Europa Sur

Nueva luz sobre las relaciones entre Alberti, Aitana y María Asunción

La publicació­n de los inéditos ‘Una nueva temporada en el infierno’, por Manuel Francisco Reina, apunta a que el trato entre padre e hija era tenso antes del segundo matrimonio del poeta

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Entrevista implacable en Interviú. Comunicado no menos duro de Alberti. Un puñado de poemas que no encontraba­n acomodo en ningún libro y que hablan hasta de los colmillos de dos lobos alrededor de Altea (su nieta) que duerme y que algún día despertará... Todo en 1978. ¡Bomba! No hay que ser matemático, ni literato, para caer en la cuenta que en esta ecuación no aparece el nombre de María Asunción Mateo. Es decir, que las relaciones entre Alberti y su hija Aitana echaban chispas antes de que la viuda del escritor entrara en escena, hecho que ocurrió en 1983. Con todo, los sucesivos cambios de testamento del Premio Cervantes entre 1991 y 1996 (diez según las noticias recogidas por Diario de Cádiz en aquellas fechas), que suponían “un expolio de la herencia legítima”, como declaraba entonces la única hija de Alberti, no dejaron de contribuir a avivar aún más la llama del conflicto entre ambos.

“Yo sobre cuestiones de opinión no entro, no me interesan, pero sí es cierto que los poemas están ahí, los sucesos están ahí, y si investigas un poco, que es lo que yo hice cuando tuve los poemas en mis manos para contextual­izarlos, pues surge una verdad que, curiosamen­te, no es la que nos han vendido... No sé, creo que se ha vendido una imagen de María Asunción como una especie de madrastra malvada y, sin embargo, en vista de estos episodios, que parece que nadie ha querido recordar, vemos una realidad distinta”, apuesta el escritor e investigad­or al que nunca le han gustado “las verdades oficiales”.

La verdad... La verdad es que en el artículo de Interviú, que ha podido conseguir este periódico, Aitana se muestra un tanto inmiserico­rde con el autor de La arboleda perdida. Aseveracio­nes como “con mi padre es dificilísi­mo dialogar, desde que volvimos a España me ha ido relegando, echando de su vida”; “el amor entre mi padre y su compañera (entonces Beatriz Amposta) se parece al amor auténtico como un huevo a una castaña” o “la superprote­cción negativa” que achaca a Rafael, y también a María Teresa, que la educaron “en un ambiente burgués y reaccionar­io” y el propio hecho de sentirse “reprimida” e “influida” por “la fuerte personalid­ad” de sus padres, simplement­e quedarían en ref lejo de las comprensib­les emociones de hija de dos genios, si no fuera porque en el artículo Aitana pone en cuestión las dotes políticas y el compromiso de Alberti, además, en un momento político sumamente delicado en nuestro país.

Así, esgrimía que su padre “dejó

el Parlamento porque no estaba capacitado” pues “su formación política es intuitiva, secundaria”. Además de acusarlo de “indiferenc­ia” ante la enfermedad de su madre que, dice, fue “la que mantuvo” económicam­ente a la familia.

Alberti se defiende de estas acusacione­s en aquel comunicado que enviaría a la agencia Efe (extracto del texto sacado del estudio preliminar de Reina que acompaña a los inéditos): “Los diferentes hijos de Picasso amargaron la robusta vejez del pintor con toda clase de agresiones hacia su heredable persona y su última y joven esposa Jacqueline Roque. Yo no soy Picasso, desde luego, mas con los escasos dibujos que poseo de él (obsesivas presas para Aitana), con las obras de otros pintores y las mías, deseo crear un pequeño museo recordator­io en mi provincia gaditana. De mío no hay mucho que heredar. Yo, además de mi ferviente y angustiado trabajo diario, sólo tengo una casa en Roma, comprada cuando me dieron el premio Lenin de la Paz, y esta hija, Aitana Alberti León, ahora madre de una niña, a la que hace una muy triste publicidad”.

Con todo, transcurri­dos los años, con Aitana ya establecid­a, primero en Canadá, después en Cuba, parece que las relaciones con su padre se fueron limando en sus intermiten­tes visitas a España. “Mi padre es una persona que ha mantenido contra viento y marea una actitud de dignidad y coherencia, desde el punto de vista político, desde los años 30 hasta hoy”. Ésta es sólo una de las muchas favorables declaracio­nes de Aitana Alberti en los últimos años de vida del poeta aunque siempre mantendría que su genio creativo, y el de María Teresa, “me ha impedido ser yo misma, quizá ser poeta, o por lo menos me ha frenado mucho”.

Aitana Alberti voló desde Cuba a España en uno de los episodios de insuficien­cia respirator­ia de su padre que lo mantuvo ingresado en la UCI en un hospital de El Puerto. En la primera de esas visitas la acompañaba Teresa Sánchez Alberti, visiblemen­te dolida porque los médicos no le dejaran entrar en la habitación de su tío al que había cuidado en Madrid en el periodo que entraña desde su regreso a España hasta su unión con María Asunción, cuando parten las relaciones. A Teresa Sánchez Alberti, Teresa Alberti, la pudimos escuchar esta semana hablar de Rafael y de María Teresa en el homenaje que el Instituto Cervantes organizara al matrimonio y al que no se invitó a María Asunción Mateo, un “escándalo”, a juicio de Reina.

De “escándalo” también calificó Aitana la “cantidad de legados”, 10 en 5 años, que firmó su padre y que la hacían pensar que se había podido “ver inf luenciado en su decisión final”, según declaraba en una entrevista a esta casa el 12 de diciembre de 1999 con las relaciones ya rotas (así continúan hoy) con la segunda mujer de su padre por un testamento donde señalaba el “gran beneficio” que obtenían los hijos de Mateo a los que se les otorgó la propiedad de libros tan importante­s de la producción literaria de Alberti como Marinero en tierra y La arboleda perdida.

(Este periódico intentó ponerse en contacto, sin éxito, con Aitana Alberti para este reportaje).

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