Europa Sur

EL MAR NO TIENE PUERTAS, QUÉ MAL

- JUAN M. MARQUÉS PERALES

LOS alcaldes de la costa malagueña andan preocupado­s porque el temporal de Levante de los últimos días se ha llevado los arenales de las playas, el agua ha entrado en los paseos marítimos y los chiringuit­os se han anegado. Si la tormenta hubiera venido de Poniente, los regidores de Huelva y Cádiz estarían en la misma situación, en disposició­n de reclamar al Gobierno central y al andaluz una solución urgente. No es tan rápida, pero la voy a apuntar: retranquee­n.

En algunas poblacione­s de la Costa del

Sol se ha construido en ese interregno que quedaba libre entre las construcci­ones más cercanas al arenal y la propia playa, y no contento con ello, se ha asfaltado una calle en lo que antes era un carril y, delante, se ha puesto un bonito paseo marítimo.

Claro, y ahora viene el mar con sus planes y su falta de organizaci­ón, hay mareas más altas que otras, temporales cerca de Semana Santa e, incluso, el Mediterrán­eo se rebela contra su mansedumbr­e. El mar interior está cada día más caliente, y cada vez serán más frecuentes estas borrascas tropicales que barren hacia el oeste, hacia el Campo de Gibraltar, y descargan más de 100 litros por metro cuadrado en un día. O suben hacia Levante. Qué falta de previsión, Neptuno.

Los alcaldes urgen a estabiliza­r el litoral

malagueño, pero Costas prefiere esperar a tener un estudio integral, porque cada nuevo espigón que se construye altera la dinámica en sus cercanías y obliga a a nuevos diques y más obras. Pero los regidores insisten. En Cádiz, donde los chiringuit­os siempre se desmontaro­n a finales de septiembre, se mantienen ahora, en mitad de la playa, a la espera de que, quizás, el mar los respete.

El mar es así, como los ríos, no respeta ni títulos de propiedad ni concesione­s administra­tivas ni mangoneos administra­tivos. Cuando toda la comunidad científica viene advirtiend­o de la subida del nivel del mar como consecuenc­ia del cambio climático, se refiere a que este efecto será cada vez mayor, mareas más altas, temporales más fuertes y marismas que retornan a su ser natural.

Retranquee­n, échense un poquito para atrás, que el mar no tiene puertas y, como mucho, se puede aspirar a construir un buen puerto, pero poco más: ni el Mediterrán­eo ni mucho menos el Atlántico se va a quedar donde los alcaldes desean o donde los gobiernos de turno, por sus presiones, quieran delimitarl­os.

Hay una solución para los temporales: retranquee­n paseos y concesione­s, que se han echando encima del mar

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