CAPITÁN BERZOSA
LA edad, que no la capacidad, llevan al retiro profesional a uno de los profesionales más relevantes del Campo de Gibraltar. Julio Berzosa se despide como capitán marítimo del Puerto de Algeciras después una década en la que todos aquellos que hemos tenido la oportunidad de tratarle hemos podido comprobar su rigor y vocación de servidor público. Durante todo ese periodo y desde la costa de Punta Chullera, en Manilva, a la de Zahara de los Atunes, Berzosa ha sido el máximo responsable a la hora de velar en esa amplia zona por la seguridad marítima y la conservación del medio ambiente marino, una tarea que ha incluido la incoación de expedientes sancionadores a todo aquel que superase las líneas rojas que marca la normativa. Con más de 100.000 buques en tránsito cada año, los datos le avalan, puesto que Algeciras suma más de la mitad de las multas que se imponen a nivel nacional a barcos por emisiones atmosféricas y al agua contaminantes. Eso incluye, por cierto, a las aguas que circundan Gibraltar, un vecino algo desaprensivo en materia de protección del entorno y con cuyos responsables Berzosa ha tenido que lidiar más de una vez con sigilo. De hecho, en 2016 fue condecorado por el Ministerio de Exteriores con la Orden al Mérito Civil en reconocimiento a los servicios prestados en cuestiones relacionadas con la colonia. Dueño de sus silencios, Berzosa conoce como pocos las aguas del Estrecho. Firme adalid del medio ambiente, ha defendido siempre y por encima de polémicas partidistas o políticas la apertura de un nuevo fondeadero para dar servicio al Puerto de Algeciras: en primer lugar por seguridad, porque los barcos estarían sujetos a normas más estrictas; por la defensa del entorno, porque al estar paradas las máquinas de las embarcaciones –y no a pocos nudos, como sucede a menudo– las emisiones se reducen,
Como tantos otros venidos de fuera, se convirtió por elección y convicción en algecireño
y, en tercer lugar, por la creación de empleo y riqueza, dado que los buques requieren de servicios que las empresas implantadas en la bahía pueden prestar. Y también, aunque no lo dice, porque hay barcos que fondean ante Gibraltar al amparo de las autoridades del Peñón y al margen de la normativa de la UE. Las sirenas de los barcos sonaron al unísono el pasado viernes como homenaje al amigo y al profesional, a este madrileño de tupido mostacho que, como tantos otros venidos de fuera, se convirtió por elección y convicción en un algecireño (y campogibraltareño, por extensión) que ha trabajado por una tierra que atrapa a poco que uno se deje acariciar por ella. Por fortuna para nosotros, aquí seguirá, cerca de esos muelles que observará cada mañana desde la ventana. Buen puerto procure el destino a este marinero.