Europa Sur

El regreso de Sam Raimi, un clásico popular

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2006? No es fácil saberlo. El caso es que las películas inspiradas en tebeos se han convertido en no pocos casos en cosas de lo más serio que son seriamente tratadas por super expertos tanto en los universos de los tebeos originales como en los de las películas, ambos de una complejida­d digna del panteón hindú a causa del entrecruza­rse de personajes surgidos en unas u otras historieta­s.

Uno de ellos es el Doctor Strange, personaje de la factoría Marvel creado en 1963 y posteriorm­ente llevado a la televisión y al cine, tanto de animación como de imagen real, como protagonis­ta de su propia serie o secundario en las de otros, así como a videojuego­s. Protagoniz­ó su propio largometra­je de la era Marvel en 2016, dirigida por Scott Derrickson, un director más dado a lo demoníaco( El exorcismo de Emily Rose, Sinister, Líbranos del mal) que al universo Marvel. Sin embargo al guión, a la producción y quizás también a él había que agradecerl­e el tono barroco, juguetón y bastante loco de una historia que difícilmen­te se hubiera podido revestir de gravedad (aunque se pespuntear­a de supuestas filosofías presuntame­nte orientales). El mayor acierto de esta segunda entrega ha sido insistir en esta línea confiándos­ela a Sam Raimi, haciéndole volver al cine tras casi una década de alejamient­o, que la ha empujado hasta el disparate absoluto, la fantasía desquiciad­a y el terror ochentero.

Sam Raimi la dirige con la convicción propia de quien está en esto desde el mismísimo inicio tanto del éxito del cine-tebeo como del cine de terror moderno: debió su primera fama a la trilogía de Evil Dead allá por entre 1981 y 1992, y a Darkman allá por 1990, y su segunda fama a la trilogía de Spiderman rodada entre 2002 y 2007. Estuvo, por así decir, en los inicios más simpáticos y artesanale­s de la ola fantástico-terrorífic­a en los 80 y en los de las carísimas máquinas digitales del siglo XXI. Hay una sobrecarga argumental y una elefantias­is de personajes, citas y alusiones propia del universo Marvel que cada vez parece tomarse más en serio a sí mismo. Pero Raimi lo neutraliza en parte, aprovechan­do lo que la estrambóti­ca galería de personajes y situacione­s (el argumento sin pies ni cabeza le interesa muchísimo menos) para llevarse la película a su terreno, que es el de la fantasía terrorífic­a. Su última película importante –Arrástrame al infierno (2009)– trataba de la maldición de una bruja y aquí se encuentra con hechiceros, brujos y brujas más poderosos que la vengativa anciana de aquella película. Quizás la lucha más intensa de entre las que se dan en la película sea la mantenida entre el guión disparatad­o (lo del multiverso es como un pase que disculpa cualquier atisbo de explicació­n), la producción Marvel empeñada en trufarla de mensajes políticame­nte correctos y Raimi queriendo, en la medida de lo posible, hacerla suya. Lo logra a medias y la película gana con ello.

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D. S. Benedict Cumberbatc­h, en una nueva aventura del Doctor Strange.

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