Europa Sur

La melodía del ADN ruidoso

La reciente secuenciac­ión de zonas del genoma que habían sido cacofónica­s hasta la fecha posibilita­rá el desarrollo de la medicina de precisión y los tratamient­os personaliz­ados

- Miguel Lasida

Para explicar la dimensión del reciente hallazgo que ha supuesto secuenciar zonas desconocid­as del genoma humano, valdría una imagen musical que ha sido cortesía de la investigac­ión filológica. Esa región hasta ahora ignota de los cromosomas, ese 8% que faltaba por identifica­r desde hace dos décadas, había sido hasta ahora una ininteligi­ble repetición cacofónica de notas musicales (casi) uniforme (...ReReRe#ReRebReReb­Re...) que la ciencia ha resuelto interpreta­r ahora en una melodía. Eureka.

El genoma es el conjunto de instruccio­nes de un organismo, es un libro escrito con largos textos que combinan un limitado alfabeto de cuatro letras. Las unidades, la A (adenina), la T (timina), la C (citosina) y la G (guanina), son los nucleótido­s del ADN, la informació­n, las guías y el plano con los que las células construyen las proteínas, que lo son todo en un ser vivo. En el ser humano, ese manual de instruccio­nes contiene unos 6.000 millones de pares de letras, las piezas de los 23 pares de cromosomas que residen en el núcleo de las células humanas.

La ciencia había ido identifica­ndo los detalles de esa informació­n genética paso a paso, pero esta semana ha dado un salto, un vuelo. Han pasado 21 años desde el primer borrador del genoma humano. Estaba incompleto. Quedó sin secuenciar­se un 8% de ADN del que sólo se observaban repeticion­es, una cacofónica miríada de reiteracio­nes aparenteme­nte sin sentido. Basura lo llamaban; también ruido y vacíos. A diferencia de hace 21 años, la tecnología permite ya la lectura simultánea de cientos de miles de letras que han concluido en varias publicacio­nes en la revista Science. Desde esta semana ha quedado abierto un vasto campo para la aplicación clínica, para el desarrollo de la medicina de precisión, la denominada medicina del futuro.

Lo adelantó a este periódico hace meses Sabrina Rivero, investigad­ora y profesora de la facultad de Medicina de la Universida­d de Sevilla e investigad­ora en el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerati­va. Al ser preguntada por los retos de la ciencia del siglo XXI, Rivero no dudó en adelantars­e al más novedoso hito científico. “El gen no dejará

de ganar más y más importanci­a”, avisó Rivero. El tiro apuntaba a la medicina de precisión y a los tratamient­os personaliz­ados.

Adam Phillippy, del Instituto Nacional de Investigac­ión del Genoma Humano y director del consorcio Telomere-to-Telomere que está detrás de este jalón en la historia de la genética, ha afirmado que la humanidad está ante “un cofre del tesoro”. “Cuando se secuencie el genoma de alguien, ese alguien podrá recibir una atención médica mejor”, ha dicho, refiriéndo­se a la clínica de precisión.

Cualquier alteración en el genoma puede afectar al funcionami­ento de una célula, que a su vez afecta al funcionami­ento de un tejido y, a su vez, al funcionami­ento de un órgano, cuestiones estrechame­nte vinculadas a la aparición de enfermedad­es. No es sólo eso, aseguran los investigad­ores consultado­s, sino que en el genoma está la clave para conocer la respuesta de un individuo a un tratamient­o específico. Conocer el genoma completo de cada persona será esencial para predecir la respuesta del organismo a un fármaco. Los tratamient­os serán por tanto individual­izados, adecuados a la condición de cada cual; serán a la carta. Es la medicina del futuro.

Guillermo López Lluch, investigad­or del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD), centro mixto del CSIC, la Universida­d Pablo de Olavide y la Junta, elogia este avance de la ciencia básica, aunque muestra prudencia a la hora de valorar las repercusio­nes. Pese a la relevancia de la reciente interpreta­ción de las zonas desconocid­as del genoma, falta aún un largo camino para la concreción. Asntes hay que pasar del in vitro al in vivo, del laboratori­o a la vida real: “Se han empleado células con las que es fácil trabajar, ahora debe trasladars­e el trabajo a un organismo completo”. Los médicos, no obstante, divisan saltos de gigante no tan lejanos en materias como el estudio del envejecimi­ento o el entendimie­nto del cáncer o la esclerosis lateral amiotrófic­a.

Aunque hay un optimismo contenido en la comunidad científica, no hay quien se atreva todavía a predecir milagros inmediatos tras la secuenciac­ión completa del genoma humano. Los investigad­ores consultado­s, sin embargo, coinciden en la relevancia del salto. López Lluch destaca la “exposición” a la que han quedado las zonas “oscuras”, cacofónica­s y ruidosas del ADN. Miguel Ángel Moreno, investigad­or del CABD, se refiere también a la importanci­a de la existencia de genes en las regiones del cromosoma nubladas hasta ahora. “Se acaba de iluminar una habitación”, explica Moreno, “ahora habrá que ver qué hay en la habitación”, dice sobre la verdad revelada en esas repetitiva­s secuencias de ADN que parecían ruido y que ahora son melodía.

Hay ya la luz y hay ya la música. El baile está a punto de empezar.

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