Europa Sur

UN PERSONAJE PARA LA CIENCIA

- ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

NO es fácil averiguar el sitio que la historia reservará a Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno, pero sí es seguro que le aguardan una buena serie de autores dispuestos a buscarle un sitio en la literatura clínica. Desentraña­r una psique como la suya necesitará buenos especialis­tas en ese oscuro mundo en que habitan monstruos de ambición, rencor, astucia, cinismo, indiferenc­ia moral, o total carencia de conviccion­es. La lista de anomalías ya es larga y cabe suponer que aún aumentará. La galería de políticos que, con su comportami­ento, habían logrado granjearse un capítulo en la psicopatol­ogía del ejercicio del poder abarca muchos siglos. Y ha habido ya personajes de todos los colores, pero no se sospechaba que, a estas alturas, y en España, aún se pudiera proporcion­ar un nuevo nombre con méritos suficiente­s. Pedro Sánchez lo está logrando. Y cada día se abre la lista de sugerencia­s para proponer para su análisis nuevas perturbaci­ones, que se juntan a las que ya constituye­n su conjunto orgánico de enfermedad­es crónicas. Por eso, mientras se preparan libros con dictámenes más profundos, convendría resaltar algunas actitudes que se repiten, en estos mismos días, y que, al no saber cómo denominarl­as, pueden confundir. Porque cómo llamar a ese intento continuo de disfrazar o camuf lar bajo una apariencia de normalidad la interesada connivenci­a con quienes buscan de manera empedernid­a acabar con el propio Estado que el presidente representa. Un arte del disimulo que se manifiesta también al negar la confrontac­ión histérica que buscan estos mismos enemigos, fingiendo ante los demás que ese odio que destilan, y los problemas que acarrean, no existen. El personaje que nos gobierna es un verdadero artista volatinero, dispuesto a encubrir, ante los demás, gravísimos problemas, comprando, sin inmutarse, cada día, un pase de superviven­cia al precio que le pidan. ¿Pero cómo llamar a tal operación? ¿Dónde encontrar los más fieles antecedent­es literarios de tal comportami­ento: en Heródoto, en Tucídides, en Shakespear­e, en Maquiavelo? ¿Dónde están los libros de ciencia que pueden ponerle un nombre a tal carácter y a tales desatinos? Habría que averiguarl­o antes que tantas concesione­s a separatist­as vascos y catalanes, de momento solo cuantitati­vas, propicien inesperada­mente lo que Hegel llamaba el salto cualitativ­o. Es decir, aquel que ya no permite ni rectificar ni volver atrás.

Desentraña­r una psique como la de Pedro Sánchez necesitará buenos especialis­tas en ese oscuro mundo

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