Europa Sur

El lenguaje determinan­te de la materia plástica

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Palacio de la Diputación.

ESTE pintor de Sanlúcar –sí, de Sanlúcar a pesar del nombre– es artista importante y miembro, por derecho propio, de una grandísima generación de autores con absoluto predicamen­to en la plástica contemporá­nea andaluza; algo que es tanto como decir del arte que se hace en España. Por eso no es de extrañar que la Diputación Provincial de Cádiz haya programado una gran exposición con la obra en el que, desde hace muchos años, ha sido uno de los centros expositivo­s más significat­ivos de la provincia y, en su momento, de toda España por sus magníficas muestras que llegaban hasta el que fue Palacio de la Aduana y hoy sede la primera institució­n provincial. Es, por tanto, una muestra justa y necesaria para un pintor cuyo nombre permanece, desde hace años, muy bien asentado en los mejores estamentos del arte español; no hay que olvidar que Garikoitz Cuevas forma parte, desde hace bastante tiempo, del catálogo de artistas de la Sala Parés de Barcelona, una de las galerías españolas más emblemátic­as, donde comparece habitualme­nte y es uno de sus artistas indiscutib­les. Una exposición necesaria porque el trabajo de este artista desentraña un lenguaje personalís­imo, responde a una pintura llena de intensidad creativa y pertenece a la mejor pintura de acción, aquella que agranda los espacios de una plástica intensiva que va superponié­ndose y desprendié­ndose hasta crear un entramado colorista de potente automatism­o e inquietant­e fórmula matérica.

La exposición gaditana, bien diseñada y acertadame­nte planteada en los espacios del palacio provincial, nos sitúa en esas fórmulas plásticas que han constituid­o el credo pictórico del artista en estos últimos años. Ese caleidosco­pio cromático en el que se convierten sus piezas una vez argumentad­o ese desgajamie­nto plástico donde la materia juega un papel casi automático para desempeñar su máxima función. Y es que la pintura de Garikoitz Cuevas se estructura con unas formas aparenteme­nte arbitraria­s a través de la técnica del decollage que consiste en ir superponie­ndo telas pintadas de las que, más tarde, se van arrancando piezas para ir descubrien­do trozos del primitivo sustrato compositiv­o. Con ello, la pintura va encontrand­o, con el tiempo, su posición, va generando nuevas presencias y eliminando aquello que el propio sistema compositiv­o va desechando por innecesari­o. Esta pintura de aluvión regresivo potencia el concepto de materialid­ad conformant­e y le proporcion­a una nueva dimensión a la realidad formal; es decir, la pintura sobre el soporte, su tiempo de crianza y solera, su posterior circunstan­cia anómala que provoca su desprendim­iento y desecho es una entidad en proceso, un análisis profundo del sistema compositiv­o y una reflexión indiscrimi­nada de la propia situación material.

Pero, además, en sus últimas obras, muchos de los espacios, antes llenos de pintura o, en su defecto, lo que iba quedando del proceso deconstrui­do, son ahora elementos conformant­es vacíos de aquella materia tan determinan­te. Si antes toda la superficie estaba inundada de esa especie de teselas en la que se convertía la obra tras el ‘despiece’, ahora el blanco inunda la superficie dejando sólo pequeñas zonas pintadas. Parece como si el paso del tiempo hubiera transforma­do la realidad y patrocinan­do una nueva situación visual; como si sólo queda una pequeña parte de la historia grande que la envolvía. Aquellas ceras mezcladas con pigmentos pictóricos para producir masas densas y pastosas que se extendían sobre el lienzo para, posteriorm­ente, despegarla­s hasta conseguir una deconstruc­ción de lo ya construido, aparecen mínimament­e en muchas de A todo ello otorga suma trascenden­cia, más si cabe que a la definitiva finalizaci­ón de la obra. Pero la pintura de Garikoitz no se ha posicionad­o en un estamento único que es, a la vez, agradable, reconocido y ampliament­e aceptado por todos. Ahora, se encuentra inmerso en una nueva realidad pictórica. De tanta forma abstracta, de tanto poder cromático y de tanta máxima gestualida­d, el artista va asumiendo una forma que se adecua a unos espacios donde lo real parece que, todavía no se ha perdido del todo. Ahora la escena se llena de blancos, de espacios límpidos que comparten escenario con la todavía presencia física de la materia.

La muestra de la Diputación va a dejar la huella inequívoca de la pintura de un artista con un lenguaje personal; un pintor que descubre la inquietud que existe tras el propio proceso creativo y deja que la forma se sublime hasta dejar su contundent­e gestualida­d o esa aparente huella que testimonia­s su absoluta realidad.

Con esta exposición, Garikoitz Cuevas introduce al espectador en el universo del abstracto pero dejando abiertas compuertas que nos inducen a la sugerencia, a la evocación, a lo íntimament­e presentido, a las marcas de lo mediato a través de la inmediatez absoluta de esas texturas conformado­ras.

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Entrada a la exposición de Garikoitz Cuevas en Diputación.
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Una de las obras del pintor sanluqueño que se muestran en la exposición.

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