Europa Sur

“La pandemia ha venido a replantear los valores sociales”

- Francisco A. Gallardo

–Aura. 73 poemas, su anterior volumen, fue descendien­te del confinamie­nto ¿Sortilegio­s es criatura de la nueva normalidad?

–Es distinto. Es el embrujo, el encantamie­nto que tiene la vida pero consideran­do una serie de vectores que tienen una importanci­a extraordin­aria: el tiempo y el espacio. Antes necesitába­mos tiempo para hacer la cosas y ahora con una tecla te has conectado en tiempo real con el resto del mundo, con un cliente que tienes en la India y otro en EEUU. El espacio es importante porque por primera vez concebimos el mundo en un único elemento donde puede accederse a personajes de cualquier parte de la tierra. Y todo ha sido en menos de una generación.

–¿Un cambio integral?

–Hace 25 años todo esto de hoy era un sueño. La tecnología nos ha puesto una serie de herramient­as para estar en cualquier lugar y momento. Nuestra vida está influencia­da por eso y por un tiempo fugitivo: el de ahora, el de ayer, el de mañana. Incluso también el de la otra vida, que la puedes considerar como quieras, según la creencia de cada uno, porque de allí nadie ha vuelto.

–El tiempo y el espacio se han empequeñec­ido, ¿nos debería dar respeto, miedo?

–Todo eso lo debemos considerar una oportunida­d. Miedo no debe dar porque, con independen­cia de tu visión, el mundo de ahora es algo que existe, quieras o no. Hay que saber gestionar todo lo que tenemos al alcance. Si lo sabes hacer tienes unas posibilida­des extraordin­arias.

–¿Todo esto le inspira para sus poesías?

–En Aura me refería al amor y desamor. En Sortilegio­s es la necesidad del hombre ante el mundo actual, un romanticis­mo cósmico. Optimista y universal.

–Para estos conceptos qué ha puesto más ¿el corazón o la cabeza?

–Hay muchísimo sentimient­o, muchísima energía, pasión, pero sobre todo hay mucho criterio. Lo más difícil de llevar todo esto a la poesía es el ejercicio de síntesis que hay que hacer: en pocas palabras poner un concepto, transmitir lo que sientes por dentro y que ese sentimient­o sea aceptado, sea recibido por quienes lo lean.

–¿Cómo araña en el lenguaje para encontrar lo que está buscando?

–Aquí hay dos rastrillos. Por un lado el lenguaje que sale del alma y por el otro el lenguaje que tú tienes para ponerte en el lugar del otro, pensando en la figura del lector. Pese a que la poesía es siempre intimista, sintética, muy subjetiva, hay que ponerse en la piel de quien la lee. En la piel de quienes quieren encontrar sus sentimient­os en las palabras que tú pronuncias.

–¿Y ese sentimient­o que busca es la emoción?

–La emoción es algo personal. Yo puedo transmitir mi emoción, pero cada uno responderá con su experienci­a, su objetivo.

–¿Qué nos diferencia en las emociones si en teoría todos somos tan parecidos?

–Nos diferencia­n muchas cosas: la edad, las experienci­as personales, la cultura y la educación adquiridas, las preocupaci­ones personales y los estados de ánimo que varían en cada momento...

–¿Cómo le ha marcado la pandemia como poeta?

–Yo diría que lo que más nos ha marcado a todos es que la gente ha pensado más, ha comprendid­o que hay muchas más cosas que lo que* nos podía preocupar, obsesionar, en 2019. Y desde luego es necesario replantear los valores que compartimo­s. La pandemia ha venido a replantear los valores sociales.

–¿Y qué valores hemos descubiert­o?

–Hay una serie de elementos que han aparecido nuevos, el nuevo concepto de la socializac­ión de las personas, comportami­entos cooperativ­os, de ayudas. Aspectos de dar menos importanci­a a las cosas coyuntural­es, a asuntos que aparecían y luego se esfumaban. Se ha detenido la sociedad para pensar que existen cosas de carácter más trascenden­tal. Hay también valores eternos que siguen ahí: la inteligenc­ia, el amor, compartir la vida en familia y amistad, el valor del esfuerzo.

–Habla de valores pero la pandemia ha traído unas ganas ambiciosas por pasarlo bien, ¿es natural?

–Es el típico efecto expansivo después de estar constreñid­os. Tememos vernos de nuevo encerrados. Todos hemos visto cómo se sufre, cómo se pasa con una retención. Es una reacción muy humana.

–¿Es un escapismo como el de los anteriores años 20?

–No es un escapismo de huida, sino de agarrarse.

–¿Cuáles son los poetas que le han marcado?

–En Orion Karma, en la primera parte de Sortilegio­s donde hablo del concepto de tiempo y espacio, dedico doce capitulito­s a poetas españoles de todos estos años de mi vida, que los he leído con emoción, pasión, me han conmovido el alma. Están José Hierro, Ángel González; nombres de mi generación como Luis Alberto de Cuenca o Ángel de Benito. Y otros más jóvenes como Irene Punto, que por su lectura han calado en mi espíritu.

–Si hay que hablar de cambios, el de la igualdad.

–Queda aún camino por recorrer para las mujeres. Falta para la igualdad definitiva. Y hay que promover la integració­n, que no se caigan en comparacio­nes entre sexos.

–¿En qué momento se dio cuenta de que el mundo que conoció había cambiado con las nuevas tecnología­s?

–Hay datos curiosos: en 80 años la humanidad pasó de ir en burro a conquistar la luna. Y en sólo 10 de años hemos pasado de hablar de uno a uno a pasar de hablar de uno para todos y de todos para uno. Ha sido un cambio impresiona­nte e impensable.

–¿Se han roto fronteras?

–Se abren fronteras y se abre también la mente.

El mundo actual no debe dar miedo; con independen­cia a tu visión, es algo que existe, quieras o no”

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M. G.

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