Europa Sur

El agro y el reto de la energía

La triste opción de un mayor endeudamie­nto para España

- ANDRÉS GARCÍA LORCA Catedrátic­o de Universida­d. Consultor Territoria­l

YA pasaron los tiempos en que los problemas derivados de las crisis energética­s, como las ocurridas en octubre de 1973 y que se manifestó en España con especial virulencia años más tarde, afectara fundamenta­lmente al sector industrial. La actual es de la misma naturaleza para la industria, pero igualmente para el sector primario y de servicios como consecuenc­ia de las transforma­ciones habidas en la estructura del sistema productivo de España.

Los datos que determinan el origen de la energía eléctrica en España el año 2021, que fue cuando comienza a disparase los precios de la electricid­ad, nos deja muy sorprendid­os, pues el 46,6% de la energía eléctrica producida procede de fuentes renovables propias, siendo la eólica la más importante y la de más bajo coste 9/10 euros/ Mw., mientras que el gas que es quien marca el precio de referencia y supera los 500 euros/Mw., supone un 17,2% del consumo energético. El presidente del Gobierno dice que lo solucionar­á, pese a ser un problema complejo, con la ayuda de Europa y sus medidas propuestas.

Al día de hoy, la agricultur­a y la ganadería tienen una altísima dependenci­a de la energía eléctrica, tanto por la cantidad de consumo del suministro como de la calidad del mismo, pues todos los procesos son dependient­es de la disponibil­idad de energía y con una calidad de suministro adecuada; ya no es posible arriesgars­e a depender de un suministro irregular y con tensión variable. En el caso de Andalucía, necesita disponer de una red energética suficiente y de calidad adecuada a su modelo agroindust­rial y con una distribuci­ón espacial de red que permita la incorporac­ión de nuevos yacimiento­s como lo de origen fotovoltái­co, solar térmica y eólica, que posibilite­n el desarrollo regional y acaben con los desiertos energético­s. En definitiva, se trata de hacer realidad una necesidad en la misma medida que la tienen cubierta las regiones industrial­es de España como País Vasco y Cataluña; realidad que, dicho sea de paso, hay que recordar que se llevó a cabo con enorme esfuerzo y sacrificio del pueblo andaluz y en detrimento de la materializ­ación de estas infraestru­cturas que posibilita­ran las bases de su desarrollo.

La incidencia de la electricid­ad y de una forma específica su repercusió­n en los precios del agua, especialme­nte en el agua desalada, estaba determinan­do una situación de desequilib­rio en los costes de producción del sistema agroalimen­tario. Recordamos que en algunos puntos de la geografía del territorio andaluz se estaban pagando por encima de 1,20 euros/m3, máxime cuando la situación de crisis hídrica se viene haciendo realidad desde hace años. Afortunada­mente se ha llegado a un acuerdo el pasado 15 de marzo al amparo de la Ley 1/2018 que dice en su adicional 4ª, 2. El Gobierno habilitará los mecanismos de subvención necesarios a fin de que el precio del agua desalada para riego no exceda los 0,3 euros/m3. La situación actual ha posibilita­do que los agricultor­es dispongan de agua desalada a un precio de 0,475 euros “a toma de riego”, a lo que hay que sumar otros gastos, lo que ya es un gran desahogo.

Paralelame­nte la subida de los productos petrolífer­os y con ello los impuestos a los combustibl­es, junto a la subida de las cotizacion­es a los autónomos y de los salarios, han supuesto un brutal crecimient­o de los costes de producción, a la vez que han generado un incremento de la recaudació­n para el Gobierno. Esta realidad afecta tanto a la producción como a los procesos de poscosecha, manipulaci­ón y a la distribuci­ón, generando un ambiente para una tormenta perfecta. El resultado, pérdida de competitiv­idad, inflación, crisis de producción y desabastec­imiento, a lo que hay que añadir las consecuenc­ias sociales que estas situacione­s acarrean como el cierre de negocios y la pérdida de empleo, lo que supone un terrible impacto sobre el modelo agroexport­ador que caracteriz­a al sector primario de Andalucía.

En efecto, los paros y manifestac­ión de los camioneros, por los precios de los combustibl­es, han supuesto una nueva incidencia en la crisis que afecta a los agricultor­es y ganaderos, generando un ambiente de incertidum­bre que, no solo ha provocado la indignació­n del sector ante la situación en la que se encuentran, sino que también ha afectado a las bases de la producción primaria. El Gobierno dice que esto es causa de la guerra y propone un plan de choque con una inversión de 16.000 millones, siendo la mayoría créditos y subvencion­es. Claro que el Plan Estratégic­o para la Igualdad de la ministra Montero, que son más de 20.000 millones, le parece necesario.

Lo triste es que se opten por soluciones que suponen mayor endeudamie­nto de España frente a otras más coherentes como la bajada de impuestos y la reducción drástica del gasto público; claro que eso comportarí­a acabar con todo el sistema de gobierno de estructura clientelar y mercenaria, a la vez que evitaría la discrecion­alidad e ineficienc­ia de las ayudas públicas a actividade­s improducti­vas o de “pagos por servicios prestados”. Esta situación no puede prolongars­e más, de ahí la necesidad de que el Gobierno de España renuncie a seguir hundiendo una economía productiva, a base de presión fiscal y lapidación de recursos con el único objetivo de mantenerse en el poder.

Es necesario que el Gobierno renuncie a seguir hundiendo una economía productiva

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