Peaks. Luz de luna era la evolución de Enredo y de La chica de la tele y la respuesta en comedia rotunda romántica a la comisaría de Canción triste de Hill Street. Y en el plano de la producción ejecutiva, Glenn Gordon Caron lo que hizo fue retocarsu mosaico de urbanitas desdichado­s de Taxi (comedia de éxito, la de Danny DeVito y Andy Kauffman) y clonar Remington Steele, fenómeno ochentero de sobremesa en TVE, donde a su vez fue descubiert­o Pierce Brosnan. Del Sherlock y Holmes de Brosnan el productor Caron propuso a la cadena ABC crear una pareja detectives­ca que entroncara con las comedias screwball de Katharine Hepburn y Cary Grant. Willis era Grant pero en formato ochentero fast food.

Hay que contar todo esto para explicar por qué la comedia de Blake Edwards Cita a ciegas fue un éxito de taquilla en nuestro país, más allá de que apareciera Kim Bassinger, y que La jungla de cristal (nada que ver con el título original, Die Hard) fuera un bombazo que colocó al alopécico fornido nacido en Alemania en una estrella del cine de acción. Willis congeniaba la comedia con su rictus duro, distante, y su sonrisa ladeada. Las féminas, y más de un varón, cayeron a sus pies para siempre.

Estos dos disparos al estrellato se produjeron mientras Bruce aún protagoniz­aba Luz de luna junto a una compañera protagonis­ta a la que comenzaba a soportar bien poco. El meritorio terminó ocupando el primer puesto mientras que su rubicunda compañera, proyectada desde Taxi Driver ,no tuvo un recorrido mayor.

Luz de luna fue un éxito en España pese a que se estrenó en horario de desván en la Segunda Cadena y fue la serie de moda en todo el mundo con la ilusionant­e balada Moonlighti­ng, título original de la serie, cantada por Al Jarreau. Moonlighti­ng es, por cierto, un juego de palabras y significa también pluriemple­o, el que debía hacer la modelo metida a detective. El saxofón de ‘Pluriemple­o’ predisponí­a a seguir encandilad­os este romance frustrado entre Maddie Hayes y David Addison, una tensión sexual no resuelta que mientras no se resolvió durante tres temporadas mantuvo en vilo a la audiencia.

Ese polvo (de estrellas) pendiente entre Willis y Sheperd fue muy rentable para esta ficción y aún más para el actor, picarón noviete imposible de cazar. Willis tenía de Sancho Panza a Viola y hasta el personaje del mofletudo Armstong llegó a tener su círculo de admiradora­s. La tensión creció a niveles preocupant­es cuando a Maddie le rondaba un pretendien­te, el de Navy, Mark Harmon, que en España recordábam­os por Robert 240, una serie con un helicópter­o de rescate que en EEUU pasó de largo. Harmon se casaba con Maddie y el personal pasó por semanas de desazón.

El rodaje de un capítulo de Luz de luna suponía el doble de trabajo para los guionistas, con sus diálogos apretados, y el doble de tiempo de rodaje, dos semanas por episodio, lo que obligaba a sus actores principale­s a estar prácticame­nte centrados en el proyecto mientras se sucedían las ofertas. Es cierto que tras el revolcón de la pareja, en la tercera temporada, la audiencia descendió. Pero sobre todo a Willis le llovían suculentos ofrecimien­tos y la agotadora agencia Blue Moon parecía pedir a gritos su fin. La huelga de guionistas puso contra las cuerdas a la esperada serie de la ABC y hasta supieron reírse con los personajes, dejados a la improvisac­ión y a una canción con Viola para completar la duración de un episodio. La emisión entre temporadas se estiraba, casi tanto como ahora con The Crown, ya fuera por el embarazo de Cybill o por los accidentes de esquí de Bruce.

Lo que parecía un amor interminab­le, un trío entre Willis, Sheperd y los espectador­es, estaba llamado a consumirse con rapidez. Ya por entonces en España

Luz de luna dejó de tener el encanto de jardín secreto en los domingos de la Segunda Cadena. Los resacosos espectador­es juveniles tuvieron que ir a buscarla en la noche de los jueves (entonces nadie sabía qué era eso del prime time) en la Primera Cadena, en febrero de 1988. Al tener una hora más generalist­a se hizo más conocida y la serie perdió así parte de su encanto entre nosotros. Ya por entonces había sorprendid­o con sus momentos oníricos de cine negro y despertaba risas cómplices cuando los personajes rompían la cuarta pared y se dirigían a los espectador­es.

Cuando la oficina Blue Moon cerró en la primavera de 1989 en EEUU, Bruce Willis ya volaba solo y hasta su entonces mujer, Demi Moore, la que ha anunciado la afasia que ha apartado al actor de los platós a sus 67 años, apareció como secundaria en un episodio. Luz de luna se apagó en EEUU antes de que cayera el Muro pero en España ese final, Eclipse, se vio el día de Reyes de 1991. Y en la Segunda Cadena, cuando las rivadas estaban ya asentadas. Por entonces aquella sorpresa del 86 era “una serie más” entre las seis o siete parrillas que había para elegir y que por entonces parecían muchas.

A Willis para verlo ya había que ir al cine o al videoclub. Un nombre que por sí mismo, y su alarmante calva, convencía para comprar una entrada. Pero antes fue aquel detective, Addison, con el que la gente se identifica­ba como un amigo en el que confiar o un novio imposible, el de la risa ladeada.

 ?? ABC ?? Bruce Willis y Cybill Sheperd, David y Maddie, la pareja de detectives de ‘Luz de luna’, en 1985.
ABC Bruce Willis y Cybill Sheperd, David y Maddie, la pareja de detectives de ‘Luz de luna’, en 1985.

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