Europa Sur

“Hay poderes económicos que abusan de la gente”

- María José Díaz

Puertas giratorias, redes clientelar­es, el “escándalo” del Rey emérito, la crisis de la llamada “nueva política”, las desigualda­des ante la justicia, el coste de la vida y el papel de los medios de comunicaci­ón son algunos de los asuntos que el periodista Jesús Cintora trata en su nuevo libro, No quieren que lo sepas. Se trata de una obra de denuncia con vocación de poner sobre la mesa aspectos que deberían mejorar o cambiar.

–No podía comenzar la entrevista sin preguntarl­e qué vida lleva, la manera en la que su abuelo saludaba en el pueblo.

–¿Qué vida llevas? es el título del último capitulo del libro que hace homenaje, efectivame­nte, a mi abuelo. Él era peón de albañil, después de la guerra se fue a trabajar a Francia y esta frase es una reivindica­ción al esfuerzo, a la sencillez y un canto a que, por encima de toda esa gente que nos intenta complicar la vida, al final, lo más básico es estar bien de salud. Cuando mi abuelo se encontraba con una persona en el pueblo le preguntaba: ¿Qué vida llevas? Que significa cómo estás. Me parecía una forma de recordar a mi abuelo Vidal, que ya no está, y transmitir que, después de todo lo complejo que lo hacemos los periodista­s, los políticos y todos los debates que planteamos, al final lo más importante es intentar ser feliz y estar bien.

–En el libro habla sobre la cultura del esfuerzo. ¿Qué quiere transmitir?

–Me apetecía reivindica­r la cultura del esfuerzo porque he sufrido cómo te ponen etiquetas y te intentan encasillar o, incluso, construir una posverdad en torno a tu biografía sin conocerte de nada ni de dónde* vienes. Yo soy periodista porque pude acceder a la cadena Ser gracias a que tenía un muy buen expediente académico. Luego trabajé mucho en ese medio, estuve siete años de noche y haciendo fines de semana. De las despedidas de soltero de mis amigos de la infancia, que somos una veintena, pude estar en dos; el resto, las pasé trabajando. A mí ese esfuerzo me permitió luego ir haciendo otras cosas. Tuve la gran suerte de trabajar con gente de la talla de Gabilondo, y también la fortuna de que me brindaran la oportunida­d de presentar un programa de televisión en Cuatro y fue muy bien porque tuvo un gran éxito de audiencia, pero fue todo a costa de trabajar muchísimas horas. En la experienci­a más reciente, en TVE, me levantaba a las 04:45 para preparar el programa. Entonces, sí me apetecía reivindica­r esa cultura del esfuerzo, de haber logrado lo que he logrado a fuerza de trabajar mucho.

–¿Cree que esa cultura del esfuerzo es de la que carecen muchos políticos?

–Si eligiéramo­s para los cargos a aquellos que están más preparados nos podría ir mejor, quizás. Es cierto que yo en la vida he dicho que no a varias ofertas laborales porque no me sentía capacitado. Sin embargo, hay gente que se apunta a un bombardeo y sí es posible que en la política se carezca de esa cultura. No puede ser que ocupen, por ejemplo, el Ministerio de Sanidad gente que no tiene experienci­a de gestión en algo tan delicado. De la misma forma que me llama la atención que puedan elegir para dirigir una televisión a alguien que no tiene experienci­a en pleno siglo XXI, con la revolución tecnológic­a. Cuando buscamos al carpintero de nuestra casa, contratamo­s a aquel que nos han recomendad­o o del que hemos visto otros trabajos y nos han gustado. Nos gusta gente con experienci­a. Del mismo modo que nos gusta entrar a un quirófano y saber que el que va a operarnos es un médico reconocido, pero a veces recurrimos a gente que no tiene esa experienci­a. Me llama la atención y me apetecía hacer una reivindica­ción de la cultura del esfuerzo y del mérito. A veces, en la política y en otras parcelas de la vida se pone a gente por la afinidad o lealtad a un político, o se deja de poner a otro para que no le haga sombra. Esto ocurre mucho y es una lacra.

–Califica de “colesterol” las redes clientelar­es. ¿Siguen existiendo caciques?

–El libro pone el foco en quienes realmente tienen la sartén por el mango. Viniendo a Málaga me he encontrado en el AVE a un chaval que me ha contado que tenía dos carreras, había estado en el extranjero y ahora había vuelto a España, cobraba menos de 1.000 euros y estaba haciendo más jornada laboral de la que había firmado. Ese es el caso de un montón de gente y, mientras eso ocurre, hay eléctricas, petroleras y bancos que ganan cada vez más y, sin embargo, no parece que el poder público esté consiguien­do encauzar esa situación. Esos contrastes se están agrandando y a mí me preocupan. Además, como periodista me parece que hay que contarlos. A veces no se cuentan por no molestar o porque los poderosos controlan los medios.

–¿Por qué terminó Las cosas claras? ¿Incomodaba?

–Era un programa que tenía buena audiencia. Desde el minuto uno fui consciente de que había quien no quería que estuviera en la parrilla porque molestaba a la competenci­a. Insistiero­n en una cacería para quitarme, junto a otros compañeros. La gente se pregunta por qué no sigue existiendo un programa así; era riguroso, ágil, contaba los principale­s temas y estaba hecho por gente que teníamos experienci­a haciendo este tipo de cosas.

–A usted le quitaron el puesto, pero a compañeros de profesión, David Berianin, le quitaron la vida por trata de hacer peridismo crítico.

–David fue compañero de universida­d. Era un gran periodista que se metía en sitios donde otros no se atrevían. Lo hacía porque amaba el periodismo y su muerte es un canto al trabajo periodísti­co que se hace con valentía, vocación y con el objetivo de contar cosas que otros no quiere que se cuenten, Estoy a años luz de lo que él representa­ba. Me acuerdo de él prácticame­nte todos los días porque es muy doloroso que muera alguien tan joven.

Si eligiéramo­s para los cargos políticos a personas mejor preparadas nos podría ir mejor”

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JAVIER ALBIÑANA

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