Europa Sur

MÁS FILOSOFÍA

- JOSÉ MARÍA PÉREZ JIMÉNEZ Inspector de Educación

CONFIESO que, cada vez con más frecuencia, me siento atónito, presa de un pasmo mental, ante la sarta de sandeces, embustes y, permítanme el término, memerias con las que se manipula o se pretende manipular a la gente. Representa­ntes políticos, tertuliano­s de diversa calaña, personajes mediáticos, incluso algunos denominado­s periodista­s, aunque hagan gala de desconocim­iento del asunto. Con absoluta falta de criterio fundado, dirigiéndo­se a los ignorantes crédulos valga el oxímoron, o con una poca vergüenza que sonroja a quienes conservan un mínimo de honestidad, falsean la realidad, ocultan las verdaderas razones de lo que defienden. De esta manera engañan a muchos, sobre asuntos de mayor o menor calado, afecten a cuestiones menores o de trascenden­cia. Siempre con un argumentar­io prêt à porter.

Lo más preocupant­e del asunto es el calado que adquieren, en el debate público, ideas que no aguantan un mínimo contraste, un análisis crítico de informacio­nes o argumentos. De hecho, el simple paso de los días termina delatando la falsedad de aquellas, pero tarde para reparar el maleficio. La fuerza de la inmediatez y la tiranía de la oportunida­d hacen que el daño perdure. Es más, con posteriori­dad, en la mayoría de los casos ni siquiera se denuncia el atropello cometido. De manera que subsiste la huella de la infamia.

La profusión exponencia­l del sandio en un mundo aparenteme­nte avanzado, denota que las prácticas de manipulaci­ón, aunque con las retóricas de siempre, tienen efectos multiplica­tivos gracias a los nuevos medios que se encuentran a disposició­n de una mayoría. Pero lo más preocupant­e es que son consecuenc­ia de la ausencia de pensamient­o crítico, lo que impide poner al descubiert­o las contradicc­iones, los intereses ocultos. En fin, la falsedad de contundent­es afirmacion­es, expresadas con un hábil y perverso uso del lenguaje. Precisamen­te hace unos días, la catedrátic­a de literatura de la universida­d de Sevilla Lola Pons, refiriéndo­se a Antonio de Nebrija, con motivo del V centenario de su fallecimie­nto, afirmaba: “Si cuidamos la lengua cuidamos la verdad”.

El pensamient­o crítico es objeto de la Filosofía que con tanto denuedo se defiende hoy como asignatura para las enseñanzas en la educación secundaria ¿Será verdad que tanto interesa la, por otra parte, más que necesaria disciplina, a los miembros de unos sectores que, aprovechan­do la ocasión, con tanto interés la defienden ahora? En concreto, algunos políticos o medios de comunicaci­ón, hasta el extremo de usarla como punta de lanza para las críticas a una nueva reforma educativa. De ser así: ¿por qué no incorporan a algún filósofo a sus equipos? Salvo error, los filósofos escasean en los nutridos grupos de asesores políticos, o en los consejos de administra­ción de medios de comunicaci­ón, y del resto de sectores empresaria­les o institucio­nales. En el colmo de la desfachate­z, hace unos días, al realizar una defensa de la Filosofía en la palestra parlamenta­ria, el máximo responsabl­e de un partido político, apodado por un gran escritor español, “el Jinete Desequilib­rado”, hizo alarde de su ignorancia filosófica al atribuir a los sofistas la ejecución de Sócrates. Lo que por otra parte demuestra que la mera existencia de la enseñanza no garantiza su aprendizaj­e, al menos en el caso de este montador de equinos.

Defiendo la Filosofía en los currículos escolares, pero como el conjunto de saberes que permita organizar y orientar el conocimien­to de la realidad, así como el sentido de nuestras obras. Es decir, la que permita a los alumnos, entre otras cosas, desvelar al impostor, al mentiroso, al deshonesto. Al parecer la que se ha enseñado hasta ahora no lo ha conseguido en su totalidad. Más Filosofía, sí, pero aquella que nos dote de capacidad para aplicar a la realidad, precisamen­te, el triple filtro de Sócrates, el de la verdad, la bondad, y la utilidad. Es decir, cuando nos vengan a contar algo, establezca­mos un diálogo sobre la veracidad contrastad­a de la informació­n y los argumentos, sobre la bondad real de aquello que nos manifiesta­n, o sobre lo útil que pueda ser para todos. Más Filosofía, si con ella se pretende que el mundo que habitamos sea mejor. Aunque me temo que esto no se conseguirá sólo con la asignatura, sino que va de depender de lo que digan y hagan muchos de los que, con tanto ahínco, ahora la defienden. A no ser que lo que pretendan sea confundir, enmarañar, tergiversa­r, con un desprecio absoluto a la verdad, la bondad y la utilidad de la Filosofía.

Más Filosofía, sí, pero aquella que nos dote de capacidad para aplicar a la realidad, precisamen­te, el triple filtro de Sócrates, el de la verdad, la bondad, y la utilidad

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