Lecciones de las últimas crisis
EN tan solo tres quinquenios la humanidad se ha visto castigada por tres crisis globales: la Gran Recesión de 2008, la crisis del Covid-19 y la Guerra de Ucrania ¿Qué hemos aprendido gobiernos, empresas y ciudadanos de estos tres catastróficos eventos? Tendemos a considerar las grandes crisis como eventos impredecibles. Sin embargo, la mayoría de las veces vienen precedidos por señales de alerta, que algunos, muy pocos, captan y advierten, sin ser escuchados. Lo peor es que tras la experiencia traumática, nos cuesta extraer y aprender las lecciones, y cuando los conseguimos nuestra frágil memoria las entierra en el olvido. gran peso en su balance del sector inmobiliario fue de los más afectados del mundo.
De esta crisis deberíamos de haber aprendido algunas lecciones. Primera, el crecimiento en base a un endeudamiento excesivo, con tipos de interés reales bajos, incluso negativos, y una expansión del crédito de dos dígitos conduce a una asignación ineficiente de los recursos, reduce la productividad, propicia actividades especulativas en sectores como el inmobiliario, e incentiva la desviación de la liquidez hacia la especulación en los mercados financieros, creando burbujas que explotan cuando los bancos centrales suben los tipos de interés. Segunda, la innovación financiera es beneficiosa siempre y cuando la regulación financiera avance al mismo ritmo. Cuando la expansión monetaria y el endeudamiento crecen a mayor ritmo que el potencial de crecimiento, el dinero se dirige a actividades especulativas, produciéndose la financiarización de la economía y la creación de burbujas en los mercados financieros e inmobiliario. Tercera, el sistema financiero y bancario es el sistema nervioso de la economía. Sus fallos se transmiten inmediatamente a todo el sistema económico, lo cual justifica que deba tener una especial regulación y control de las autoridades monetarias.
Cuarta, en este escenario es necesaria una rigurosa selección de riesgos y herramientas de seguimiento y control de los riesgos por parte de gobiernos, bancos y empresas con señales de alerta macroeconómicas y microeconómicas. Quinta, las agencias de calificación de riesgos deben de ser rigurosas y no estar afectadas por conflictos de intereses con sus clientes.
Sexta, las autoridades monetarias deben de vigilar la excesiva concentración y dimensión de los bancos, por preservar la competencia y evitar que sean tan grandes como para no poder los dejarlos caer. Séptima, los bancos centrales tienen que complementar la inspección y control individual de los bancos con señales de alerta macroeconómicas y políticas macroprudenciales. Concluyendo un endeudamiento y expansión del crédito desbocados, productividad declinante, tipos de interés reales bajos o negativos y burbujas en los precios de los activos reales y financieros, son señales de alerta de una crisis financiera se le ha sumado una guerra en Europa. De esta doble crisis debiéramos de extraer las siguientes lecciones: primera, la economía y la salud son interdependientes: sin salud, la economía no es sostenible, y viceversa. En un mundo global intensamente interconectado la probabilidad de las pandemias ha aumentado. La experiencia del Covid ha puesto de manifiesto que los sistemas sanitarios más avanzados no están preparados para una pandemia global. Están enfocados a curar enfermedades, pero no a prevenirlas y evitarlas. Se ha puesto en evidencia la necesidad de descentralizar la atención médica hospitalaria, fortaleciendo la asistencia primaria y ambulatoria, e impulsando la nueva tendencia de la atención sanitaria a domicilio. Evitar más que curar enfermedades implica asumir un nuevo concepto de salud individual y social interdependientes, que incluye los hábitos de vida, la nutrición, los sistemas de trabajo o el medio ambiente, entre otros. Todo ello debiera implicar una profunda transformación de los sistemas sanitarios en la próxima década.
Segunda, la pandemia y la guerra de Putin han puesto de manifiesto la debilidad de la globalización. La ruptura de las cadenas de suministro globales han paralizado la actividad de innumerables plantas de producción y provocado más alta de los 35 últimos años. La última lección que los gobiernos se niegan a aprender, especialmente al Gobierno español, es que los desequilibrios globales, la baja productividad y potencial de crecimiento, el alto y precario desempleo, el déficit comercial y el déficit público, no se corrigen con políticas monetarias y fiscales expansivas sino con políticas estructurales orientadas al incremento de la productividad y el potencial de crecimiento, acompañadas de un plan de consolidación fiscal, que garantice la creación de empleo y el crecimiento sostenible.
Las señales de alerta están encendidas: endeudamiento público creciente hasta el 119% del PIB, alta inflación, bajos tipos de interés subiendo, sector privado aumentando su endeudamiento, sector bancario que ha recuperado su rentabilidad y solvencia pero cuya solvencia es inferior a la media europea y una inf lación de costes que solo se podrá atajar con aumentos de la productividad. Las lecciones de las crisis, hasta ahora no aprendidas, señalan que ha llegado el momento de las reformas estructurales. El decreto ley del plan de choque, recientemente aprobado por el Congreso, es un placebo para aliviar el dolor de la inf lación y el desempleo, pero no para corregirlos. Ha llegado el momento de la responsabilidad del Gobierno y de la oposición. Las señales de alerta están encendidas y todavía estamos a tiempo de evitar la temida estanflación.