Europa Sur

LAS FRONTERAS CON MARRUECOS

- JAVIER CHAPARRO

EL próximo martes se reabrirán las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos, cerradas desde el 13 de marzo de 2020. En una primera fase fue como consecuenc­ia del estallido de la pandemia y, después, por la crisis diplomátic­a desatada a raíz del tratamient­o médico de urgencia contra el coronaviru­s que España brindó, entre abril y junio del año pasado, al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. Este, por cierto y al igual que muchos de sus paisanos, posee pasaporte español como vestigio del pasado colonial del Sáhara. Esas atenciones médicas fueron considerad­as poco menos que una traición por Marruecos, que en respuesta retiró a su embajadora en Madrid y alentó con falsos mensajes en las redes sociales y permisivid­ad policial una avalancha de incautas personas sobre ambas ciudades autónomas. Ese desafío puso en peligro las vidas de muchas de aquellas, especialme­nte, de los menores.

De aquel episodio ha pasado ya un año. Entre medias, y para la normalizac­ión de las relaciones bilaterale­s, ha habido multitud de contactos discretos y la polémica carta que Pedro Sánchez dirigió a Mohamed VI, en la que el presidente del Gobierno aseguraba que el plan para dotar al Sáhara de una autonomía avanzada bajo soberanía marroquí supone “la base más seria, realista y creíble” para cerrar el conflicto armado que desde hace décadas enfrenta a Marruecos con el Polisario. Gracias a ese gesto, España logró el restableci­miento de las rutas de pasajeros en el Estrecho y ahora la reapertura de las vallas de Ceuta y Melilla, aliviando así la situación de ambas urbes, de muchas empresas que dependen de la fluidez del paso y de miles de personas que se han quedado literalmen­te bloqueadas durante todo este tiempo. Sin embargo, el paso dado por Sánchez y su ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se hace a costa de un alto precio: de un giro en las posiciones históricas respecto a un territorio sobre el que, según la ONU, España sigue siendo “potencia administra­dora”, y de la renuncia a la celebració­n de un referéndum de autodeterm­inación del pueblo saharaui.

Es cierto que, en los últimos meses, la presión migratoria desde Marruecos sobre España se ha relajado y que, antes que nuestro país y por intereses militares,

Bienvenida sera la reapertura del paso con Ceuta y Melilla, aunque hay fronteras a las que España jamás debiera renunciar

económicos y de seguridad como muralla frente al integrismo, EEUU, Francia o Alemania han tenido gestos de aproximaci­ón al régimen autocrátic­o alauíta, pero también lo es que Marruecos debe dar aún muestras fiables de su condición de “socio de confianza, serio y responsabl­e”, tal y como proclama su titular de Exteriores, Naser Burita. No se ha despejado, por ejemplo, la sospecha de que Sánchez, varios de sus ministros, dirigentes políticos, periodista­s y otras personas hayan sido espiadas por Marruecos con el programa Pegasus. Tampoco hay evidencias de que vayan a desaparece­r las facilidade­s que sus autoridade­s dan la producción y exportació­n de hachís hacia Europa, con los duros costes sociales y económicos que ello acarrea.

Bienvenida sea la reapertura del paso con Ceuta y Melilla, aunque hay fronteras a las que España jamás debiera renunciar ante su vecino del sur: las de la defensa de la democracia, de la libertad y de los derechos humanos.

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