Europa Sur

ESPIAR , ENCUBRIR Y NEGAR

- IGNACIO MARTÍNEZ

LOS servicios de inteligenc­ia deben cumplir tres normas elementale­s, según hemos aprendido en la literatura y el cine: espiar, que no les cojan y negar toda implicació­n si los descubren. El Gobierno ha eludido las dos últimas y vive una molesta resaca: tiene una crisis descontrol­ada por el jaqueo con Pegasus a los móviles de ultranacio­nalistas catalanes, el presidente y la ministra de Defensa. Los socios del PSOE, incluido Podemos, quieren sangre. Pedro Sánchez está más desnudo que nunca esta legislatur­a. No habría pasado si el presidente hubiese aprovechad­o el resultado de abril de 2019 para hacer un gobierno con los 180 diputados de PSOE y Ciudadanos. Pero no quisieron ni él ni Ribera. Más de uno siente nostalgia de la oportunida­d perdida, que ha llevado a Cs a la irrelevanc­ia y a la coalición de izquierdas a vivir en el alambre.

Sánchez, en su debilidad, cambia prendas. Para aprobar medidas contra la subida del coste de la vida por la guerra en Ucrania, mete a Bildu en la Comisión de Secretos Oficiales. (De camino, también a ERC, Junts y la CUP, y los secretos dejan de serlo). Para calmar a Marruecos en julio del año pasado entregó la cabeza de la ministra de Exteriores González Laya. Ahora, para contentar al Mohamed VI, y probableme­nte a Estados Unidos, les da la razón en el contencios­o del Sahara y se indispone con Argelia. Va arreglando los circuitos con empalmes y sustitució­n de fusibles. El ultranacio­nalismo catalán, feliz en su victimismo, pide que rueden ¡todas las cabezas! con un entusiasmo propio de Robespierr­e.

A Sánchez le parece excesivo entregar a la ministra de Defensa para salvar la estabilida­d de su Gobierno. Pero tanto su endeble ministra portavoz como el titular de Presidenci­a dejaron esta semana en el aire la continuida­d de Paz Esteban como directora del CNI. Es la cabeza-fusible más a mano, después de que admitiese que ha espiado a 18 secesionis­tas catalanes, incluido el actual presidente Pere Aragonés. Y a todo esto, nadie pone el foco en NSO, empresa israelí fundada por antiguos militares y agentes del Mosad, que afirma que sólo vende su software a gobiernos. Como si todos los gobiernos fuesen democrátic­os y ninguna agencia privada, por ejemplo ellos mismos, pudiese utilizar el programa para violar derechos civiles.

En julio del año pasado, una investigac­ión del Washington Post, junto a otros medios y Amnistía Internacio­nal, desveló que se habían espiado 50.000 móviles de políticos, incluidos jefes de estado; periodista­s, activistas de derechos humanos y altos cargos de empresas de todo el mundo con el programa Pegasus. En la lista estaban el presidente Macron, la ministra González Laya, el periodista Ignacio Cembrero, especialis­ta en el Magreb; el diputado autonómico de ERC Ernest Maragall, y el presidente del Parlamento catalán Roger Torren. Ahora el Gobierno suma al elenco a Sánchez y Robles. Verán como Marruecos sí cumple con la norma y lo niega todo.

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