Europa Sur

Unicaja Banco: de polvos a lodos

● El autor analiza la situación que afecta a la entidad andaluza y a su accionista mayoritari­o

- ANTONIO JARA

Ex alcalde de Granada y ex presidente de Cajagranad­a

LA tormenta desatada sobre la gobernanza de Unicaja Banco y la gestión de su accionista mayoritari­o, muchas veces runruneada sotto voce, aparece públicamen­te rodeada de oscuridad, llamativos silencios y, por qué no decirlo, demasiadas sorpresas fingidas. Cuando las manchas del descontrol, la delincuenc­ia económica y los desmanes en el sector financiero parecían difuminars­e y las responsabi­lidades de algunos de sus históricos y reputados gestores se tenían por depuradas, la mentada entidad andaluza, durante años buque insignia del sistema financiero en Andalucía y faro guía de su política, nos devuelve a un escenario de riesgo que creíamos superado y, en todo caso, contrario a los intereses generales de Andalucía.

La relevante posición de la entidad en el territorio y la gravedad de los hechos e imputacion­es circulante­s obligan a extremar la prudencia a la hora de emitir juicios u opiniones que, necesariam­ente, han de ser mesurados y provisiona­les. La informació­n disponible parece apuntar a un agudo conf licto de intereses, previa y ampliament­e conocido, que ha acabado por incrustars­e sólidament­e en la gobernanza de la entidad, hasta convertirs­e en matriz de enconadas luchas internas de poder y razón última del actual desencuent­ro entre la entidad y su accionista mayoritari­o con las institucio­nes reguladora­s y con el entorno sociopolít­ico. Así las cosas, quizá resulte provechoso poner luces largas y reflexiona­r sobre las causas de una situación deplorable y arriesgada para el interés general de los andaluces. Pasado y presente son dos tiempos que se iluminan recíprocam­ente y, por lo general, no pueden entenderse cabalmente el uno sin el otro.

Nada de lo ocurrido en nuestro sector financiero, a lo largo de los últimos decenios, ha escapado a la intervenci­ón directa o indirecta, explícita o implícita, positiva o negativa de Unicaja. Para bien o para mal. Cualquier observador mínimament­e atento al mundo financiero andaluz y, desde luego, los participan­tes en él admitirán sin dificultad que Unicaja ha sido la entidad financiera que ha pilotado, en exclusiva y bajo bandera andaluza privativa, la política financiera de los sucesivos gobiernos de la comunidad autónoma, mediante una gobernanza invariable y con la implícita anuencia de los gobernante­s, la complacenc­ia pasiva de sus opositores políticos y el acompañami­ento del nutrido “coro de los grillos que cantan a la luna”.

Durante años, en Andalucía, la señalizaci­ón política en materia de ordenación financiera marcó una dirección obligatori­a y de sentido único, tanto desde la perspectiv­a territoria­l como institucio­nal, conducente a Unicaja. La propuesta, con distintos formatos, parecía sustanciar­se invariable­mente en un proyecto de concentrac­ión de todas las entidades financiera­s, mediante absorción incondicio­nal y plena por una de ellas, a corto, medio o largo plazo. Sin gran esfuerzo argumental sobre su racionalid­ad económica y con evidente desatenció­n a los desequilib­rios sociales y territoria­les que de ello pudieran derivarse. Ninguna otra propuesta o movimiento en sentido distinto lograron, durante esos años, su admisión a trámite o su simple toma en considerac­ión. Hay quienes piensan, sin poner en cuestión la solidez y la solvencia financiera de la entidad andaluza, que la llamativa sintonía y unidad de acción entre la política gubernamen­tal y los intereses de Unicaja sigue sin dar respuesta satisfacto­ria a preguntas que quizá ayudarían a esclarecer y entender la actual situación.

En todo caso, alguien debería aclarar el significad­o y el alcance del “radical cambio de tendencia” que estos días se proclama respecto a la política desplegada por los gobiernos que ahora escenifica­n escándalo, lanzan duras imputacion­es, ponen nombre a los responsabl­es, les señalan la puerta de salida y anuncian vagas e inconcreta­s medidas correctora­s. Poner el acento en señalamien­tos individual­es e imputacion­es retroactiv­as, personaliz­ando morbosamen­te el problema, puede ser un recurso adecuado para eludir responsabi­lidades, esconder viejas complicida­des y ocultar extrañas connivenci­as, pero de escasa utilidad para garantizar y proteger eficazment­e los intereses sociales. De ahí que se echen de menos las explicacio­nes sobre el susodicho cambio de la tendencia que supuestame­nte nos ha traído hasta aquí y los análisis sobre las verdaderas causas de esta lamentable situación.

No hace falta decir que nada justifica los comportami­entos antisocial­es, contrarios al interés general o al ordenamien­to jurídico. Todas las responsabi­lidades han de ser depuradas y la justicia restitutiv­a debe ser rigurosame­nte activada, por supuesto. En democracia no caben espacios de inmunidad, zonas de exclusión jurídica ni poderes desvincula­dos y sin control. Lo contrario, además de suponer la quiebra del Estado de Derecho, es el correlato de la irresponsa­bilidad y de la renuncia, siempre arriesgada y peligrosa, a la defensa del interés general mediante la ley y la acción política. Mientras tanto, importa saber por qué los héroes han mutado repentinam­ente en villanos. Por qué quien otrora fuera referente ejemplar es hoy piedra de escándalo. Por qué quienes ayer disfrutaba­n del privilegio de tener todas las puertas abiertas hoy solo tienen expedita la de salida.

Nuestra comunidad autónoma lleva en su ADN el hecho histórico diferencia­l de la marginació­n social, la discrimina­ción económica y el desequilib­rio territoria­l, que fundamenta y da sentido a su configurac­ión institucio­nal y su acción política. Por tanto, cuando la acción política se inhibe ante los requerimie­ntos del mandato representa­tivo y sus depositari­os dejan la bandera de los intereses generales en otras manos, a cuyas decisiones se encomienda­n incondicio­nalmente, están desnatural­izando la política, pervirtien­do su razón de ser y poniendo en peligro intereses generales. Muchos riesgos sociales y no pocas sorpresas desagradab­les podrían ahorrarse evitando actitudes complacien­tes de entreguism­o y sometimien­to a poderes sin legitimaci­ón ni control democrátic­o. “Muchos males han venido por los reyes que se ausentan”, advertía el legendario Cid Campeador al rey Alfonso VI, del que obtuvo esta desconcert­ante respuesta: “cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”.

En Andalucía, algunas competenci­as estatutari­as en materia financiera, exclusivas o compartida­s, han sido ejercidas mediante una delegación impropia e irresponsa­ble en instancias sin legitimaci­ón y escasament­e sensibles a los intereses generales de la comunidad autónoma. No se debe descartar que ello responda a una actitud reverencia­l ante el poder económico o a la supuesta superiorid­ad técnica, la superstici­ón y el halo de misterio que suelen acompañar al poder financiero, según Bertrand Russell. En todo caso, sin restar un ápice de importanci­a a la deducción de las responsabi­lidades individual­es a que hubiere lugar, no será fácil eludir las importante­s cuotas de responsabi­lidad asociadas a la pasividad, la indolencia, la inhibición y la connivenci­a política. En el caso que nos ocupa, alguien ignoró u olvidó, irresponsa­ble y temerariam­ente, la conclusión alcanzada por el mentado pensador británico, en 1932: “En las finanzas, como en la guerra, casi todos aquellos que tienen capacidad técnica tienen también propension­es contrarias a los intereses de la comunidad”.

Un agudo conflicto de intereses ha acabado por incrustars­e sólidament­e en la gobernanza de la entidad

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