Europa Sur

GRACIAS, CAPITÁN

- IGNACIO CASTRO

HE acudido como otros tantos profesiona­les, con muchos comandante­s de buques mercantes propuestos de sanción, a la Capitanía de la Provincia Marítima de Algeciras. A todos ellos, sin ser su obligación, los recibió personalme­nte el Capitán Julio Berzosa, explicándo­les el porqué de la detención del barco en cuestión, de manera amable y cordial.

A la vez, les ofrecía la más correcta solución que habría de adoptarse en cumplimien­to estricto de las leyes nacionales e internacio­nales y que menos perjuicio causase al buque en cuestión, para que pudiera seguir su trayecto, una vez subsanadas las deficienci­as detectadas. Todo ello haciéndole­s saber su comprensió­n y su empatía, a pesar del expediente sancionado­r que les iniciaba, como marino en tierra que lo es el Capitán.

Cualquiera que fuera la nacionalid­ad del sancionado, el Harbour Master Berzosa siempre hacía el esfuerzo por comunicar con ellos en su lengua materna, fuera griego, polaco, chino, ruso o italiano. En todos esos idiomas lo he visto, boquiabier­to, comunicar con sus camaradas. A su vez, les citaba alguna referencia específica del país en cuestión, casi siempre relacionad­a con la historía marítima del mismo. A veces, tal cita la hacía en rima, incluso en soneto. Y todo ello a cualquier hora del día y de la noche, siempre a disposició­n de todos.

Ninguno de los expedienta­dos mostró más que agradecimi­ento por la honorable actitud del Capitán, casi siempre con aceptación de la justa sanción que le iban a imponer, además de su asombro por la categoría profesiona­l e intelectua­l de Berzosa. Un verdadero humanista y un ilustrado marino que prestigió el puesto que ostentó y que, además, sembró esa actitud en sus eficientes funcionari­os, que seguro seguirán su rumbo.

A pesar del enorme poder competenci­al que ostentaba como autoridad encargada del cumplimien­to de la normativa marítima y medioambie­ntal en el primer puerto de España y en las aguas de su jurisdicci­ón, jamás actuó con prepotenci­a ni vanidad, sino todo lo contrario, engrandeci­endo con su buen hacer y con su preparació­n al Puerto de Algeciras. A pesar de lo anterior, que no se olvide que fue un verdadero azote en la lucha contra la contaminac­ión, como las estadístic­as confirman. Lo cortés no quita lo valiente.

Y siempre, a su vez, defendiend­o la soberanía de nuestro país sobre sus aguas, aleccionan­do cuando la oportunida­d lo permitía sobre el contenido literal del Tratado de Utrecht.

Las empresas de la zona y la propia Autoridad Portuaria han reconocido justamente su brillantís­ima trayectori­a ahora que se jubila. Se le echará de menos en la Torre del Espolón, pero seguro que continuará, desde otras facetas, haciendo grande nuestra ciudad y puerto. Gracias, mi Capitán.

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