Los herederos de Convergència y los rupturistas se disputan la herencia de Puigdemont en Junts
La renuncia de Carles Puigdemont a seguir como presidente de JxCat, sumada al anunciado adiós de Jordi Sànchez como secretario general, ha abierto un pulso entre las dos culturas políticas que predominan entre los cuadros del partido y que deben decidir en los próximos días si pactan o van al choque.
El congreso que celebrará JxCat el próximo 4 de junio en la localidad de Argelers, en el sur de Francia, servirá para renovar la dirección, tras un proceso en el que se está librando una sorda batalla por el control del partido. Aunque al grueso del partido le repele la etiqueta de formación “posconvergente”, buena parte de la militancia y de los dirigentes proceden de la antigua Convergència y mantienen una cultura política tradicional, con sentido institucional, apegada a la idea de partido “de orden, previsible” y sin estridencias propias de extremos.
Esa tendencia pragmática aglutina principalmente a sectores procedentes de CDC, pero también a perfiles independientes como el propio Jordi Sànchez, y aspira a que el aparato del partido quede en manos de quien ahora mismo es el cabeza visible de este bloque: el ex conseller Jordi Turull.
Laura Borràs, presidenta del Parlament, se ha convertido en el símbolo de la otra gran familia, que reivindica no tener pasado en CDC –aterrizaron en política tras el 1-O– y se caracteriza por su retórica rupturista, su defensa de la vía unilateral hacia la independencia sin concesiones al Estado, su tono beligerante hacia el giro moderado de ERC y su rechazo a pactar con los socialistas.
En medio se sitúan perfiles que guardan prudentes distancias, encabezados por el propio Puigdemont, quien según las fuentes consultadas no tiene intención de tomar partido públicamente por ningún sector.