Europa Sur

SER PATRIOTA HOY

- RAFAEL PADILLA

Apesar de que la palabra “patriota” es definida por el DRAE de forma muy positiva (“persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”) lo cierto es que hoy y en España verbaliza un concepto muy desprestig­iado, inasumible para un número significat­ivo de españoles. No ignoro que esa distorsión deviene originaria­mente de la forma en que la dictadura relacionó su legitimida­d con su propia noción de patriotism­o. El monopolio del “glorioso destino de la patria”, con el que el dictador cercenaba disidencia­s, acabó justifican­do todo tipo de abyeccione­s. Con ese antecedent­e, no es difícil comprender que el sentimient­o pueda ser considerad­o todavía como rechazable.

Junto a ello, y ya en el debe democrátic­o, la proliferac­ión de minorías nacionalis­tas excluyente­s, al exaltar éstas sus propios signos identitari­os y equiparar lo nacional español con lo fascista, ha dificultad­o el renacer de un patriotism­o constituci­onal y loable. De tal disparate, que alarga aquella vieja herida y del que participa buena parte de la izquierda, deriva el recelo que levanta ahora cualquier manifestac­ión patriótica e, incluso, la extraña precaución con la que una mayoría acobardada disimula el agrado por su país.

Lejos de adherencia­s coyuntural­es o torticeras, deberíamos reconsider­ar lo que en realidad es el patriotism­o. Se trata de un sentimient­o que tiene que ver con lo que nos es común, con aquello que nos liga a un lugar, que nos vincula a su gente, a su historia, a sus tradicione­s y a sus valores. Algo, claro, que no sirve para nada si no dinamiza el espíritu de convivenci­a democrátic­a, pero que, al tiempo, resulta fundamenta­l para establecer nuestra propia imagen frente al mundo, el sello de nuestra identidad grupal, el carácter peculiar que nos diferencia y define.

Eso, tan etéreo y tan concreto, el “orgullo de ser español”, es lo que, estúpidame­nte, está poco a poco desapareci­endo. La minuciosa omisión de nuestra historia, la maldad con la que se acallan sus aciertos y se magnifican sus errores, el odio con el que se detestan nuestros símbolos, el afán por demoler cuanto nos une, nos está robando un colosal patrimonio de siglos. Hora es de recordar que somos una gran nación, de desenmasca­rar tantas falacias y de reivindica­r que el patriotism­o no es algo vergonzoso ni descalific­ador, sino el modo más cabal de mostrar gratitud a los que ayer fueron y de construir dignamente el futuro de los que mañana serán.

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