¿Cuánto aguanta la rama? (a la que agarrarse)
de Estado, que no al Gobierno, y se coloca en el burladero a ver pasar los días.
En nuestro país estamos doctorados en espionaje, esa suerte de trampa innoble cuando se practica fuera de la ley; y ese ejercicio no exento de responsabilidad institucional cuando se hace con la debida autorización judicial. La directora del CNI, Paz Esteban, admitió en la Comisión de secretos oficiales que se espió a 18 dirigentes independentistas, entre ellos al presidente Aragonès, si bien no se ha aclarado si su seguimiento se produjo antes de acceder a la presidencia. Esperemos que Paz Esteban no desvelara nada relevante porque al término de la comisión –cuyo contenido es secreto– los diputados independentistas se lanzaron a dar ruedas de prensa y ofrecer canutazos a los periodistas en los pasillos del Congreso. Ni las formas mantuvieron. La situación solo se va a agravar más. Aragonès está dando otra vuelta de tuerca y el resto de independentistas exige una comisión de investigación. Esto, por un lado. veremos. En ese caso quedaría la ministra de Defensa como peón desguarnecido. Aunque de alguna manera ya lo está: Moncloa se ha sacudido cualquier responsabilidad argumentando que en el entorno presidencial ni saben ni deben saber cuándo a quién ni cómo se espía. La salida de Robles –que sería una imprudencia política y solo se interpretaría como la cabeza entregada en bandeja– sería muy del gusto de los socios de UP, cuyo bloque duro cada vez está más desalineado con el Gobierno mientras Yolanda Díaz, más en línea, sigue en tierra de nadie y en busca de su propio espacio político, más indefinido que el institucional. Aunque esa cabeza ni siquiera garantizaría recomponer las relaciones PSOE-UP. Y calmaría, sólo temporalmente, a todo el bloque irredento independentista. Por eso Sánchez no puede entregar su cabeza, aunque el fallo de seguridad es de aúpa y en otra circunstancia exigiría responsabilidades políticas, no sólo operativas. De momento toda la presión es para la titular de Defensa, a la que sea dicho de paso no se le ve demasiado inquieta en esa coyuntura.