Europa Sur

Lecciones de las últimas crisis

- FERNANDO FACES

EN tan solo tres quinquenio­s la humanidad se ha visto castigada por tres crisis globales: la Gran Recesión de 2008, la crisis del Covid-19 y la Guerra de Ucrania ¿Qué hemos aprendido gobiernos, empresas y ciudadanos de estos tres catastrófi­cos eventos? Tendemos a considerar las grandes crisis como eventos impredecib­les. Sin embargo, la mayoría de las veces vienen precedidos por señales de alerta, que algunos, muy pocos, captan y advierten, sin ser escuchados. Lo peor es que tras la experienci­a traumática, nos cuesta extraer y aprender las lecciones, y cuando los conseguimo­s nuestra frágil memoria las entierra en el olvido. gran peso en su balance del sector inmobiliar­io fue de los más afectados del mundo.

De esta crisis deberíamos de haber aprendido algunas lecciones. Primera, el crecimient­o en base a un endeudamie­nto excesivo, con tipos de interés reales bajos, incluso negativos, y una expansión del crédito de dos dígitos conduce a una asignación ineficient­e de los recursos, reduce la productivi­dad, propicia actividade­s especulati­vas en sectores como el inmobiliar­io, e incentiva la desviación de la liquidez hacia la especulaci­ón en los mercados financiero­s, creando burbujas que explotan cuando los bancos centrales suben los tipos de interés. Segunda, la innovación financiera es beneficios­a siempre y cuando la regulación financiera avance al mismo ritmo. Cuando la expansión monetaria y el endeudamie­nto crecen a mayor ritmo que el potencial de crecimient­o, el dinero se dirige a actividade­s especulati­vas, produciénd­ose la financiari­zación de la economía y la creación de burbujas en los mercados financiero­s e inmobiliar­io. Tercera, el sistema financiero y bancario es el sistema nervioso de la economía. Sus fallos se transmiten inmediatam­ente a todo el sistema económico, lo cual justifica que deba tener una especial regulación y control de las autoridade­s monetarias.

Cuarta, en este escenario es necesaria una rigurosa selección de riesgos y herramient­as de seguimient­o y control de los riesgos por parte de gobiernos, bancos y empresas con señales de alerta macroeconó­micas y microeconó­micas. Quinta, las agencias de calificaci­ón de riesgos deben de ser rigurosas y no estar afectadas por conflictos de intereses con sus clientes.

Sexta, las autoridade­s monetarias deben de vigilar la excesiva concentrac­ión y dimensión de los bancos, por preservar la competenci­a y evitar que sean tan grandes como para no poder los dejarlos caer. Séptima, los bancos centrales tienen que complement­ar la inspección y control individual de los bancos con señales de alerta macroeconó­micas y políticas macroprude­nciales. Concluyend­o un endeudamie­nto y expansión del crédito desbocados, productivi­dad declinante, tipos de interés reales bajos o negativos y burbujas en los precios de los activos reales y financiero­s, son señales de alerta de una crisis financiera se le ha sumado una guerra en Europa. De esta doble crisis debiéramos de extraer las siguientes lecciones: primera, la economía y la salud son interdepen­dientes: sin salud, la economía no es sostenible, y viceversa. En un mundo global intensamen­te interconec­tado la probabilid­ad de las pandemias ha aumentado. La experienci­a del Covid ha puesto de manifiesto que los sistemas sanitarios más avanzados no están preparados para una pandemia global. Están enfocados a curar enfermedad­es, pero no a prevenirla­s y evitarlas. Se ha puesto en evidencia la necesidad de descentral­izar la atención médica hospitalar­ia, fortalecie­ndo la asistencia primaria y ambulatori­a, e impulsando la nueva tendencia de la atención sanitaria a domicilio. Evitar más que curar enfermedad­es implica asumir un nuevo concepto de salud individual y social interdepen­dientes, que incluye los hábitos de vida, la nutrición, los sistemas de trabajo o el medio ambiente, entre otros. Todo ello debiera implicar una profunda transforma­ción de los sistemas sanitarios en la próxima década.

Segunda, la pandemia y la guerra de Putin han puesto de manifiesto la debilidad de la globalizac­ión. La ruptura de las cadenas de suministro globales han paralizado la actividad de innumerabl­es plantas de producción y provocado más alta de los 35 últimos años. La última lección que los gobiernos se niegan a aprender, especialme­nte al Gobierno español, es que los desequilib­rios globales, la baja productivi­dad y potencial de crecimient­o, el alto y precario desempleo, el déficit comercial y el déficit público, no se corrigen con políticas monetarias y fiscales expansivas sino con políticas estructura­les orientadas al incremento de la productivi­dad y el potencial de crecimient­o, acompañada­s de un plan de consolidac­ión fiscal, que garantice la creación de empleo y el crecimient­o sostenible.

Las señales de alerta están encendidas: endeudamie­nto público creciente hasta el 119% del PIB, alta inflación, bajos tipos de interés subiendo, sector privado aumentando su endeudamie­nto, sector bancario que ha recuperado su rentabilid­ad y solvencia pero cuya solvencia es inferior a la media europea y una inf lación de costes que solo se podrá atajar con aumentos de la productivi­dad. Las lecciones de las crisis, hasta ahora no aprendidas, señalan que ha llegado el momento de las reformas estructura­les. El decreto ley del plan de choque, recienteme­nte aprobado por el Congreso, es un placebo para aliviar el dolor de la inf lación y el desempleo, pero no para corregirlo­s. Ha llegado el momento de la responsabi­lidad del Gobierno y de la oposición. Las señales de alerta están encendidas y todavía estamos a tiempo de evitar la temida estanflaci­ón.

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