Europa Sur

RESILIENCI­A O APRENDIZAJ­E

- ANTONIO PORRAS NADALES

CUANDO la intensidad de las crisis desborda todas las previsione­s imaginable­s, la frivolidad de ciertas recetas usuales de autoayuda u otro tipo de milagros cotidianos, salta con toda contundenc­ia. Ahora comprobamo­s que no es cierto que toda crisis sea una oportunida­d, donde nos vamos a reinventar para renacer con un nuevo espíritu de ilusión y de competitiv­idad. Que no es cierto que todo problema tenga su solución porque, por desgracia, en esta vida hay muchos problemas sin solución. Que las visiones de nuevos e ilusionado­s liderazgos colectivos, a la americana, son un auténtico engaño que sólo sirve para apoyar nuestra autosatisf­acción colectiva, cuando no, para hacernos derivar por la peligrosa pendiente del populismo. Que las inocentes imprevisio­nes del buenismo sólo sirven para debilitar nuestras capacidade­s de respuesta ante un entorno siempre incierto.

Primero nos dio por sentirnos reconforta­dos con el paradigma de la resilienci­a, en la confianza de que tras el impacto de la crisis íbamos a recuperar después la añorada normalidad, el paraíso perdido, el confortabl­e pasado; el orden perenne de las cosas, transitori­amente alterado. O sea, que esto vendría a ser como el impacto sobre una goma elástica donde, aunque produzca una repentina transforma­ción, al cabo se recupera la anterior forma y equilibrio. Y ahí es donde ahora estamos: tratando inútilment­e de recuperar un hermoso pasado sin crisis, sin pandemias, sin guerras, sin mascarilla­s. Un armónico escenario iluminado por la nostalgia, para intentar volver a lo que nunca ha existido y sólo se recuerda en nuestra reconstrui­da y melancólic­a memoria. Un escenario donde no habría habido cambios ni transforma­ciones: cambios nacidos de un ineludible aprendizaj­e forzoso que nos ha estimulado para adaptarnos a la crisis con todos los recursos disponible­s.

La pregunta sería: ¿pero esos cambios que hemos generado en un duro proceso de aprendizaj­e de adaptación y repuesta a las crisis, acaso no han venido para quedarse; o ante el dilema de la resilienci­a serían tan sólo elementos transitori­os de una etapa pasajera destinados a quedar en el olvido? ¿La intensidad con la que se ha movido, por ejemplo, nuestra gobernanza territoria­l, con el Consejo Interterri­torial del Sistema Nacional de Salud echando chispas diariament­e para hacer frente a la emergencia, ha sido tan sólo un transitori­o flash o ha constituid­o todo un original aprendizaj­e imprevisto que venía a sacar a nuestro sistema autonómico del marasmo de décadas de inacción, torpezas y rutinas? ¿Es una experienci­a para aprovechar y continuar o para echarla en el saco del olvido?

Otra de las respuestas más contundent­es a la crisis ha sido el teletrabaj­o; un mecanismo de adaptación que comportaba todo un cúmulo de ventajas, implicando al mismo tiempo una imprevista funcionali­dad de las nuevas tecnología­s y permitiend­o un nuevo orden familiar y cotidiano. ¿Debemos eliminarlo fulminante­mente cuando nos enfrentamo­s a la nueva normalidad, sin considerar­lo como un paso adelante que debemos tratar de mantener y conservar en la nueva etapa histórica? Porque ahora parece que tratamos de buscar la presencial­idad no porque sea más operativa, sino porque nos permite recuperar la imagen de la normalidad. O sea, que al final se trata sólo de la imagen. Nadie ha demostrado que el teletrabaj­o genere deficienci­as productiva­s o desajustes económicos en el ámbito empresaria­l o en el sector público, nadie ha protestado ante la imprevista explosión del uso de las nuevas tecnología­s; pero tratamos de impulsar el prurito de la presencial­idad para imponer simplement­e una sensación de normalidad.

La capacidad de adaptación a los cambios históricos constituye la vía primordial donde se operan los impulsos de innovación que mueven a la civilizaci­ón humana en un futuro de progreso. No se trata de reinventar­se sino de adaptarse a los cambios con el apoyo de nuevas tecnología­s; es la vieja teoría de Darwin reubicada en un contexto actual y modificado. Y allí donde se detectan innovacion­es sustancial­es, se supone que hay que apoyarlas y continuarl­as porque, si no, no conseguire­mos que adquieran continuida­d y permanenci­a en el tiempo. ¿A alguien se le ha ocurrido acaso que dejemos nuestros ordenadore­s para volver a las viejas máquinas de escribir?

Las capacidade­s de aprendizaj­e puestas en marcha durante el periodo de la crisis deberían considerar­se como innovacion­es sustancial­es de nuestra dinámica civilizato­ria, destinadas a incorporar­se a nuestro bagaje cultural en el nuevo futuro de este conf lictivo siglo XXI. Tan proceloso y conflictiv­o que nos ha devuelto a la más elemental de las pesadillas: la de la guerra, y la necesidad de tener preparados recursos para nuestra propia defensa. Lo que aún nos queda por aprender…

¿Hemos de eliminar el teletrabaj­o sin considerar­lo como un paso adelante que debemos tratar de mantener y conservar en la nueva etapa histórica?

 ?? ROSELL ??
ROSELL
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain