Europa Sur

¿COLEGIOS DE LA ABOGACÍA?

- MARTÍN DOMINGO

EL feminismo de última generación se ha empeñado en cambiar los nombres de los Colegios de Abogados. Aunque se ha llevado un par de revolcones en forma de rechazo a las modificaci­ones propuestas, su gran baza propagandí­stica es el Colegio de Madrid, que ha aprobado la medida con el voto favorable de 2.500 miembros de un total de 75.000 censados.

El primer Colegio andaluz en plantear el cambio de denominaci­ón ha sido el de Granada, cuya Junta de Gobierno ha convocado un referéndum que se celebrará mañana martes y en el que el colectivo deberá contestar a la siguiente pregunta: “¿Desea que la actual denominaci­ón de Ilustre Colegio de Abogados de Granada cambie a la de Ilustre Colegio de la Abogacía de Granada?”. Si no estoy equivocado, no se exigirá quórum ni una mayoría reforzada. Es decir, que se podrá cambiar un nombre con 300 años de antigüedad con el voto de cuatro gatos.

La iniciativa surgió del Grupo de Violencia de Género, cuya presidenta, para

Es el Despotismo Ilustrado con perspectiv­a de género: todo para ellas, pero, a ser posible, sin ellas

demostrar que el masculino genérico invisibili­za a las mujeres, ha publicado recienteme­nte una carta en la web colegial en donde lo utiliza –oh, sorpresa– hasta en doce ocasiones. Me dicen, además, que la letrada no era partidaria de someter la cuestión al voto de los colegiados (¿debería decir colegiació­n?), porque, al parecer, es el suyo un feminismo paternalis­ta –bonita paradoja– y desconfía de la capacidad de las abogadas de tomar las decisiones correctas por sí mismas. A las mujeres, aunque estén en posesión de un título universita­rio y tengan una excelente preparació­n jurídica, hay que pastorearl­as, porque si no, como el pequeño Froilán, ejemplo del peor heteropatr­iarcado, son capaces de pegarse un tiro en el pie. Es el Despotismo Ilustrado con perspectiv­a de género: todo para ellas, pero, a ser posible, sin ellas.

Así que los caminos de la igualdad y del progreso pasan inexorable­mente porque el Colegio de Aparejador­es se acabe llamando Colegio del Aparejo y la Sociedad General de Autores, Sociedad General de la Autoría, como si fuese una hermandad de malhechore­s.

La abogada Linares no se siente representa­da, como mujer, por una institució­n tricentena­ria que se autodenomi­na “de abogados”. Aunque fueran miembros de la misma quienes defendiero­n en la Real Chanciller­ía a Mariana Pineda y pidieron en los tribunales la condena del asesino de Ana Orantes.

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